Comenzó a reírse el solo y yo pasé por desapercibida, gracias a dios.

Apareciste de la nada y me guiñaste un ojo para después ayudarlo con las compras y me puse de pie para saludar. A pesar de todo lucías relajado. Les hubiese ayudado pero tenía miedo que mis piernas me traicionaran, me disculpo.

-Papá, ella es Morin –en cuanto me vio, su semblante cambió y se disculpó incontables veces diciendo que era una broma familiar. Ahora sí me había relajado pero me sentía un poquito mareada.

Era extraño porque nunca me habías presentado a tus padres (realmente nunca se había presentado la ocasión) a pesar de que no era la primera vez que visitaba tu casa y sabía en qué cajones estaban los tenedores y en dónde estaba el baño... vaya que no era la ocasión que esperaba.

Y sin querer, me había quedado para la cena.

Esa tarde conocí mejor a tus padres y lo único que pude pensar fue en lo conservadores que son. De verdad, Ed, ahora comprendo muchas cosas. Toda la tarde tuve miedo de derramar la copa de vino que tu padre nos había ofrecido (como buen catador de vinos), comí con la boca cerrada (es más, ni comí) y traté de no poner los codos sobre la mesa.

-Edward quiere estudiar literatura —dijo tu madre orgullosa mientras nos servía el aderezo.

El hecho de que habíamos bebido brandy, que tu padre nos sirviera vino y que el aderezo tuviera sidra, me hizo subir de nivel. Yo me sentía recontenta.

-Y tú, Morin, ¿qué tienes en mente? No será que eres de esos jovencitos liberales que... –me quería reír.

-Papá... —no sabía qué hacer o decir, yo sólo me quería fundir en la silla. Lo único que sí sabía era que no tenías de qué preocuparte, los padres pueden llegar hacer un poquito bruscos.

-Quiero algo que me deje muuucho dinero... –«dRogAsss» pensé, pero como aún estaba cuerda me aclaré la garganta y corregí -quiero decir, veterinaria o bióloga —me llevé un bocado a la boca en protesta de que ya no me preguntaran nada.

Te miré se soslayo y pude notar que la combinación de todo también habían causado un poquito de efecto en ti, no tanto como a mí pero estabas colorado.

-Qué bueno que Ed ya tiene amigos –no supe si tú mamá me sonrió o me miró mal porque estaba perdida en el cristo de la mesa.

Silencio.

Te pido disculpas pero no podía dejar de ver el cristo crucificado que tenían en medio como centro de mesa. Estoy segurísima que si Ezra hubiera estado ahí hubiera dicho algo como "Cristo crucificado, ¿de verdad? No me diga..." incontable veces.

-Ay, –me  quejé por lo bajito y te volteé a ver para buscar en tu mirada el motivo del golpe que me habías metido por debajo de la mesa -¡oye!

-Y sobre todo amigas –volteamos a ver a tu madre quien nos guiñó un ojo curiosa.

-Emmm sí, jajaja.

-Sí, Moo es una buena amiga así que no digas cosas raras –agachaste la mirada mientras te rascabas el cuello. Yo me limité a asentir con la cabeza con una gran sonrisa en el rostro. Por cierto, sí capté tu indirecta de "Morin, tu tampoco digas cosas raras, por favor".

En cuanto terminamos de comer (y sobre todo de agradecer a tu madre por la comida, la cual se había sacado un diez de diez) habíamos propuesto ir a tu habitación para matar tiempo.

-Se puede saber por qué diablos me pateaste –susurré camino a las escaleras.

-Casi te gastas al cristo de la mesa con la mirada –reprochaste en un susurro también -y no te pateé... nomás fue un golpecito.

-Un golpecito, sí claro –dije ya en voz alta.

-Ssshh–me chitaste y agregaste muy cerca de mi oreja -allá nos quedó un cuarto de botella.

-Ssshhhhhh –te chité más fuerte -no digas mama...

-Edward, ¿no le piensas ofrecer postre a Morin? –tu madre enjarrada desde la entrada de la cocina viendo nuestro show.

-Emmm sí, ma –te dirigiste hacía ella -lo voy a llevar a la habitación –me quedé parada a mitad de las escaleras sin saber qué hacer, sin subir ni bajar. Desde el otro lado, vi a tu padre cruzar hacia la sala así que decidí que era mejor seguirte a la cocina tratando de no tropezar.

-Me alegro que hayas venido, de verdad –nos tendió un plato a cada quién con pastel de zanahoria.

-Muchas gracias –sin saber qué más decir me limité a sonreír.

-Mamá... –te pusiste rojo.

-Es que casi no trae chicas a la casa –me susurró, y yo me tuve que agarrar de la tabla de la cocina para no irme de lado.

-Shhh, ya, ya, nos vamos –me tomaste del brazo y me dirigiste hacia las escaleras.

-Soy la fan número 1 de tu mamá –bromeé mientras soltaba una risita ahogada.

-Cállate, no empieces.

Una vez en tu habitación y ya calmados, habíamos decidido que Sleep Walk de Santo & Johny sería nuestra canción.

Cuando Ezra iba, se tendía en tu cama para leer un cómic de tu gran colección mientras tú y yo nos botábamos en el suelo, esperando a que atardeciera para salir descalzos a la terraza de tu habitación. Te había confesado que me gustaba sentir el calor que el suelo emanaba en verano y desde esa entonces decidiste hacerlo también, así que nos quedábamos descalzos esperando a que el sol se ocultara, tratando de adivinar la siguiente canción en la radio.

-Esa canción me pone feliz pero también me da ese nosequé...

-Melancólico.

-Oh –parpadeé y repasé mejor mi respuesta -pensé que era la única.

Por primera vez reprimí lo que sentía. Lo que quería decir realmente era que esa canción me ponía melosa, que me daban ganas de dedicársela a alguien (¿qué? pensabas que diría que quería dedicártela a ti, pues sí pero ya no) sin pensar en las consecuencias, y tú hacías que mi corazón latiera salvajemente.

Sin malas intenciones comencé a balancearme lentamente de un lado a otro, ya sabías que me gustaba bailar y que las lentas eran mis favoritas. Qué te digo, aunque casi nunca lo admito ya sabes que me gusta ser romántica. 

Sin pedírtelo tomaste mi mano y comenzaste a bailar conmigo. Nunca había deseado bailar con alguien hasta que te conocí.

Esa tarde fue especial porque fue donde me di cuenta que estaba enamorada de ti pero estaba dispuesta a callármelo hasta la tumba y no porque supiera algo, (para ese entonces todavía no sabía tu secreto) simplemente lo hice porque en el fondo tenía miedo. Lo que sentía era serio e iba en serio.

-Esa será nuestra canción —susurraste y  aunque no pudiste verme, sonreí. En mi mente ya lo había pensado. No exactamente así, pero si la escuchaba no podía pensar nada más que en ti, con la mente perdida en algún pasillo de la biblioteca.

Para cuando dieron las 8, me llevaste a mi casa con la excusa de que te daría el discman.

Toda la noche me la pasé reviviendo nuestra estropeada tarde, en como nos reímos y bailamos descalzos... En cómo se te habían esfumado las ganas de confesarme lo que me tenías que confesar.

Cuando vivía con la esperanza de todo sin importar que nada sucediera.

No me lo confieses [Ed Sheeran]Where stories live. Discover now