9. Ashley... ¿Dónde estás?

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Anna

La, la, la...

La, la, la...

La, la, la...

Tarareaba muy contenta mientras daba vueltas en mi habitación como una bailarina. La emoción corría por mi cuerpo como la sangre por mis venas.

¡Oh, Ashley!

Si me lo preguntan... no, no es solo por diversión.

Es por orgullo, dignidad, la excitación que se produce en mí con solo imaginarla en su lecho de muerte, moribunda, me hacía saltar de alegría.

Y lo admito, la odio. Es algo que simplemente se dio con el tiempo. La detesto... Es enfermizo,  espeluznante lo que deseo hacerle con solo imaginarla.

Ella es todo lo que yo no soy, lo que nunca seré. Dejé de bailar y me dejé caer a un lado de mi cama. Tapé mi rostro con mis manos y lágrimas gruesas y firmes empezaron a salir de mis ojos. Lágrimas de rabia y odio.

Su simple presencia me hace sentir impotente. Ella es hermosa, rubia. Tiene popularidad, el novio perfecto. Tiene padres que la consienten en todo lo que quiere. Ella tiene todo lo que yo quiero.

Ella es la chica ideal. Perfecta.      

Y por eso la odio.

Le odio con todo mí ser. Tanto que duele.

Sequé mis lagrimas con brusquedad y frustrada me levanté de un tirón del suelo.

Qué oportuno el que sus padres salieran hoy por trabajo. Así han de facilitarme el mío.

Hoy es el día... el día en que por fin mis noches de insomnio se acabaran. El día en dejaré de ver su sonrisa impecable, a esos brillantes cabellos dorados cual rayos de sol, ya que en vez de eso me aseguraré de ver como la luz, ese precioso brillo, se aleja de sus ojos, cual jade. Veré su alma alejarse de su ensangrentado cuerpo mientras arrebato la vida de su ser.

Salí de mi habitación y caminé sin prisas escalera abajo. Llegué a la cocina y contemplé admirada la colección de cuchillos amolados de la alacena. Tenía una sonrisa siniestra en mi rostro ocultando lo impotente que me sentía, pero me dije a mí misma que era fuerte y no tuve que decírmelo dos veces para creerlo.

- ¿Por qué tienes cara de psicópata? – dijo Maddie entrando en la cocina y notablemente nerviosa. Sonreí aún más por ello. Me encogí de hombros.

- ¿Dónde está Ashley? – pregunté por mi víctima principal... Maddie no saldría ilesa por retarme.

- No la lastimarás... – decidí cortarla a media frase. Su voz en serio me fastidia.

- No me contestaste.

- No la encontrarás... – la interrumpí de nuevo.

- ¿Ella sigue aquí? - le pregunté notablemente molesta. Ya comenzaba a sentir mi sangre hirviendo del enojo solo por saber que esa rubia escueta sigue en mi casa.

- Mmm... –me acerqué a ella tentativamente con un cuchillo en la mano y por ende ella empezó a retroceder– Anna... ¿qué haces? - su voz temblando me llenó de una emoción increíble.

- ¿Dónde está? –rugí intimidándola y acorralándola contra la pared.

- No te lo diré...

- ¿A no? –la tomé por el cuello presionándolo peligrosamente con mis dedos y acercando el cuchillo a su rostro posicionándolo en su mejilla.

- ¿Dónde está? –volví a preguntar esta vez en un tono bajo y muy cerca de su rostro. Ella no contestó - ¡DIME!

- ¡NO! –solté su cuello y allí presioné el cuchillo, contra su delicada y pálida piel. 

- ¡DÍMELO O TE DEGOLLO! –sentía como si me hubiera poseído el mismísimo demonio... y eso me encantaba.

- ¡Estás Loca! –me empujó logrando separarme de su cuerpo lo suficiente como para recomponerse. La fulminé con la mirada e hizo algo que no me imaginé que siquiera le pasara por la cabeza. Se abalanzó sobre mí tacleándome y haciendo que se me cayera el cuchillo.

- ¡DESGRACIADA! –le grité mientras ella se posicionaba encima de mí. Ella jalándome los cabellos y arañándome con sus uñas mientras yo le pateaba el estómago tratando de quitármela de encima- ¡Quita! –le grité de nuevo, pero igual no me hizo caso, así que traté de arrastrarme saliendo de debajo de ella. Choqué con algo puntiagudo, giré mi rostro hacia el objeto y vi que era el cuchillo. Alargué la mano y lo tomé. Tiré de él y se lo enterré en el brazo lo suficientemente hondo como para que se bajara de mi regazo.

- ¡Ah! –vi la sangre correr de su brazo y una alegría enorme me inundó.

- ¿Está en tu cuarto? –no respondió- ¿En el de huéspedes? ¿En el baño? –nada- ¿en la habitación de mamá? –su cara palideció y yo sonreí.

Ashley, allá voy...




Mi hermana es una psicópata ©Where stories live. Discover now