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El frescor de la noche me golpeó la cara al salir del hospital; una sensación increíble. Aunque normalmente odiaba el frío y prefería el calor, necesitaba sentir esto porque el ambiente que se respiraba en el hospital no me gustaba. Cerré los ojos inspirando nuevamente el aire, hasta que alguien me cogió del brazo y me obligó a bajar las escaleras.

— ¿Se puede saber qué estás tramando?— podría decir que me sorprendí, pero lo cierto es que sabía que me conocía lo suficiente como para pensar eso.

Sonreí cuando llegamos al coche y me adentré en este nada más abrirse.

— Hasta que no hables no arranco— me chantajeó él, una vez dentro, cruzándose de brazos.

Era obvio que mi plan le parecería una mierda, por lo que opté por permanecer callada. A las tres de la madrugada, mi cabeza ya no rendía tanto como antes. Sentía que lo más correcto era decirle la verdad, idear el plan conjuntos, ya que era muy probable que tuviera fallas.

— Tienes que contármelo— suspiró, ya más calmado— Date cuenta de una cosa: no tienes a dónde ir. Perfectamente sé que no te vas a quedar en el hospital porque lo has dado a entender dentro, así que la otra opción es venirte a mi casa. Es obvio que tramas algo ahí dentro, y quiero que hables antes de que me arrepienta y te devuelva adentro del hospital.

Joder, ¿tan evidente era? Bufé.

— Está bien—me giré hacia él, apoyándooslo todo mi brazo izquierdo en el asiento, para apoyarme y verle de frente— He pensado que quizás no es necesario que Juan se sobrepase con tu madre— creí que con solo decir eso quedaba claro, pero su expresión facial reflejaba que aún le faltaba información para procesar. Suspiré— Podría entrar yo y que me grite o insulte a mí.

— Ni de coña— soltó sin más.

— Eh, mírame— no me rendí, ese plan lo iba a llevar a cabo con o sin él— Todo saldrá bien. Juan nunca me ha puesto una mano encima, y si lo hace, sé defenderme. Además, tú estarás viendo la cámara porque pienso llevarlo a la cocina o al comedor, donde todo pueda ser grabado. Si ves lo mínimo, llamas a la policía y entras.

Pasaron un par de minutos —o bien unos segundos que se me hicieron eternos— en los que él se puso a valorar mi idea. Temía que no estuviera de mi parte, porque eso complicaría las cosas. En cambio, si accedía, podría ser todo menos difícil.

— Vale, está bien— dio un pequeño golpe al volante, seguramente de frustración al ver que no quedaba otra. Eva ahora tenía que encargarse de Dani, y si queríamos resolver esto ya, era la única manera de hacerlo sin que hubiesen daños colaterales hacia la mujer que prácticamente me ha criado estos últimos años.

— Entonces arranca el coche— suspiré aliviada, él me miró dubitativo e imitó mi gesto— No hay tiempo que perder.

De regreso a casa, le conté el plan: yo entraría y lo pillaría desprevenido. Comenzaría suave, hablando sobre qué ha pasado con Dani, y después cuando la cosa estuviera más caliente, le acusaría de todo lo que le había hecho a Eva. Si el plan salía como yo pensaba: la escena ocurriría en la cocina o en la sala de estar, ambos lugares me servían, y como mucho él me soltaría una bofetada. No me daba miedo esa agresión física, por el simple hecho de que no se podía estar callada ante una situación de violencia. Hay que hablar, alzar la voz, porque para eso una persona la tiene: para defenderse, para liberarse, para gritar lo que calla.

— Ya estamos aquí— aparcó Jesús en frente de la casa— A ver, te juro que como vea que te levanta la voz, entro a la casa mientras llamo a la policía.

— No, Jesús— me solté el cinturón y me encaré— Precisamente no te he contado el plan para que lo embarres todo, sino para que me ayudes a que todo salga bien. Es obvio que no vamos a hablar en susurros, ni en tonos decentes. Habrá elevaciones de voz, insultos, y tienes que aceptarlo. Una cosa es la agresión física, ahí puedes, DEBES— recalqué— actuar. Por lo demás, yo lo tengo bajo control.

— Siempre decías eso en el pasado— tragó saliva— Y era todo lo contrario.

— Una aprende de los errores, y yo desde hace mucho me considero una mujer capaz de defenderse de cualquier persona— dije segura de mí misma.

