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Tan solo dos días habían pasado desde que Ryotaro la había enfrentado y tan solo dos días faltaban para la Kermese que ponía en juego las habilidades de todos los clubes deportivos del Aoba Johsai.

Las palabras del otro no paraban de torturarla. No lo tomaría enserio si no fuese porque tenía sus ojos en la espalda todo el tiempo.

Sus manos se aferraban a su lápiz sin moverse ni un milímetro, sus oídos no habían escuchado a su profesor llamándola por tercera vez hasta que apoyó con fuerza su libro sobre su pupitre. Himura dio un brinco en su asiento como si hubiese despertado de una pesadilla.

— Himura-san no me decepciones.

No necesitó decirle nada más. Sabía que se refería a su notable cambio al comienzo de semana. Su profesor de Inglés esperaba que no decayera tan rápido su buena predisposición con el estudio.

Asintió con firmeza. Tenía que concentrarse en los libros, no podía permitir que el otro interfiera de esa manera en sus pensamientos. Era consciente de que para sentirse tranquila tendría que simplemente marcar distancia con el capitán del club de voleibol.

¿Simplemente? Rio torpemente para sí misma. Hace años que simplemente no podía tomar una distancia del mismo. Su cerebro normalmente diría "No puedes tomar distancia", su corazón ahora mismo decía "No quieres hacerlo".

La campana sonó cerrando las clases y ella huyó rápidamente hacia el pabellón de su club. Iwaizumi la observó con detenimiento, desde el día anterior que había querido hablar con ella, pero no encontraba el momento, pues ella tan sólo comenzó a remarcar una distancia enorme. Llegaba junto a sus profesores y desaparecía en los recesos, realmente no lo entendía.

— Creo que te estás haciendo malas ideas, Iwa-chan. Solo ha de estar estudiando mucho, además mi cuñado me dijo que volvió a entrenar y la ve bien, así que no hay de que preocuparse.

— ¿No vas a decirle?

El castaño lo miró confuso por unos segundos, pero luego rio.

— No, esta bien así. Ya no voy a jugar con ella. Quise hacerlo de corazón,  aliviar su cansancio y estrés aunque sea con el club, y Ryo-san aceptó ayudarlas.

— ¿Tampoco vas a decirle que ese día del partido tu fuiste quien se quedó con ella toda la tarde y no el idiota?

Negó con su cabeza y volvió a reír una vez más, como si se burlara de sí mismo, pero esta vez su mirada estaba llena de nostalgia.

— Esta bien así. Ella ya sabe que clase de persona es ese maldito.

Cerraron sus casilleros, colgaron sus bolsos en los hombros y salieron directo a buscar a su, últimamente, misteriosa amiga.

Llegaron al pabellón del club de fútbol en el preciso instante en que ella estaba cerrando las puertas con llaves.

— ¡Hime-chan! —gritó un entusiasmado Toru. Natsu sintió un nudo enorme en su garganta con tan solo oír su voz— ¿Ya te estabas yendo?

Actúa normal

Le dijo su cabeza mientras dibujaba una extraña sonrisa en su rostro.

— Si, conseguí un alumno para las tutorías así que tengo una clase que preparar.

— ¡Bien hecho! —se alegró el castaño, mientras su amigo a su lado dudaba de cada sílaba que salía de su boca— ¿Quién es el pobre ser humano que te tendrá como maestra?

Su humor se vio totalmente opacado y no solo por la mirada gacha de la muchacha que no respondió a su burla como siempre lo hacía, sino que la persona que apareció y se posicionó a su lado dejando caer su mano sobre el hombro de la azabache, le hirvió la sangre.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruWhere stories live. Discover now