VII

167 46 266
                                    

Cierro el grifo de la ducha y envuelvo mi cuerpo alrededor de una toalla.

Ahora todo es más fácil desde que me quitaron el yeso hace dos días. Bañarme, cambiarme, dormir, todo es mucho más cómodo.

Incluso ir al baño.

Sí. Gracias por aclararlo, hacía mucha falta.

Lo único que me apena es no haber podido ver a Aristeo ese viernes en el hospital. Aparentemente pidió el día por un asunto familiar. Su amigo Dean fue quien me atendió, fue muy amable conmigo. Me agrada ese muchacho.

Llamé a Aristeo al salir de la consulta, estaba preocupada por él. Me dijo que su pequeño hermano Vincent había enfermado. El niño estuvo toda la noche con fiebre, y ¿qué mejor que él para cuidarlo? Me encanta que se preocupe de esa forma por su hermano, eso me da una idea de como sería con su propia familia el día de mañana.

Hoy ya es domingo y con Aristeo no nos vemos desde el día que me acompañó a la tienda de disfraces. Admito que lo extraño, aunque tampoco quiero estar encima suyo las veinticuatro horas del día.

¿Debo malpensar eso?

¡No, por Dios!

Haciendo a un lado esos pensamientos, salgo del baño y voy hasta mi cuarto para empezar a prepararme. En un rato debería estar en el instituto, donde se celebrará la dichosa fiesta de Halloween. Hace aproximadamente dos horas estuve allí con mis amigas y el resto de mis compañeros para encargarnos de la decoración.

Tomo el secador de cabello para empezar primero con mi pelo. Debo peinar un poco mis ondas para poder llevarlo suelto. Ya luego tocará el turno del maquillaje, y por último el vestido.

Al cabo de una hora, alguien toca la puerta mientras intento subir el cierre de mi vestido.

—¿Se puede? —la voz de mi madre en este preciso momento es música celestial para mis oídos.

—¡Sí! Gracias a Dios, mamá. Ayúdame con el cierre, por favor —le imploro.

Ella se acerca con una sonrisa al verme casi lista. Se coloca detrás de mí y me sube el cierre sin ningún problema. Cuando termina, coloca su barbilla sobre mi hombro y me mira a través del espejo en el cual me veo reflejada.

—Estás hermosa, cielo —me dice justo cuando un hilo de sangre falsa cae desde mi brazo al suelo, manchando la alfombra—. O eso creo...

—¡Mamá! —intento sonar ofendida, pero me termino riendo junto a ella.

Sí, he quedado muy... zombi. Una novia zombi, mejor dicho. Me he pintado unas pronunciadas ojeras bajo los ojos y me he hecho algunas heridas falsas en brazos, piernas y cuello; una de ellas sube por mi mandíbula y termina sobre mi pómulo derecho. Les aseguro que de lejos se ve muy real.

Entonces les diremos a todos que nos miren a cinco metros de distancia.

Podría ser una opción, pero por suerte el sitio estará muy poco iluminado, eso le dará ventaja a mi maquillaje.

Mientras mi madre mira, aprovecho para echar sangre encima del vestido, en el velo y sobre el ramo de flores que Aristeo decidió regalarme. Y aun me queda más de ese líquido viscoso por usar, pero me guardaré el otro pote nuevo, que es más pequeño, por si en algún momento voy al baño a retocarme. Yo no uso labiales ni polvo, sino sangre. Mucha sangre.

—¿Y esas zapatillas blancas? —pregunta mamá extrañada.

No me he puesto tacos porque estoy segura que me los sacaré apenas empiece a bailar. No me resultan para nada cómodos, solamente los uso para cumpleaños y solo si es muy necesario.

CAITLIN | LIBRO II ~ Amor ParaleloWhere stories live. Discover now