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Sus dedos dibujaban el contorno de su rodilla como si fuese la cosa más hermosa de admirar. Ella tembló por el escalofrío que le daba aquella sensación.

— Me estás haciendo cosquillas.

Toru ni siquiera la escuchó, era como si estuviese totalmente metido en su mundo, pero pudo ver como una leve sonrisa escapaba de sus labios. Hacía unos minutos que los cuervos habían comenzado a graznar como gallo que madruga, y a causa de aquello habían despertado.

Natsu también estaba sonriendo, porque aquella imagen de tenerlo a él recostado a su lado con su cabeza apoyada sobre su hombro, jugando como un niño somnoliento le causó una ternura enorme, además de pensar que jamás tendría una visual así.

¿En qué momento se acomodó de esa manera dulce en sus pensamientos? ¿En qué momento dejó de odiarlo? ¿En qué momento se volvió adicta a su simple presencia? No había pasado la primera vez ¿Por qué ahora?

—Tu lo recuerdas ¿cierto? —cuestionó de repente como si estuviese leyendo su mente— Aquella fiesta de fin de año, en segundo.

Se despegó de ella y elevó su mirada directo a sus ojos esperando ver la reacción ante aquella pregunta que en verdad la descolocó.

¿Acaso él...?

🍃


¡Ya, para! —se soltó de la mano pesada de Oikawa.

Él se dio vuelta y la miró con desprecio. Estaba furioso.

¿Qué pasa contigo?

¿Cuál es tu problema?

¡Me haces una escena y terminas besuqueándote con cualquiera!

¡Estás ebrio!

¿¡Y tu no!?

Touché. Dejaron de gritarse. El vapor que se perdía entre el aire frío y la ira interna de cada uno era lo único que los separaba.

Te odio.

Escupió como si se lo estuviera recordando a misma, y se dio la vuelta dispuesta a marcharse lejos de él, no teniendo éxito.

Oikawa agarró su brazo y la acorraló contra el árbol más cercano.

Intenta odiarme mientras yo no puedo hacerlo.

Atrapó sus labios con ambición, realmente probándola y desafiándola a comerse sus propias palabras. El alcohol que corría por las venas de ambos, sus cabezas y cuerpo explotando ante cada vaivén de sus bocas, pues ella correspondió y aceptó ese desafío sin vueltas.

Se había convertido en una guerra por quién resistía más a pesar de la falta de aire, por quien se atrevía a perder sin ser conscientes de que ambos estaban perdiendo en ese mismo instante.

El frío del invierno se convirtió en un chiste, el humo entre sus bocas desapareció riéndose de ambos. Y la demencia de una pasión irrazonable.

Sus manos enredándose entre esos finos mechones castaños lo obligaron a aferrarse más a ella, cuando la elevó y sus piernas hicieron un candado encerrando su cintura, mientras sus besos bajaban por su cuello haciéndole perder la poca cordura que le quedaba. Dejó escapar su débil voz ante su agresivo y placentero tacto. Ya no eran consientes de hasta donde iban a llegar.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDove le storie prendono vita. Scoprilo ora