13.

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Al principio de la noche, maldigo a Dani por haberme dejado más espacio del que realmente quería. Aunque me queje de su presencia a veces, en estos momentos, me gustaría estar con él todo el rato. No conozco a nadie, y no entiendo por qué me tiene que dejar a mi bola en una fiesta donde nadie me resulta familiar.

Me dedico a salir al exterior, y busco con la mirada la barra en la que se haya la bebida. Sonrío y me acerco. Hay una pareja que no para de enrollarse mientras se echan un cubata, y suspiro alegremente cuando al fin se van.

Rebusco entre las cervezas y tintos, algo que me apetezca beber. No encuentro nada apetecible, y me estoy muriendo de sed. La verdad es que beberme un vaso de agua delante de todo el mundo, es un poco penoso y ridículo. Pero seguramente estén todos ciegos, emporrados o saber qué.

Mirando a todos lados, como si fuese a cometer un delito, extraigo una botella de agua de la nevera que hay, y me echo un poco en un vaso. Me lo bebo al trago.

— Guau.—oigo detrás de mí. Me giro y me encuentro con una chica de pelo rosa. Lo lleva por los hombros y le queda bastante bien. Sus ojos son azules claros y su tez blanca—. ¿Cuántos llevas?— me pregunta, dándole un trago a su bebida marrón.

— Uno.—respondo tímida—. En realidad es agua, tenía sed y no he podido evitar beber—.Me sorprendo ante mi capacidad de sincerarme y darle explicaciones sin siquiera habérmelas pedido.

— Tranquila, no te preocupes.—me sonríe y me ofrece su vaso—.¿Quieres un trago?

De repente, la vocecita de Dani advirtiéndome que tuviese cuidado me atormenta. Me llevo las manos a la cabeza y ella se acerca preocupada.

— Ey, ¿estás bien?—su amable gesto me transmite seguridad. No me apetece pasar el resto de la noche sola, así que será mejor que comience a relacionarme. No parece mala gente, ni una yonki. Además, juzgar sin conocer es de mala educación. 

— Sí, claro.—le sonrío y le cojo el vaso de la mano—.¿Puedo?

— ¡Claro, nena!— me anima. Le pego un buen trago y me sienta mejor de lo que me esperaba—.Está bueno, eh. Es Brugal con cocacola.

— ¡Anda pero si es mi cubata favorito! —exclamo sorprendida—. ¿Dónde me puedo echar uno como estos?

— Quédate el mío, mientras voy a por otro.—me lo ofrece amablemente.

— No, de verdad. Prefiero echármelo yo, y así me lo cargo un poco más.—le devuelvo el vaso. 

— ¡Esa es mi chica!— aplaude—. Por cierto, yo soy Sheila. 

— Irene.—me presento, dándole un pequeño abrazo.

— Genial Irene, pues vayamos a prepararte ese cubata. 


Cuando entramos a la casa, nos dirigimos a la cocina, donde se encuentra la otra barra libre. Tanto la cocina como el comedor, está abarrotada de gente bailando. La música sale de unos altavoces que tiene Miki colgados en la pared, justo donde se encuentran las escaleras. También hay luces de colores que adornan el ambiente, ¡parece una discoteca de verdad! 

Al llegar a la cocina, nos encontramos a una chica vomitando en una esquina, mientras una le sujeta su largo pelo para no manchárselo. Reprimo unas arcadas y me limito a centrar mi mirada donde se hallan todas las botellas de alcohol alineadas en una estantería.

— ¡Primero tienes que ir a por los hielos, están en el trastero! —me chilla Sheila mientras mueve sus caderas al ritmo de la música—. Se va por allí—.Me señala unas escaleras, y asiento—. Voy al baño. Nos vemos aquí.

Y me terminaste buscando #3Where stories live. Discover now