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Las voces de Jesús y su madre a lo lejos hicieron que me levantara del suelo de la acera. Me sacudí como pude, ya que me di cuenta de que me había sentada sobre un montículo de tierra. Cuando me di por satisfecha, dejé de sacudirme y levanté la mirada, encontrándome con los ojos sorprendidos de Eva.

— ¿Pero tú no te habías ido?— me preguntó, dando un paso hacia mí. Yo borré los metros que nos separaban y le di un abrazo— Ay, ojalá alegrarme de que estás aquí pero no deberías.

— No digas eso— le dije separándome de ella— Sois mi única familia, y mi lugar es junto a vosotros. Además, tampoco quería dejar solo a Dani...—miré a Jesús— Ni a ti.

— Bueno cuñi, es un halago para mí pero tenemos que irnos, antes de que salga Juan y se una al panorama de familia feliz— su sonrisa fue sarcástica, pero divertida.

Nos adentramos al coche, con Eva en el asiento del copiloto. Yo sostuve la cara de Dani y la apoyé en mi regazo. Todo el camino me lo pasé acariciándole sus perfectas y marcadas facciones, deseando que en un momento u otro abriera los ojos y me dijera lo estúpida que había sido mi idea.

Apreté los ojos con fuerza, intentando mantener mis lágrimas. No quería adelantarme a los acontecimientos, pero en muchas películas las toses con sangre suelen ser debido a una sustancia tóxica. En mi cabeza rondaba mucho la idea de que Juan quisiera envenenar a Dani, ¿pero qué sentido tenía eso? Era su hijo, su propio hijo, ¡de su sangre! Bueno, también se supone que uno al amor de su vida, no la maltrata. Y él lo hizo, y estoy segura de que lo sigue haciendo.

Al hospital llegamos a los cinco minutos. Los cinco minutos más largos de mi vida. Jesús aparcó en la misma puerta, concretamente en el aparcamiento de los minusválidos —algo que NO se debe hacer—, pero lo siento, se trataba de una urgencia médica. Quién sabe si de una cuestión de vida o muerte.

El primero en bajarse fue Jesús, quien se dirijo a mi puerta y me la abrió.

— En otras circunstancias sería un caballero contigo, pero hoy el papel de princesa lo tiene otro— me hizo una seña como para sacar a Dani. Sinceramente, me hizo sonreír su comentario humorístico, la situación no era mejor, pero se agradecía ese toque de calma. Era una forma de decir "todo va a estar bien".

Entramos al hospital con Dani en medio de Jesús y yo. Nada más cruzar la puerta, un hombre de mediana edad se nos acercó corriendo, al mismo tiempo que pedía urgentemente una camilla. Fueron pocos los segundos que transcurrieron hasta que llegó la camilla, junto a una enfermera más. Eva fue quien le contó lo sucedido, ya que había presenciado la escena.

— No se preocupe, señora—la intentó tranquilizar el doctor— Ahora mismo le vamos a hacer unas pruebas y antes de la medianoche les daremos los resultados, si no hay ningún inconveniente. Han tenido suerte y, casualmente, hoy no hay tantos casos urgentes.

— ¿Sabe si es algo muy grave?— le preguntó automáticamente Eva; se notaba que había estado ausente mientras él hablaba.

— Mamá, no lo puede saber si aún no le han hecho nada— se adelantó Jesús al hombre.

— No se preocupe— el doctor llevó su mano al brazo de Eva, para intentar calmarla. Pude ver cómo el color de la piel de Eva recuperó algo de color— Mire, voy a intentar hacer todo lo posible por su hijo, sobre todo, por ver qué ha ocurrido. Yo, personalmente, me encargaré de sus pruebas— sonrió y me dio la sensación de que algo bonito estaba naciendo delante nuestra— Doctor Copperman— se presentó.

Jesús y yo nos acercamos a una máquina expendedora, mientras Eva y el señor Copperman se presentaban y se despedían. Desde que había puesto un pie en el hospital, había conseguido relajarme, aunque seguía sin descartar mis sospechas sobre Juan.

— ¿Qué vas a querer tú?— le pregunté, mientras paseaba mi mirada entre un snack y otro.

— Partirle la cara a mi padre, pero no encuentro el vale dentro de esta máquina— respondió tranquilamente, como si querer partirle la cara a un padre fuese lo más normal del mundo.

— Bueno, si lo encuentras me lo dices, yo querré otro— me dedicó una sonrisa divertida y se dispuso a marcar el número "34"— KinderBueno, sabia elección— asentí, mientras observaba cómo caía el dulce que se había pedido.

— ¿Tú también piensas que mi padre está detrás de todo esto?— me preguntó, a la misma vez que abría las chocolatinas y me ofrecía una. La negué— Uhm, mejor para mí.

— Sí— asentí mientras mi cabecita pensante daba vueltas y vueltas— Tortitas de maíz— me dije en voz alta, para autoconvencerme. Metí el euro, y a los pocos segundos, ya disfrutaba de su increíble sabor.

Eva se acercó a nosotros.

— Chicos, voy al baño— nos avisó.

Nosotros asentimos y nos dirigimos a unos asientos libres. Agradecí que no hubiera mucha gente, ya que el ambiente de un hospital, sobre todo la zona de urgencias, suele darme ansiedad.

— Lo de Dani no vamos a poder probar que fue mi padre— dijo Jesús al instante— Para la ley, si no hay pruebas que lo demuestren, no se puede hacer nada. Es nuestra palabra contra la de mi padre, y necesitaríamos algo más.

—Tienes razón— suspiré, le di un bocado a la torta y continúe—: Además, Juan podría decir que quizás fue alguien del restaurante y nos desviaríamos aún más del tema.

— Así que tenemos que conseguir grabar a mi padre, con tus cámaras. Por una parte no quiero que pase, pero debería ponerle la mano encima a mi madre enseguida para poder dejar constancia de ese maltrato— dicho en alto, era verdad. Iba a ser duro llegar de nuevo a esa situación de agresión, Eva desconocía de las cámaras, y le tocaría pasarlo mal de nuevo.

— ¿Y si le contamos a Eva el plan?— le sugerí— Sí, piénsalo bien. Eso le daría más fuerzas a Eva, podría verle fin a esto.

— No— soltó tajante— Créeme, lo empeoraría. Mi madre para eso es muy patosa, se le notaría en la cara que algo trama y mi padre nos pillaría.

Una hora más tarde, el doctor Copperman nos confirmó nuestras sospechas: Dani había ingerido sustancias tóxicas, en una elevada cantidad. Por suerte, se iba a poner bien en unos días, pero tenía que pasar un largo proceso de desintoxicación.

— Será mejor que vuelvan a casa— nos dijo el doctor.

— No, ni hablar, yo me pienso quedar aquí— dijo Eva, firme.

Jesús me miró, extrañado, y por su forma de hacerlo supe que se estaba preguntando el porqué no había dicho yo de quedarme.

Pero esa noche mi plan era otro: acabar con Juan.

Y me terminaste buscando #3Where stories live. Discover now