XXV

159 33 160
                                    


No estoy muy segura del tiempo que ha pasado desde que Argus me dejó a solas, pero he calculado unas cuatro horas.

La noche ha caído desde hace rato en el firmamento, oscureciendo por completo la habitación. Solo la tenue luz de los faroles iluminan pobremente el lugar, impidiendo que me quede totalmente a oscuras. De seguro deben ser alrededor de las dos de la madrugada, aunque no estoy del todo segura. De lo que sí me he percatado es del silencio que reina en los pasillos desde hace rato. Ya no se oye ese constante movimiento que oía hace unas horas. Al parecer, la mayoría de todos esos Raezers se han ido a dormir.

Solo una cosa no ha dejado de oírse desde que desperté: el ruido del agua. Si no me equivoco, cerca de aquí debe haber alguna cascada, porque su sonido tan característico me ha acompañado durante todas estas horas.

Desde hace rato que estoy parada junto a la ventana, mirando la negrura de la noche y pensando en las distintas formas de salir de aquí junto a Miracle.

De lo que me he dado cuenta en este periodo de tiempo es que Argus es fanático de los castillos. Oh, sí, le encantan. Vaya uno a saber a quienes tuvo que matar para ocupar este lugar, porque no luce abandonado, todo lo contrario. Incluso el exterior está bastante conservado. Cuando el sol aun no se había ocultado e iluminaba todo cuanto pudiera, llegué a distinguir que la pintura blanca que decoraba su fachada no tenía más que unos pocos años encima.

Miro una vez más hacia el abajo y suelto un suspiro. Es imposible escapar de aquí, Argus me ha dejado a unos veinte pisos del suelo. El castillo es realmente grande, colosal, imponente...

Me pregunto qué estará haciendo Dylan. ¿Me estará buscando? Yo creo que a estas alturas ya debe de haberse enterado de lo sucedido. Además, estamos conectados, él tuvo que haber sentido mis emociones, o haber visto algo... No lo sé. La situación es complicada, porque por más que Dylan haya tenido una visión de mí, se le hará difícil descifrar dónde me ha traído el loco de Argus. Ni siquiera yo lo sé.

Para colmo, también estoy preocupada por mi hermano. Era Taylor quien estaba vigilando la casa antes de que me secuestraran. ¿Y si Argus le hizo algo? Seré una torpe humana, pero si se atrevió a ponerle un dedo encima sacaré fuerzas de no sé dónde para arrancarle la capa ridícula que tiene y atársela al cuello para ahorcarlo.

Ya quisieras.

Ya quisiera...

De repente, mirando distraídamente, mi corazón pega un pequeño brinco en mi caja torácica cuando me encuentro con un... ¿brazo? No, dos brazos. Estos se asoman por una ventana como la mía, a unos dos pisos de aquí. Observo detenidamente que, al igual que yo, parece estar mirando el paisaje arbóreo ennegrecido por la oscuridad de la noche. Sus brazos son delgados y están cubiertos por las mangas de una camiseta azul. Miracle llevaba una camiseta azul cuando Argus la arrastro a mi cuarto.

No debería... pero tampoco quiero quedarme con la duda. Necesito confirmar que sea ella.

—Miracle —la llamo en un susurro. Se supone que debería oírme sin ningún problema.

Y dicho y hecho, su cabellera rubia es lo primero que veo cuando asoma su cabeza. Como la ventana no es tan grande y está a sus buenos centímetros del suelo, lo único que veo de ella es su cabeza asomarse, portando en su rostro la misma expresión de sorpresa que la mía. Una repentina alegría me inunda el cuerpo al ver que está bien.

—¡Caitlin! —intenta mantener el mismo tono de voz que el mío, pero se nota a leguas que le cuesta. De seguro se está aguantando las ganas de gritar tanto como yo.

—¿Estás bien? —le pregunto preocupada.

Ella deja pasar unos segundos antes de responder.

—Sí. Tengo mucho miedo.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloWhere stories live. Discover now