Capítulo 1

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Siento mi cuerpo estremecerse debido al frío de la habitación, es como si el mundo se hubiese detenido en medio del invierno, decidiendo que la crudeza de este es la mejor forma de incrementar mi dolor. Toso con debilidad y me llevo los dedos a la boca de inmediato, el sabor metálico baña mi lengua, un líquido cae por mi comisura, por lo que alejo la mano y miro mis yemas manchadas con rojo carmesí.

―Maldita sea ―susurro con una mueca de temor, llevo ambas manos a mi abdomen y me dedico a presionar la prenda de ropa contra la herida abierta, llevo intentando parar la hemorragia un par de minutos después de recibir una no muy grata bienvenida.

El Boss me llevó directamente a una oficina que tiene en este horrible lugar, charlamos como dos verdaderos enemigos, hasta que me golpeó con su jodido bastón y solo se detuvo cuando vio la sangre.

Y... joder, me trajo Mijaíl, el verdadero Mijaíl. Un hombre enorme, de rasgos duros y ojos cansados, no el maldito sujeto de ojos negros al que estúpidamente llamar "dios de la muerte". Puede ser el dios de mi dedo medio levantado.

Mijaíl dijo que no me preocupara, que traería un doctor, pero está tardando el hijo de puta. No tengo problemas con él... bueno, sí los tengo, estoy odiando a todos los rusos, sean mafiosos o no.

Escucho un suave toque en la puerta antes de ser abierta, miro sobre mi hombro pues estoy dándole la espalda, y de inmediato me hago pequeña al ver el rostro de mi peor pesadilla.

―Largo ―siseo, pero me ignora monumentalmente. Una mujer pelirroja lo sigue, es preciosa, como un arma afilada capaz de cruzar muros enteros, camina casi como si estuviera sobre las puntas de sus pies, y me sonríe suavemente con mucha curiosidad en sus ojos.

―Prepárala ―indica el maldito hombre que me da la espalda para abrir el armario y sacar no sé qué. Me pongo alerta cuando la chica se acerca, evalúo su ropa en busca de algún arma, pero no lleva nada encima.

―Permiso ―sonríe y me quita la camiseta que encontré, evalúa la sangre por un segundo, antes de presionar―. Mi señor, es mucha sangre ―dice sin mirar al pelinegro que sigue tomando instrumentos del armario.

―Es una teniente ―comenta él y entrecierro los ojos―, lo soportará.

Miro a la pelirroja, me alza las cejas como si pensara lo mismo que yo: él es un idiota. Dudo, pero le permito subirme el vestido a la cintura, descubriendo mis caderas y mi abdomen, dejándome solo con la braga que llevo debajo. Para eso quita la camiseta, pero la vuelve a presionar enseguida en la herida, siseo ante el dolor e intento reprimirme, pero termino tosiendo más sangre.

―Tranquila ―susurra, girándose y tomando papel para limpiarme el mentón y las comisuras. La miro con desdén antes de ponerme en alerta pues Eloah Kozlov voltea y se acerca a la cama, toma una silla del rincón de la habitación para sentarse a mi lado.

―Oksana, puedes ir fuera ―asegura él, me fijo en cómo ella mantiene la cabeza baja, con los ojos puestos en el piso.

―Como desee, mi señor ―replica con un tono educado―, estaré vigilando la puerta, por si llega a necesitarme ―, él no responde, solo se quita los anillos de los dedos mientras veo cómo la pelirroja se va, dejándome todavía más nerviosa.

Observo sus manos, tiene leves cicatrices que incluso los tatuajes no pueden ocultar, lleva anillos, los deposita en la mesa de noche con sumo cuidado, miro con atención las joyas mientras lo escucho hacer no sé qué. Hay un anillo negro con grabados blancos que le dan un aspecto peligroso.

El diamante de Dios [#3]Where stories live. Discover now