Capítulo 27 - Desolación

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Era bien sabido que la sonata desolación podía consolar aquellas almas en pena, muchos de los espectros que desataron su tristeza sobre los mortales por medio de violencia o gritos abismales fueron calmados y purificados gracias a las notas tranquilas de William Wilder. Podría decirse que el mejor ejemplo de aquel triunfo fue Kokia, el búho gigantesco que le seguía de un lado a otro y que con un solo chasquido habría de obedecerle. Aquel espectro que antes tenía la apariencia de una mujer preciosa de cabello rizado castaño y pestañas tan largas como abanicos no existía más, había renunciado a esos sentimientos amargos para seguir al violinista espectral. Y él tardó en sanarla pues su pena era cruel y despiadada, tanto así que siempre encontraba la manera de volver con más fuerza a su propietaria. Y aunque él no era correspondiente de aquellos sentimientos de duelo, podía percibir perfectamente aquella tristeza a través de sus ojos. Ningún brillo de vida, y casi inexistentes como su corazón.

Darien pensó seriamente en ello, en el momento en el que acompañó a su maestro para sanar aquel espectro. La pregunta que inicia la historia de Kokia es la siguiente.

¿Cómo consuelas a una madre en duelo? ¿Qué es suficiente para llenar el hueco que ha dejado un pequeño o pequeña? No hay, no existe nada que remedie aquel vacío.

Se le podía oír desde la distancia, gritando con pesar inmenso entre las colinas altas. Sobre los árboles frondosos y entre las rocas. Aquel espíritu amargo no podía parar de llorar, por mucho que quisiera calmarse el dolor seguía corrompiendo su corazón. William avanzó de manera discreta, evitando golpearse contra las ramas altas, miraba con cuidado el lugar donde sus pies se arrastraban. Era una zona boscosa, llena de neblina y oscura. Darien iba a sus espaldas iluminando el camino con una antorcha. Después de un largo rato entre la maleza por fin pudieron dar contra el espectro agonizante. Se mantenía cabizbaja, derramando lágrimas espesas y oscuras en el suelo como si de tinta se tratara. Entre sus brazos acurrucaba al pequeño bebé que tanto buscaban, pues la familia de aquel niño estaba desesperada después de que aquel espectro descendiera de los cielos y aterrara al pueblo, exclamando por algo o alguien. Y al ver al bebé en brazos de su madre no dudó en arrebatárselo.

—Ve despacio —dijo William en un hilo de voz

Darien asintió. Sin embargo, William pisó una pequeña rama que soltó un crujido, en cuanto lo escuchó, aquel espectro giró la cabeza con cejas enarcadas y gritó con fuerza. Alterando al pequeño bebé. De nuevo lo meció, tarareando en voz baja, pero el pequeño no podía parar de llorar. Causando más culpa en ella.

—No vine a hacerte daño... —musitó William. —quiero ayudarte...

"Vete, vete... lo asustas, lo asustas mucho..."

William inspiró profundo, a sus espaldas Darien se encontraba nervioso, temiendo lo peor. Si se alteraba, era probable que no solo los lastimara a ellos, sino también al bebé.

—De hecho, vine porque sé que puedo calmarlo...

"No puedes, no puedes... vete, vete, déjame sola... deja a mi bebé"

—Quiero ayudarte, ¿me permit-

"¡VETE, VETE!"

Y de nuevo, el bebé comenzó a llorar. Ella acarició su rostro y lo acurrucó contra su pecho.

"Shhh, shh... no te harán daño, yo te cuidaré, no llores"

Mientras hablaba, continuas lágrimas oscuras y espesas se deslizaban por sus mejillas, como pequeños ríos. La cobija del bebé se ensuciaba. Y William no tenía mucho tiempo para esperar por cualquier reacción, tenía que actuar lo más pronto posible.

—¿Cuál es tú nombre?

Pero ella no respondía, se limitaba a colocar las flores rojas sobre el rostro del pequeño. Lo acariciaba dulcemente, causando tranquilidad en el menor. Sus pequeños ojos solo podían vislumbrar el rostro de una mujer triste con grandes sombras bajo sus párpados. Tenía un rostro afligido, pero no hostil. Pese al dolor que conservaba en su corazón, se mantenía frágil... una pluma podría quebrantarla ante el mínimo tacto.

Sonata espectral de un alma solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora