20.

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Llevo toda la mañana dándole vueltas a lo mismo: la toxicidad. Es increíble cómo una palabra puede escocer tanto con solo nombrarla. Lo que entiendo aún menos es cómo Juan ha llegado tan lejos con Eva. El maltrato psicológico me duele más que unos cuernos. Pienso que estos últimos serán un adorno del que reírte en un futuro próximo, incluso bromear acerca de ello cuando el tema ya no te duela. El maltrato psicológico no tiene arreglo tan fácilmente.

¿Cómo bromeas, e intentas sacar algo bueno de algo así? Sin duda, es complicado superarlo. Pero peor aún es dar el paso para contarlo, y Eva no puede liberarse de algo que la mantiene atada aún. Que la mantiene callada.

— ¿Irene?— una voz desde la puerta de mi cuarto consigue hacer que todos los pensamientos se esfumen.

Me giro mientras coloco el cojín que faltaba por poner en la cama, y permanezco en mi sitio mientras Jesús entra a mi cuarto.

— Podrías llamar.— le sugiero, aunque más bien por el tono de voz le obligo.

— Ya he entrado, no voy a salir para volver a entrar.— dice seguro de sus palabras.

— Oh, claro que lo harás.— asiento con mi cabeza y le invito a abandonar mi habitación. Abre la boca para quejarse pero decide que es mejor obedecerme.

Cuando se encuentra fuera de mi cuarto, pone los ojos en blanco y llama a la puerta. Me alza la ceja para decirme con la mirada si puede pasar ya, a lo que asiento divertida.

— No tengo mucho tiempo.— no tengo ganas, más bien. Seguro que me dará el sermón del año por el ciego de anoche.

— Solo quería ver si estabas bien.— mira a su alrededor para observar la habitación—. Vaya, no ha cambiado.

Apuesto a que está recordando cada uno de los momentos que hemos pasado juntos en cada rincón de esta habitación. En otro momento, me hubiese afectado, pero ahora me siento más fuerte que nunca.

— Te equivocas.— le corrijo—. Yo he cambiado.— le suelto, poniendo más énfasis en el pronombre personal. Si piensa que va a despertar en mí pena y deseo para volver a estar juntos, o a intentar algo, va por mal camino.

— Anoche te propuse una cosa, pero seguro que no te acuerdas.— ignora mi información. Se dirige a la cama y se sienta en ella, fijando la mirada en el suelo. Juguetea con sus anillos mientras carraspea para volver a hablar—. Quiero que me des una última oportunidad, solo te pido una semana. Quiero que me dejes pasar tiempo a tu lado sin cuestionarme nada, solo durante siete días. Cuando se acabe ese plazo de tiempo, si quieres despareceré de tu vida para siempre.

Me parece increíble que esté diciéndolo en serio. No puedo evitar reírme, y me entra la tos a los pocos segundos.

— Tengo una idea mejor aún.— sus ojos brillan de esperanza, hasta que añado lo siguiente —: qué tal si empezamos por el final. Desaparece.

No le doy la oportunidad para debatirme, ya que salgo de la habitación antes de que abra la boca. Mis ideas están todas desordenadas, y entre ellas vuelve a aparecer la posibilidad de volver con Jesús.

No puedo evitar sentir rabia al alegrarme por dentro de su propuesta, ya que es dejarme patalear otra vez por un maldito chico que solo me quiere cuando no me tiene.

Llego a la cocina y me dirijo a la nevera. Rebusco entre las bebidas algún refresco para despertarme. Son las doce y media, y siento que mi cabeza me va a estallar. No sé si esa resaca se llama Alcohol o Jesús.

Cuando cojo una Coca Cola, cierro la nevera y me salgo al porche. El jardín es grande y no puedo evitar sonreír al notar una suave brisa por mis pelos despeinados. Le pego un buen sorbo a mi lata y me dejo llevar por el sonido de los pájaros que revolotean por las cercanías.

Y me terminaste buscando #3حيث تعيش القصص. اكتشف الآن