Capítulo 2

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Alzo la mirada con molestia al oír un suave golpeteo en la puerta, miro las sombras debajo y maldigo no poder saber si es de día o de noche, no hay ventanas en esta habitación y llevo encerrada ya demasiado tiempo, Eloah vino a poner los huesos de mi mano en su lugar y se marchó enseguida, luego vino Queenie por un rato, para finalmente tener un hombre de ojos grises dándome gracias con recelo en su voz.

―Pasa ―ladro con desconfianza, pero mis vellos se erizan en cuanto veo el rostro guapo de Mijaíl, sus ojos marrones verdosos, su cabello oscuro y sus rosados labios carnosos.

―Vine a dejarte ropa limpia ―explica, avanza un paso con algo de indecisión―, permiso ―añade, con un suave empujón a la madera cierra la puerta a su espalda.

Le dedico una mirada de advertencia y vuelvo a comer la asquerosa papilla de avena que me trajeron hace un rato dos mujeres que, por lo que vi, eran esclavas. Lo vigilo mientras deja las cosas sobre la cama y se acerca a tomar todos los instrumentos médicos que ya no estoy necesitando.

―Eloah vendrá en un rato ―me dice con calma.

―¿Ah sí? ―Mis alertas se encienden―. Pues dile que se pudra, no lo quiero aquí.

Sus ojos se quedan fijos en mí, no se mueve ni un poco en tanto parece estar controlando algo, noto cómo sus músculos se tensan.

―¿Qué? ―cuestiono.

―Nada ―responde con menos amabilidad que antes. Termina de meter todo en una bolsa y se marcha tan rápido como llegó. Frunzo las cejas y miro mi brazo, he estado rasguñando mi piel en líneas con los días que creo llevar en este lugar, según mi percepción ya es una semana.

Froto con molestia mi cuello, sigue herido en la zona donde solía estar el chip rastreador, lo mismo en mi glúteo y el del tobillo.

―Buenas noches ―me saluda alguien, casi tiro todo al piso ante la intromisión, miro con fiereza al responsable.

―Largo.

―Qué linda que eres ―comenta, cerrando a su espalda. Andrey Kozlov avanza y se lanza en la cama, a mi lado. Sus ojos celestes me observan con diversión.

―¿Qué quieres?

―Charlar, me aburro ―explica como si no fuera la gran cosa―, ¿te han dicho que tienes unos ojos sorprendentes? ―Lo ignoro y vuelvo a comer, pero él tararea una canción en tanto pone sus manos tras la nuca, estirándose en la cama.

―Maté a tu mamá, ¿qué quieres de mí? Porque sé que me odias ―gruño y suelta una carcajada.

―Teniente, esto apenas comienza. Mi padre se encargará de todo, yo solo observaré, porque no te odio, solo te desprecio ―, le dedico una mirada de soslayo.

―¿A qué te refieres con "se encargará de todo"? ―cuestiono y sonríe con malicia.

―Él va a hacer que supliques estar muerta, va a comenzar por... ―La puerta se abre de golpe, Andrey cierra la boca y yo intento quitar mi expresión atemorizada, lo consigo fácilmente al reconocer al hombre, mi temor cambia por una infinita rabia.

―Largo de aquí, te dije que no te quería rondándola ―gruñe Eloah a su hermano, Andrey se levanta como si se tratara de un gran sacrificio y camina a la puerta.

―Suerte, teniente ―canturrea, causa un escalofrío en mi cuerpo. Apenas cierra a su espalda me preparo mentalmente para controlar mi rabia, en especial cuando Eloah se acerca y toma algunas cosas del armario que mantienen cerrado con un candado.

Aparto el plato, dejándolo en la mesita de noche, preparada para luchar cuando se acerca y se sienta en el borde de la cama, acomodando los algodones y frascos raros.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora