Capítulo 17 - Los muertos quieren hablar

167 24 4
                                    

A pesar de no querer reconocerlo, las palabras de Darien habían causado una serie de turbulencias en la mente de William. Estar solo en esa gran mansión no era cosa fácil. Quizá al principio sintió paz mental por no tener a un niño pequeño corriendo de aquí para allá o estando todo el tiempo tras él. Sin embargo, a medida que pasaron las semanas el entorno se volvió tan sombrío y solitario como él, incluso la chimenea había dejado de producir el calor que recordaba.

Se molestaba al creer que se había acostumbrado a la risa escandalosa de Darien o incluso a su "mentor, mentor, maestro, maestro... etc, etc, etc". Su apetito había disminuido, esa larga mesa se sentía extraña por alguna razón, por lo que terminaba por levantarse a mitad de la comida, suspirar con pesadez y tirar las sobras para dárselas a algún perro de por ahí.

No todo era malo, al menos podía ensayar con más profundidad sus melodías. El arco se deslizaba de manera sofisticada sobre las cuerdas del violín y causaban un ambiente sereno, demasiado armonioso. William siempre tenía un rostro afilado con mirada profunda, sin embargo, siempre que tocaba parecía que sus ojos almendrados por unos cuantos minutos bajaban la guardia y las paredes que siempre ponía alrededor también se venían abajo. Ese era el verdadero William, un ser noble y sentimental. Entregado completamente a sus pasiones, especialmente al violín. Sus labios se alzaban con elegancia, marcando las curvas atractivas de su rostro. Y sus pestañas como abanicos se mantenían unidas entre sí a medida que la melodía se deslizaba a través de sus oídos.

Lo que empezó como una práctica tranquila pronto se transformó en una sonata salvaje, una que sacudía los vientos de un lado a otro. Se levantó de su asiento y caminó por toda su sala. Podía sentir en las yemas de sus dedos el cosquilleo y la energía, él cómo esta se transportaba en cada fibra de su cuerpo, llegaba directo a su corazón y lo hacía sobresaltar. La piel entera se le erizaba, era más surreal de lo que aparentaba. Cuando alcanzó la nota más alta similar a un chirrido, las ventanas se abrieron de par en par. Las cortinas se ondearon con la ventisca y por muy extraño que pareciera, un pequeño susurro se deslizó con ella.

"William"

Él detuvo sus movimientos y miró hacia la ventana. Las ramas se golpeaban unas con otras. Se asomó mirando de izquierda a derecha y después suspiró.

—Es el viento... —masculló de mala gana cerrando las ventanas. —Qué mal funcionamiento... tendré que mandar a repararla. O al menos, que ajusten los tornillos... jum, mejor lo haré yo... mañana

Pero en cuanto dio la vuelta una sombra negra apareció y se desvaneció tan pronto le miró a los ojos. William era un chico escéptico, pero no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa y sentir cómo su piel se erizaba, ¿Habrá sido una ilusión? O quizá... solo la sombra de los árboles del exterior.

Carraspeó y caminó de regreso.

—Es absurdo...

"William"

Sus pupilas se dilataron, pero al mirar de nuevo hacia esa voz no encontró nada. Frunció el entrecejo con evidente disgusto. Decidió no tomarle importancia e irse a su habitación. Después de todo, ¿qué podía decir o hacer? si es que "era un fantasma" no servía preguntar "¿quién eres?" eso hacían todo el tiempo en las películas de terror y terminaban muertos. Era mejor ahorrarse la preocupación y decir "bienvenido, te puedes ir en la mañana pero no me jodas"

Además, incluso si preguntara "¿quién anda ahí? ¡revélate!" sería absurdo, si él fuera un fantasma probablemente diría algo como "Soy yo, ¿quieres un sándwich? No tienes nada de comer, te jalaré los pies" o una estupidez como esa. William esbozó una sonrisa y rio al pensar en su propio chiste.

Sonata espectral de un alma solitaria.Where stories live. Discover now