Capítulo 20: decisiones

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El soldado se coló en el comedor sin ceremonia alguna. Su cara estaba sudada y resoplaba con fuerza, había venido todo el camino corriendo.

-¡Alteza! Soy del destacamento militar de Priam. - se cuadró de hombros e hizo el saludo oficial- La ciudad ha caído, señor. La guardia ya no puede contener los disturbios.

Amelia dejó caer el tenedor y este golpeó con fuerza el plato, pero la voz de Phil sonó más fuerte:

-¿Qué disturbios? ¿Qué ha sucedido?

El soldado se aclaró la garganta antes de entregarle una carta arrugada a Phil.

-La ciudad es un hervidero de magos y polvorientos. La situación llevaba un tiempo tensa pero acabó de torcerse cuando los magos del círculo llamaron a la causa. -el muchacho aspiró profundamente mientras el sudor resbalaba por su barbilla- Hace dos días un grupo de hombres con capas entró a robar en un almacén de armas y el grupo de la pólvora respondió con fuerza. La torre del círculo aún está en llamas.

Amelia se llevó las manos a la boca. El puño de Phil golpeó la mesa cuando acabó de leer la carta.

-Por Cepheid. -bramó- ¿Y el resto de la guardia de Priam?

-Saillune ha perdido el contacto, señor. La paloma que envié antes de salir no llegó y en el palacio me dicen que no responden a sus cartas ni oráculos. Es imposible saber si alguien las intercepta o...si no están en condiciones de responder.

La sala quedó un momento en un silencio tenso, expectante.

-Papá -dijo por fin Amelia- tenemos que enviar ayuda.

El príncipe asintió.

-Sí, Amelia, querida. Tú -dijo al muchacho- manda llamar a Jeremías. Intentaremos contactar con las sacerdotisas de Priam. Después reúne a 10 voluntarios de la guardia, que vayan a ayudar a las tropas de Priam.

El muchacho hizo otro saludo rápido y desapareció por la puerta. Cuando estuvieron solos el príncipe se volvió hacia su hija:

-Amelia, voy a reunirme con sumo sacerdote y el consejo de magos. La situación se está torciendo demasiado deprisa. -dio un par de enormes zancadas hacia la salida- Tiene que haber una forma de parar esto antes de que Saillune entero arda.

La voz de Amelia lo llamó desde atrás:

-¡Espera papá! ¿Sólo 10 soldados?

Phil se detuvo antes de llegar al pasillo.

-Sé que son pocos, Amelia -gruñó sin volverse- pero aquí tampoco nos sobran. Tenemos que prepararnos para lo peor. Preparnos bien. Llama a Posel: auizás necesitemos las tropas de Taphorasia pronto.

.......

Zelgadis estaba en su habitación esa mañana. Ocupaba la mente en formas de escapar de ese entuerto. Lo viera por donde lo viese, no podía irse sin una explicación razonable y no la tenía. La otra opción era decir la verdad y se le hacía tan apetecible como intentar robarle el desayuno a Lina. Resopló y miró a la cama. Su fardo seguía ahí, beige sobre la colcha roja, sin deshacer. Se removió en el sillón gastado. Iba a volver a dejar divagar la mente cuando oyó el golpe. Resonó primero un estruendo, luego repicó una vajilla. Piezas de metal chocaron contra la cerámica.

Afinó entonces el oído y captó unos gritos que sólo podían ser de Phil, después una voz masculina; el agitado murmullo de la voz de Amelia.

Saltó del sillón acolchado y fue escaleras abajo, rumbo al ruido y al comedor. Cuando llegó, Phil ya salía por la puerta. Avanzaba rápido, con su enorme torso ocupando medio pasillo. Tenía el rostro contraído, serio. Zel de hizo a un lado para no ser arrollado.

DestinoWhere stories live. Discover now