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Sábado, 12:45 p.m.

Iwaizumi Hajime nunca sintió tantas ganas de asesinar a su amigo como ese día. No sólo lo hizo caminar por horas por el toda la ciudad hasta encontrar al sospechoso capitán de Soccer, sino que para empezar lo había ido a buscar a las 8 a.m. Su rostro cansado hablaba por si solo.

Lo vieron entrar a un café y lo siguieron detrás como si estuvieran campeando en el Counter Strike. Siquiera sabía porque seguía acompañando a Oikawa en aquella persecución. Tal vez si, un poco le preocupaba la relación de su compañera con ese tipo. Últimamente  la veía un poco más distraída de lo normal y él podría ser el causante de eso.

El lugar era bastante grande para encontrarse en los suburbios de Sendai. Prácticamente habían atravesado toda la ciudad para llegar allí, e Iwaizumi reconoció que aquel lugar era de la misma cadena de cafeterías en la que trabajaba Natsu, llevándolo a creer que tal vez Ryotaro estaba visitandola en su horario laboral, pero recordaba perfectamente que ella no trabajaba en esa sucursal, sino en una del centro.

Oikawa arrastró a su amigo sacándolo de sus pensamientos, obligándolo a sentarse a unos metros del sospechoso en cuestión, sin que notara su presencia. Bueno, con un Oikawa con gorra negra y anteojos de sol en pleno día que gritaba "invierno" a los cuatro vientos, no era algo que pasara desapercibido.

El azabache maldijo luego de golpear su trasero contra la silla a causa de su agresivo amigo y se dedicó a observar los detalles del lugar solo para matar el tiempo.

En toda la mañana no habían visto nada raro en Ryotaro, pero aún así la intensidad de Toruu no descendió ni una milésima.

Una mesera se acercó a ellos y el Ace pidió un café por ambos. Él lo necesitaba más que nadie.

Y pasó. Ni bien la mesera se retiró con su orden, una señorita se acercó a Ryotaro y le dio un abrazo acompañado de un beso en su mejilla, mejilla casi labios podríamos . El corazón de Iwazumi sintió escalofríos y las manos de Oikawa apretaba la mesa con un odio tan intenso que le sorprendía al mismísimo  Hajime que no hayan empezado los gritos.

Podía verlo como un gato, parando las orejas e intentando captar cualquier sonido que saliera de sus bocas, pero hasta ese punto ya no parecía ni necesario. Podías ver a ambos bastante acaramelados. E Iwaizumi captó un detalle en la mano de la muchacha que él acariciaba, un detalle que voló su cabeza.

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— ¡Himura-san! Ya no hay más tapas térmicas.

Le advirtió una empleada desde el depósito.

— No puede ser. —llevó una mano a cubrir su cabeza apunto de explotar por el estrés que estaba cargando.

Esta bien que le debía un favor a su jefa, pero hacerse cargo de una cafetería nueva donde todo estaba patas para arriba por tres días, era demasiado.

— Hay otra sucursal a unas diez calles de aquí ¿cierto? Llama y pregúntale si puede prestarnos, por favor.

— ¡Si! —salió corriendo hacia la oficina.

— Bien, la producción parece que va en marcha. Los felicito, por favor, que no decaiga ese ritmo, vienen muy bien.

Alentó a los tres empleados quienes no paraban de mirarla como un ángel caído de cielo a salvarles el día.

— Ahora iré a ver como estamos en el área de atención al cliente. No duden en llamarme si necesitan algo.

Los tres asintieron firmes.

El ser capitana del equipo de fútbol le servía de experiencia para saber cómo armar y organizar un equipo de trabajo para obtener buenos resultados. La estrategia, era como un juego que amaba aplicar.

Sobrepasó la puerta y pudo encontrar el salón bastante lleno, al igual que la fila de la gente que pedía para llevar. Estaba agotada de lidiar con los problemas en la trastienda, pero del otro lado del mostrador tenía que poner su mejor cara.

— Himura-san... —lloriqueo en voz baja al verla posicionarse a su lado. La pobre barista no daba más con su vida.

Se colocó el delantal y la ayudó con los últimos pedidos que parecían estar bastante atrasados. Cualquiera que la viera diría que estaba en su mejor momento con las energías bien cargadas, pero su cuerpo estaba resistiendo más de lo que podía. Aún así, no iba a permitir que aquello se destaque en su rostro o en su labor.

Terminó de servir las últimas bebidas y comenzó a ayudar a la mesera a entregarlas.

— Quedan esos dos café para la mesa número cinco.

Natsu tomó la bandeja que le había señalado su compañera y se encaminó para dicha mesa.

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— Iwa-chan ¿Qué me pediste? —canturreo finalmente el castaño con algo de cansancio pero sin despegar la vista de la mesa opuesta.

— Un capuchino.

Toruu suspiró complacido.

— Me conoces tan bien, Iwa-chan.

— ¿Hasta qué hora vamos a seguir aquí?

Le respondió con algo de molestia. Su amigo volvió a encabronarse sacando su celular del bolsillo, abriendo la cámara y apuntando hacia sus víctimas.

— Hasta agarrarlo con las manos en la masa...

Pero no terminó de decir aquello que un estruendo de porcelana destruyéndose conta el suelo llamó la atención de todos presentes.

Su rostro más pálido de lo normal. Sus labios fruncidos. La bandeja colgando de tan solo dos dedos a un costado y un Ryotaro saltando de la silla balbuceando palabras que en ese momento nadie pudo descifrar.

Un flash cegó sus ojos al punto de soltar el resto de bandeja que quedaba en su mano y mirando de donde provenía. Oikawa estaba hecho una piedra, al ver como su mirada carmesí ardía en furia e intentaba bloquear con todas sus fuerzas unas lágrimas que intentaban salir.

Desató su delantal y lo lanzó directo al rostro de Ryotaro. Le estaba lanzando su corazón destrozado, porque ella había sido de capaz de verlo besar la mano de aquella muchacha, besar el diamante que decoraba su dedo anular.

— ¡Himura-san! —gritó una de sus compañeras al verla salir corriendo por la puerta de entrada.

Oikawa e Iwaizumi reaccionaron a aquel grito demasiado tarde. Ella ya estaba cruzando la calle.

El castaño saltó hacia Ryotaro y le propinó un importante puñetazo en la cara antes de salir tras ella. Iwaizumi le iba a seguir detrás, pero se detuvo tras nuevamente la preocupación de la mesera.

— No puede irse ¿Y ahora qué haremos?

El cuchicheo entre compañeros lo vio obligado a salvarle el día a su amiga, no sin antes dejarle un mensaje al idiota levantándose del suelo luego de aquel golpe.

Lo tomó de la remera y terminó de ponerlo de pie chocando sus frentes con rencor.

— Te lo advertiré una sola vez. Vuelve a acercarte a ella y te rompere las piernas.

Lo empujó contra la silla nuevamente mientras su aparentemente prometida le cuestionaba por toda la situación.

El ace se acercó al mostrador con más calma.

— Hola, mi nombre es Iwaizumi Hajime y soy amigo de Natsu. Permítanme tomar su lugar y ayudarlos en lo que sea.

La muchacha suspiró aliviada y asintió dejando ir por fin aquella preocupada expresión.

Hajime le iba a dejar la parte más difícil a su amigo.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruWhere stories live. Discover now