11.

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— Pizzilio a domicilio.— una voz masculina suena al coger el telefonillo de casa para abrir. Sin contestarle, le doy al botón de la llave y escucho desde la otra línea cómo un pitido suena al abrirse la puerta. 

Dejo la puerta del apartamento entreabierta mientras espero a que me traigan mis pizzas. Dani y yo hemos pedidos dos pizzas familiares, una de cuatro quesos y otra de barbacoa. Además, hemos decidido pedir unos palitos rebozados de queso Philadelphia riquísimos, y un cubo de Nuggets de pollo con salsa picante.

Decido ir un momento al cuarto a por el monedero para pagar, y cuando salgo, me encuentro con Dani entregándole un billete de cincuenta euros y susurrando algo por lo bajo. 

— ¡Eh, que te estoy viendo!— me quejo acercándome a él, pero antes de llegar, Dani le pega un empujón al chico para que se fuese—. Es la última vez que comes aquí, y conmigo.— recrimino, y él sonríe mientras se dirige hacia la pequeña mesa del comedor para dejar las cajas de cartón sobre ella.

— Dios, que olor, eh.— cierra los ojos inspirando fuertemente, tras abrir la caja de una de las pizzas.

— Eh, apártate de mi pizza de cuatro quesos.— le fulmino con la mirada—  Basta de olisquear, vas a moquear y babear, y sinceramente, esta pizza no necesita de más ingredientes.

Dani hace una mueca y me saca burla, al mismo tiempo que se gira y se dirige a la pequeña barra para coger varias servilletas. Tras ello, se dirige al frigorífico para sacar un par de Coca-Colas Zero.

— Menuda mierda.— suelta de repente, y le miro con cara de no entender nada. Se dirige hacia a mí.— ¿Zero?¿Es en serio?

— Pues no sé, eso parece poner.— pongo los ojos en blanco.— Ay, a veces dices unas cosas. 

— Desde luego que me vas a tener que adoptar para ayudarte a mejorar tu gusto respecto a la bebida.— se dirige hacia a mí y se sienta.— La buena es la Cocacola Original. 

— Habló aquí el que tiene un doble.— ataco refiriéndome a su gemelo Jesús.— Eso es de ser pocos originales.

— Cabrona, esa ha sido buena.— suelta riéndose tras no aguantar estar más de tres segundos serio. 

Ambos comenzamos a disfrutar de nuestro pequeño paraíso. La verdad es que, conforme más valor calórico tiene la comida, más tentadora y buena se vuelve. 

— Oye.— dice Dani, mientras mastica un trozo de su pizza barbacoa. 

— Ajam.— asiento, dándole paso a que hable. Mientras, opto por un palito de queso y comienzo a disfrutar de él. Del palito, claro. De Dani no. Aunque, ahora que le veo engullir, me resulta más adorable que antes. 

— No me has contestado antes.— alzo una ceja sin entender a qué se refiere. Cuando comienzo a pensar y me acuerdo, me hago la tonta y le doy un sorbo a la bebida.

— ¿Sigues enamorada de mi hermano?— me pregunta, esta vez con la boca vacía pero con toda la atención del mundo en mí. En mi respuesta.

— No.— respondo segura.

— Claro.— asiente dubitativo, dándome la razón. Sin embargo, me percato de cómo alza una de sus ceja derecha y sonríe irónico. No me cree.

Cuando terminamos de comer, recogemos la mesa y Dani se ofrece para lavar los platos. Tras su insistencia, acepto y me pongo a pasar el trapo por la mesa para limpiarla. 

De repente, comienza a sonar una canción de Rels B a todo volumen y frunzo el ceño extrañada. No recuerdo haber puesto esa canción. Me dirijo a mi cuarto y suelto un gruñido al ver que el móvil es de Dani, no el mío.

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