IX

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No puedo creer que Taylor me haya ocultado una cosa así. Mi hermano, mi propio hermano siempre estuvo al tanto de la existencia de estos dos seres que una vez yo creé. ¿Tiene algún sentido eso? Claro que no. Nada tiene sentido a estas alturas.

Lo que no puedo entender es qué rayos me está diciendo. ¿Qué yo maté a Jill? ¿De qué está hablando? Él mismo la ha visto a lo largo de estos días, inclusive hoy. No comprendo su brusco cambio de humor. Las cosas entre nosotros estaban bien antes de bajarme del coche que él mismo condujo hasta la puerta del instituto. ¿Qué mosca le picó?

—¡Dime! ¡¿Por qué mataste a Jill?! —vuelve a gritar, presionando cada más mis menudos hombros.

Sus ojos azules chispean de una rabia jamás vista en él. Taylor suele ser una persona bastante pacífica, es difícil hacerlo enojar. Aunque estos últimos días sus actitudes podrían poner en duda eso.

Mis hombros comienzan a doler y Taylor no es capaz de percibirlo.

—Me lastimas —le digo entre dientes, intentando apartar sus manos que se han agarrotado a mi cuerpo.

—¡Dímelo, maldita sea! —ruge, zarandeándome como si fuese una máquina expendedora que le acaba de tragar el único dólar que tenía a mano.

Su pecho sube y baja al ritmo de su agitada respiración, preso de un ataque de una ira incontrolable.

Repito, jamás lo había visto tan furioso. Puedo sentir toda su ira y tensión emanando por todos sus poros, flotando como una densa neblina a su alrededor.

Dylan es el primero en correr hasta nosotros.

—¡Suéltala, Taylor! —le ordena, sujetando uno de sus brazos.

Kyle también se pone de pie, esperando el momento perfecto para intervenir.

—Acabaste con ella como si no valiera ni una mierda —me dice de frente, rechinando sus dientes—. Le diste una muerte que no se merecía. Me la arrebataste de la peor manera y jamás te perdonaré por eso.

Cuando creo que mis huesos no resistirán más, él afloja su agarre. La mirada de odio que me comparte se clava como un puñal en mi pecho.

Con el corazón en la boca, lo veo alejarse hacia la cocina. Abre el refrigerador y toma una botella de agua.

—¿Estás bien? —me pregunta Dylan, que no se ha movido de su lugar.

Regreso la vista hacia él y me doy cuenta de que está a solo un paso de mí. Estoy a un paso de su perfecto rostro. Él también se percata de eso y reacciona de una forma que me deja completamente desencajada. Su gesto se endurece y se aparta de mí como si mi presencia le causara rechazo. Se da la vuelta y toma asiento en una de las sillas que hay junto a la mesa, colocándose de frente al respaldo.

—Oye, Caitlin, tu disfraz luce muy real. ¿Cómo hiciste para que la herida siga sangrando? —pregunta Kyle, acercándose para ver más de cerca mi abdomen.

Yo no hice eso...

Miro hacia abajo y me sorprendo al ver en mi vestido un gran manchón de sangre, que lentamente va tomando terreno.

Me toco el vientre ante los estupefactos ojos de todos, buscando alguna herida, o alguna señal de dolor que me indique de donde proviene toda esa sangre.

—No es sangre —dice, de pronto, Taylor—. El olor, no es el mismo.

Claro, y él puede olfatear eso desde su posición. No lo creo.

Claro que puede, es un Raezer.

—Tienes razón —concuerda Dylan con mi hermano.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloWhere stories live. Discover now