El valle de la Luna

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Tal así, como todos los domingos por la mañana, cuando el sol se eleva por encima de las grandes montañas que rodean la ciudad de San Juan, sus risas inundan la habitación. Tonteando, después de un par de besos cosquilludos y mimos que al despertar eran esa dosis de calidez y energía que tan bien les hacía al alma y al corazón.

Estar juntos... aún se sentía como un sueño del cual no querían despertar. Esa felicidad que era acompañada por cada segundo que compartían sin inseguridades ni temores, sin despedidas cercanas. Ella había ido hasta el otro lado del mundo para quedarse junto a él, dejándolo todo atrás. Impulsiva, insegura, a todo o nada.

Habían pasado dos meses desde entonces. Luego de aquella conversación con Hajime en la estación de Tokio, Natsu había abordado ese tren con destino a Miyagi y en las horas de trayecto bastaron unas cuantas llamadas para hablar con la hermana de su amigo por el departamento donde vivía, renunciar a su trabajo y sacar un pasaje de ida a Argentina para el día siguiente.

Lo estaba dejando todo sin pensarlo siquiera una vez. Su corazón latía con frenesí mientras vaciaba su placard y llenaba otra valija. Su corazón se estrujaba mientras el avión despegaba y aterrizaba en aquellas dos ciudades escala y ni hablar cuando pisó la tierra del fin del mundo. Un vuelo más de cabotaje y la ciudad de San Juan le abría las puertas dos días después de cerrar las de Miyagi —un día, si pensamos en que viajó en el tiempo debido a la diferencia horaria—

Puso el primer pie fuera del aeropuerto y se detuvo.

¿Qué es lo que estoy haciendo?

¿Y si realmente todo terminó cuando dejé la villa olímpica, dejándolo atrás?

¿Y sí ahora realmente no quiere verme?

¿Qué estoy haciendo aquí?

Estás haciendo lo que debiste haber hecho hace mucho tiempo.

Estás haciendo lo que tu corazón quiere.

Estás haciendo esto por amor.

Estás haciendo esto porque lo amas y no quieres volver a perderlo.

¿Y si ya lo perdí?

Elevó la mirada a un cielo pintado de tonos violáceos y rosados acuarela de un ocaso rodeado de nubes esponjosas que amortiguaba su perdida mirada.  Las montañas frente a ella creaban una obra de arte que la envolvió completamente.

🍃

— Éste de aquí es su abuelo Lucas, ésta su abuela Lila y ésta aquí soy yo a los seis años.

La foto en tonos sepia apenas era visible. Los ojos de los mellizos se abrieron enormes de asombro.

— ¡No puede ser! ¡Esa es Natsu!

La mujer lanzó una carcajada ante el comentario de su niño mientras la niña acercaba más su cabeza al álbum de fotos intentando encontrar similitudes entre ella y la niña de la foto.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDove le storie prendono vita. Scoprilo ora