Capítulo 29: El plan E

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El tomo cayó con un plaf cuando la directora se deshizo. Quedó ahí, sobre el mar de glifos, abierto en la misma página que contenían el hechizo y las palabras de Phibrizzo.

La mazoku las miraba, pero ya no reía. Su cara era más bien un collage de ira y asco. Había tenido mucho tiempo para pensar en su hermano. Lo recordaba cada día, cuando la espada brillante ahogaba sus gritos de furia; cuando las paredes de la esfera rozaban su mejilla. Ahí, en ese pequeño espacio, su rabia había ido macerando. Ahora cuando pensaba en él y sus hermanos recordaba el verbo "matar" y lo conjugaba que daba gusto: yo mato, él agoniza, ellos mueren. Era una lista de propósitos, una promesa hecha al aire. Su plan era sencillo: matar a todos. A los sucios descendientes de los magos, a los hermanos que le dieron la espalda. Quería cobrarse venganza.

Petia siguió los párrafos del viejo tomo con la vista. "Nos veremos en el infierno", rezaba. Destilaba arrogancia y, claro está, hacían la ironía de su muerte aún más dulce. Pero había más: más versos tras esa atrevida frase, justo detrás de esa pomposa P de su nombre. Tomó el libro entre las manos y siguió leyendo.

Posdata. Disfruta de la libertad, querida hermana. No durará mucho.

Sabes que las cadenas del hechizo aún no se soltaron.

Sabes que si aún no cayó la noche...

La mazoku cerró el libro, ocultando cómo seguía la estrofa. Poco después, el papel, el lomo, ardieron en sus yemas. Con ellos, el mundo perdió la forma de devolver a Petia a su esfera. Ahora sí, el aire volvió a llenarse con el sonido de las carcajadas. Petia reía y reía. Un extraño placer recorrió su cuerpo de fuego mientras el libro se hacía brasas; mientras el odio de fuera le llenaba los pulmones. Aspiró. Olía a caballos desbocados, al miedo de los magos, al hedor de la pólvora. Era una sinfonía deliciosa.

Dejó que los olores la llenaran, que las olas de odio recorrieran su cuerpo y alimentaran el fuego. Su risa se hizo más profunda, sus llamas crecieron hasta lamer el techo. Petia creció y su cuerpo derramó por el subterráneo hasta la superficie.

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Su destino estará pactado

cuando llame a la oscuridad.

La maldición, la elegida, dejará el mundo sin vida.

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Amelia apareció por la calle antes incluso de que Xellos hiciera plop. Resbaló por el aire hasta la acera y detuvo el ray wing. Frente a ella estaban los dos muchachos: Gourry levantó la mano a modo de saludo. Zel ni la miró. Seguía tendido, con el rostro vuelto a la pared de hielo.

La princesa avanzó e, insegura, paró de nuevo. Miró alrededor y apretó la espada de Zel con fuerza. No había nadie más en la calle. Ni amigos ni enemigos. Siguió avanzando.

-¡Zelgadis!

Ella corrió a su encuentro y él no se movía. La espada bastarda se hizo pesada en su agarre. Pasó una eternidad. Pasó otra.

-¡Zelgadis!

Al final, la quimera hizo un movimiento: un saludo vago, un amago. ¡Estaba vivo! La princesa dejó salir todo el aire que tenía contenido. ¡Estaba vivo! Cuanto más se acercaba, más detalles notaba en su rostro de piedra. Seguía tendido y también estaba magullado, huraño, herido.

DestinoWhere stories live. Discover now