Capítulo 35

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Roman


Los hermanos Kozlov y yo tenemos historia. Mijaíl nunca me habló de frente, solo gruñía en mi dirección, Andrey era tan desagradable como un loco lo puede ser, Kingsley y Daniell eran sombras, nunca quisieron saber de mí y yo tampoco de ellos, pero Eloah... Ese hijo de puta.

―Espero que sea importante ―, dejo de golpe mi chaqueta en el sofá, Eloah está sentado tras su escritorio.

―Tú y yo sabemos que no soy idiota, Kovalev ―pronuncia sin mirarme, meto las manos en los bolsillos de mis jeans y miro a mi alrededor, la oficina es espaciosa, y la verdad no sé por qué esperé entrar y verlo con mujeres encima. Es lo que estaría haciendo el antiguo Eloah, buscando placer sin poder encontrarlo del todo.

Después de todo, no somos tan diferentes.

―Comprendo que esto tiene que ver con Artemisa ―, sus ojos se alzan con seriedad absoluta, le devuelvo la misma expresión.

―Necesito que mates a Siena ―dice sin rodeos, miro por un momento el techo blanco, libero un suspiro y avanzo un par de pasos en su dirección. La pelirroja pegada a la pared se tensa.

―Te tiraste a Siena, me dijo que se encontraron cuando te hiciste Boss.

―No ―gruñe y mira a Oksana con frialdad―. Ni una palabra de esto, sin expresiones ―le advierte, ella mueve la cabeza con esa estúpida mirada de perro adiestrado. Eloah gira para verme de frente―. Me la encontré cuando obtuve el puesto, como debes de saber, tras conseguirlo me pidieron el primer sacrificio.

―Algo supe, sí ―, recojo una silla y me siento frente a él, hace un gesto y la pelirroja comienza a servir dos copas de whiskey―. Las malas lenguas vincularon a tu hermano favorito.

―El círculo de Dimitri seguía teniendo poder, no podía desafiarlos de inmediato, me pidieron asesinar a Mijaíl ―explica sin demasiado ánimo―, le di un buen susto, suficiente para que huyera.

―Supuse que no querrías matarlo, me pregunto todavía si me matarías a mí ―bromeo, sus ojos se entrecierran con desdén―. Bien, lo de Mía te puso mal, lo entiendo.

―Lo de Mía acabó con la amistad que tú y yo teníamos ―me sisea.

―Sigo dolido ―miento y recibo la copa que me ofrece la pelirroja―. ¿Qué tiene que ver esto de Mijaíl con Siena?

―Llegó una semana después, estaba planeando un ataque silencioso para derrumbar el círculo de Dimitri ―, frunzo las cejas, Siena decidió alejarse de las mafias, y es lo suficientemente asquerosa como para querer estar cerca de mí, pero de Eloah...

―Quería poder ―intento adivinar.

―Creía que no tenía esposa, supondré que se enteró y por eso movió los hilos para ir a la central rusa ―, muevo la cabeza, ahora comprendo su enorme entusiasmo por arruinarle los planes a Eloah, "estoy de tu lado" me dijo cuando hablamos por celular―. Y sabes bien las capacidades que tiene la perra, se me lanzó encima como un animal.

―No me digas ―gruño con los ojos puestos en el escritorio. Eloah no necesita decirlo, Siena siempre ha tenido métodos extraños, desde que la conocimos siendo niños, a veces se bañaba la lengua con poderosos sedantes.

―¿Por qué la recibiste allí? Es peligrosa para Artemisa.

―Oh, no vayas a decir que te importa ―me burlo y bebo un trago largo de whiskey, Eloah tensa la mandíbula, dejo de beber y entrecierro los ojos―. No puede ser, ¿ella? Si la vieras en las fechas navideñas la confundirías con un duende repartidor de galletas, no puede gustarte Artemisa Meyer ―, libero una carcajada seca.

El diamante de Dios [#3]Where stories live. Discover now