— Pero no es lo mismo— ahora era él quien se soltó el cinturón, al mismo tiempo que con la otra mano apagaba las luces del coche.

— ¿Por qué?— me indigné— ¿Por qué es un hombre y yo una mujer? Porque eso no me hace ser menos que él, y si yo misma me menosprecio y me infravaloro, ya he perdido. ¡Y no pienso hacerlo!

— ¡¿Acaso no recuerdas cuando te puse la mano encima yo?!— explotó.

Los recuerdos de aquella noche vinieron de golpe. Jesús y yo estábamos en la República Dominicana, mejor dicho, todos. Ellos tenían el último concierto de la gira allí, y esa misma noche que terminó todo, empezó algo nuevo para mí. Un chico se había acercado a mí pidiéndome el número de teléfono, me reí porque me pareció super tierno su acento y estaba un poco bebida en ese momento, pero fui capaz yo solita de decirle que "no" y quitármelo de encima.

Nada más llegar a la habitación del hotel, Jesús me comenzó a llamar golfa, de la nada. Sentí cómo todo el alcohol se consumió, y volví a estar totalmente inmersa en la realidad. No daba crédito a lo que me decía, pero intenté tomármelo con calma, como siempre hacía cuando había un problema entre los dos. Sin embargo, aquella vez fue diferente: Jesús se tomó a mal mi tranquilidad al justificarme —por haber hecho prácticamente nada, pero bueno— y comenzó a tirar lo que había por encima de la mesa del cuarto. Intenté reaccionar a su actitud, pero me quedé helada e inmóvil en mi sitio.

— ¿No piensa hablar?me soltó de espaldas a mí; estaba mirando por la ventana que daba al balcón con vistas al mar, mientras yo permanecía de pie al lado de la cama, con la espalda apoyada en el armario. Estaba aterrorizada.

Es que no entiendo qué he hecho maltragué saliva atemorizadaAdmito que el chico se me acercó, pero no tonteó conmigo, solo me pidió el móvil y se fue al decirle que no.

— Claro, ¡por eso se ha quedado toda la noche mirándote!— gritó dándose la vuelta ahora para mirarme.

— ¡Pero qué culpa tengo yo de eso!— grité— ¿No te debería importar más a quién miro yo? ¡Además, todos tenemos ojos, y no solo por eso significa que si alguien te mira, es porque quiere algo contigo! Eres famoso, eres un jodido famoso, ¡te miran mil! ¿Me quejo yo?— me defendí. Ya estaba cansada.

Pero lo que vino a continuación me sorprendió.

Jesús dio varias zancadas hasta quedarse a milímetros de mí, propinó un puñetazo al armario, rozándome apenas la mejilla, y me soltó:

— ¿Sabes qué? ¡Haz lo que te dé la gana! No eres la única que lo hace— rió.

Fruncí el ceño.

— Yo también sé jugar.

— ¿Qué me quieres decir?— pregunté sin entender nada— ¿Me estás diciendo que te vas a liar ahora con la primera que se cruce, solo porque un estúpido me ha estado mirando toda la noche?— estaba flipando.

— Yo hace tiempo que empecé este juego— dejé caer el móvil al suelo ante la sorpresa.

— Eres un capullo— escupí, entre lágrimas— Esto ha acabado— decidí cortar. Bueno, lo intenté— No me vuelvas a tocar en tu...— pero nunca pude acabar esa frase aquella noche porque me soltó un puñetazo. Fue tanta la rabia con la que me lo dio, que comenzó a sangrarme la nariz.

— Este juego lo empecé yo— su mirada era fría, pero también vi en sus ojos algo de arrepentimiento— Y yo decido entonces cuándo acabarlo.

Y así fue realmente cómo terminamos odiándonos.

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Holaa! Como habéis visto, estoy súper activa. Aunque estoy a tope con mi último año de carrera, quiero seguir encontrando estos ratitos en los que os   voy subiendo capítulos.

Mi idea es uno cada día, alrededor de las 16.00-17.00 h (horario de España)

¿Os parece bien? ¿Os va gustando? Espero que sí, aunque estoy abierta a críticas (pero constructivas, eh)

Ig|| paulaaa_sg

Os leo <3

Y me terminaste buscando #3Where stories live. Discover now