Capítulo 32

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Antes que nada y primero que todo, felicidades chicas/os, hicieron los mil comentarios. Disfruten, se lo ganaron :)


Eloah definitivamente no es mi persona favorita en el mundo (es mi madre, en realidad), pero sonrío como una idiota al verlo hacer un ligero movimiento de cabeza, indicándome que me acerque a él. Podría decirle que no necesito su permiso, que no voy a correr en su dirección como una tonta enamorada (lo que no soy), pero...

Sus ojos negros brillan como si me hicieran una proposición indecente, así que avanzo entre la gente que, según Oksana, son sus consejeros. Todos me abren espacio y bajan la cabeza con respeto, pero no me causa ilusión, no teniendo frente a mí a Eloah Kozlov.

Mi esposo me mira el torso como si le gustara verme diferente, no voy a andar con mierdas de modestia, me veo fantástica estando embarazada, puedo comprobarlo en la mirada que me dedica el Boss al registrarme de pies a cabeza con verdadera lujuria.

No me atrevo a tocarlo cuando me detengo frente a él, miro sobre mi hombro, las personas siguen dentro, hablan entre ellos, Oksana dirige la salida. Contengo un suspiro al sentir un par de dedos rozar mi mandíbula, me empujan muy suavemente a voltear para verlo a los ojos.

―Me estás mirando raro ―lo acuso con nerviosismo, siento mi pecho vibrar como si fuera un gato.

―No creo poder follar contigo si te sigues viendo tan inocente ―, presiono los labios para no reír, pero no sale del todo bien. Me agrada la forma en que me está viendo, tengo que admitirlo, pero el hecho de que sea el Boss de la mafia rusa se siente como una barrera invisible entre nosotros.

Aunque me bese, aunque follemos y nos revolquemos en la cama, siempre está esa limitación, y se siente como la mierda porque solo me recuerda el final de todo, y no puedo cambiarlo, no puedo dejar libre al mayor asesino que he conocido.

―Te extrañé ―digo y espero que se sienta como una mentira, pero no es así. Me sentía sola, ahora ya no.

―¿Estamos siendo sinceros? ―Alza una de las comisuras de sus labios.

―Eso parece ―murmuro de mala gana.

―Te extrañé tanto que tu recorrido a la ciudad tendrá que esperar ―, sus labios se presionan contra mi mejilla, contengo la respiración, sus manos me toman por la cintura con el propósito de acercarme más a su cuerpo, lo logra sin ningún tipo de dificultad.

―Está Oksana... ―gimoteo con las mejillas ardientes. No me gusta hacerle daño, ella es tan buena y amable, me ayudó incluso sabiendo que el hombre que amaba iba a pertenecerme de tal forma que jamás la volvería a tocar, incluso así, cuando muchas mujeres hubiesen hecho todo lo posible por impedirlo, ella me ayudó y sonrió en medio de la miseria.

―¿Y? ―cuestiona, pestañeo con aturdimiento al sentir sus labios dejar un beso húmedo sobre los míos.

―Esto le hará daño ―indico muy bajito.

―Quiero besar a mi esposa, ¿no debería porque está presente una mujer que no he tocado ni mirado de forma sexual desde que firmé el contrato de fidelidad? ―Dejo caer los párpados en cuanto deposita otro beso en mi boca, esta vez acompañado por un toque de su lengua en mi labio superior.

―Creí que la querías, al menos como amiga ―musito con los ojos fijos en sus labios carnosos.

―No más de lo que quiero comerte la boca ―gruñe, y podría tener algo más que decir, pero sus dedos se hunden en mi cabello, acuna mi nuca con la palma de su mano de tal forma que roza mi cuero cabelludo con sus yemas, eso me hace gemir cargada de satisfacción.

El diamante de Dios [#3]Where stories live. Discover now