Capítulo 66 - Él lo hizo, yo no fui

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Ambos salieron apresuradamente del hotel, William con violín en mano pues una vez encontraran la tienda de ropa se dirigirían al gran festín de celebración en la noche, para su sorpresa una nube oscura se interpuso en la mitad del camino frente a ellos y de ella emergió el espectro monocromático. Su flequillo cubrió con delicadeza su ojo y sonrió burlesco a ambos.


—¿Me perdí de algo?

—¿¡En dónde demonios estabas!? —acribilló William, deteniéndose en seco, Darien tampoco estaba de buen humor para soportar sus chascarrillos

Lysandro jugó con la sombrilla en su mano, le dio vueltas sobre el ápice y suspiró.

—¿Se te olvida que numerosas veces me vieron contigo? Estar a tu lado frente a personas que eran allegadas a ti te evidenciarían de inmediato... además... sentí un hedor muy raro...

—¿Raro?

—William... —dijo serio

Muy serio, tan tremendo que era inusual. Incluso su mirada solemne, su falta de motivación para atormentar a Darien con comentarios hirientes o acciones compulsivas contra William.

—He estado pensado últimamente... en qué pasará con nosotros. Acerca de ti, de mí, de lo que sucederá

—No tengo tiempo para tus juegos homosexuales, quita ya

—El punto es... que siento la lluvia más fría que de costumbre y ni el paraguas es capaz de hacerle frente, tú sabes lo que significa

Él no dijo nada, Darien quien miraba a los dos no sintió que debía preguntar. Pues por muy odioso y molesto que resultaba admitirlo, por primera vez... por primera y única vez estaba de acuerdo con Lysandro. El ambiente se sentía tenso, los árboles se mostraban caídos y entre sus ramas secas murmuraban una palabra inentendible. Pero era triste, lo suficientemente triste como para amargar el corazón de Lysandro.

En ese punto, parecía que no solo Darien tenía un mal presentimiento, pero William era el único que no prestaba atención, eso o pretendía ignorarlo.

—Vamos, el tiempo es valioso —William pasó a su par, golpeando hombro con hombro

Lysandro, aún con la mirada baja y las pestañas llenas de gotas se giró en su dirección, sosteniendo el paraguas para cubrirse.

—William, escucho las cuerdas, ¿puedes oírlas tú también?

El pelinegro no dijo nada y continuó su camino.

El silencio también es una manera de sentenciar, de sentenciarse a sí mismo.

Y Lysandro al obtener tal respuesta no hizo más que seguirles el paso, extendiendo su mano a las gotas que caían con suavidad. Se estampaban en el cuero de sus guantes y jugueteaban entre los huecos de los dedos.

"Interesante" se decía Lysandro. "Estoy viendo algo... interesante".

Llegaron a la tienda, no había más que unas cuantas personas. William se dirigió al anciano que era dueño del lugar y extendió de su mano la tela desgastada.

"Vendré por ella en la noche, dígame dónde se fabrica y si se vende a un cliente exclusivo"

El anciano alzó la ceja.

"¿Te crees que se soluciona de una hora a otra? Me llevará tiempo"

"Tiempo es algo que no tengo" dijo William. "Obténgalo lo más rápido posible, aunque sea mañana a primera hora, pero hágalo, por favor"

"Veré que puedo hacer"

Se retiraron, con el frenético deseo de que todos sus pensamientos oscuros tuvieran respuestas, que aquel anciano saliera y dijera "¡Sé de quién es esta tela!" la ansiedad los consumía, pero sabían que si querían llegar al fondo del asunto debían ser pacientes. La tarde cayó, los tres divagaron medianamente por la ciudad para averiguar de otras posibles tiendas, pero al final optaron por irse a la cena que Greta había mencionado. Sería en el elegante salón de fiestas cerca del teatro en donde los mejores alumnos de diversas escuelas dedicadas a la música se presentarían, para Darien seguía siendo tortuoso relacionarse con todas las personas dedicadas al medio musical.

Sonata espectral de un alma solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora