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La puerta de la habitación chilló cuando fue abierta. El frío en la misma, el silencio, las sombras se borraron cuando ella encendió la luz.

— Puedes pasar la noche aquí. Ésta habitación está vacía. —por un segundo pensó en reír por su propio comentario, pues todas las habitaciones de esa casa estaban vacías.

Oikawa sintió escalofríos, porque parecía ser la habitación de un chico que esa noche simplemente fue a dormir a la casa de algún amigo. Estaba perfectamente ordenada, limpia, un balón de fútbol estaba al lado de la cama y una campera estaba colgada en la silla frente al pequeño escritorio. No parecía ser una habitación totalmente deshabitada.

— En ese mueble hay frazadas también, puedes tomar lo que sea que necesites. — Toru asintió con una mirada agradecida— Mi habitación es la de al lado, cualquier cosa me llamas ¿bien?

Una vez más asintió y ella se retiró.

— Buenas noches. —le sonrió antes de que cerrara la puerta y ella sonrió igual. Una clara forzada sonrisa. 

¿Realmente iba a estar bien sola? ¿Iba a poder descansar tranquila? Ni siquiera con la cabeza en la almohada podía dejar de pensar en ella, estaba muy preocupado. Detrás de los mil mensajes de Iwaizumi, el reloj marcaba las 2:34 A.M. Se levantó y se dirigió al baño dispuesto a lavar su cara en un intento por despejar sus pensamientos, pero una tenue luz proveniente del living captó su atención. Se asomó por el marco de la puerta y pudo ver la televisión aún encendida en silencio y a Himura acostada en el sofá mirándola con la mente totalmente en otro planeta, tan así que no notó la presencia del chico. Toru suspiró, sabía que aquello iba a pasar. Volvió a la habitación, tomó una de las frazadas y volvió a la sala. La muchacha captó su presencia recién cuando él se sentó a su lado.

 — ¿Qué ocurre, Trashykawa? ¿No puedes dormir? —El nombrado rio con ganas y nostalgia al oírla hablar así .  

El dorso de su mano refregando sus ojos le daba la clara señal de que estaba dormida, pero por alguna razón no conseguía conciliar el sueño en paz. 

— No puedo dormir porque tu no puedes dormir, así que se me ocurrió una idea.

Terminó de decir aquello y la frazada voló sobre sus cabezas cubriéndolos totalmente. 

— ¿Qué estás haciendo? —cuestionó nerviosa Natsu al sentir como el aire disminuía por el inesperado encierro y calor, el cual no comprendía si era causado por la misma frazada o por su propio corazón al sentir al otro tan cerca.

El castaño se acostó a su lado dejándola a ella acorralada contra el respaldo del sofá, el cuál no era tan ancho como para que el espacio que separe ambos cuerpos sea muy pronunciado.  Sus piernas se habían entrelazado como imán al igual que sus respiraciones. 

— Dormiré contigo aquí.

Esto era tan clásico del estudiante de tercero que vivía volviéndola loca, pero por alguna razón lo sentía diferente. Tal vez porque en su voz no había picardía, sino una dulzura tan cálida que la obligó a esquivar su mirada.

— Estás loco.

Oikawa sonrió triunfante ante aquella acción.

— Así no tendrás frío y podrás conciliar el sueño en menos de lo que crees.

— Puedo hacerlo sólo con la frazada, estás de más aquí.

Oh, esas filosas palabras no tenían ni un gramo de peso y el muchacho no dejaba de divertirse al finalmente sentir que tenía algo de poder sobre su voluntad. Estiró su brazo derecho y lo dejó caer en la espalda de ella, volviendo a helarla. 

Intenta odiarme... | Oikawa TooruOù les histoires vivent. Découvrez maintenant