Capítulo 22: Lina

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El frío empezaba a bajar por las colinas. Más abajo, en la ladera, resbalaba el viento entre la hierba. Traía consigo el olor a lluvia. Un soplo de aire frío golpeó a la princesa y ella se arrebujó un poco en su capa. A su lado, Gourry seguía caminando, impasible. Parecía no notar el pelo golpeándole el rostro, ni el viento en sus brazos. El mercenario seguía andando, como si el viento no estuviera en contra, como si el camino no fuese cuesta arriba. Un paso, luego otro.

Por último, cerrando la marcha, estaba Zel. La quimera caminaba a paso lento, con la mirada perdida en el cielo, en las nubes negras.

Caminaron en silencio un rato, hasta Gourry se detuvo, haciendo que la princesa chocara contra su espalda.

-Gourry, ¿qué ocurre? -dijo mientras se frotaba la nariz.

-Hemos llegado -contestó él entre dientes.

La princesa bordeó a su amigo y echó un vistazo. ¿Eso era Cuezax? Un puñado de casas mal puestas se extendían a su vista. Se extendían hasta el pliegue de las rocas, donde la tierra se abría en forma de un perfecto cráter.

Zelgadis se paró a su lado y observó el agujero en la tierra.

-¿Crees que ha sido ella? -dijo la princesa en un susurró.

Él movió la cabeza con un gesto sombrío. ¿Era cosa de Lina? Si. ¿Era reciente? No estaba seguro.

El trío avanzó en silencio hasta el pueblo. Las casas eran oscuras, recias. Algunas de ellas parecían meterse en la roca de la montaña y fundirse con la pared de piedra que separaba el valle.

-¡Lina! ¡Lina!

El eco repetía su nombre en las paredes de piedra.

-¡Lina!

El grupo avanzó hasta una plaza de piedra grisácea. En medio había una fuente de piedra y a su alrededor no se veía un alma.

-¡Lina! -repitió el chico.

-Gourry ¡basta! -siseó su amigo.

Zel se sentó en el borde de la fuente y lanzó un suspiro. El aroma a agua estancada flotaba en el aire y le entró en la nariz.

-Así no conseguiremos nada. Habría que preguntar a alguien -echó una mirada en redondo, mientras paladeaba ese olor que no se iba.- Vamos a ver si tienen una sacerdotisa, o un tendero, alguien que trate con la gente del pueblo.

Se incorporó para seguir la marcha mientras su amigo seguía de espaldas, llamando a su amiga.

-¡Lina! -su voz empezaba a alzarse, frenética.

-¿Gourry? -lo llamó suavemente Amelia.

Él no se movía.

-Déjalo, Amelia. Que busque a su manera.

La quimera y la princesa abandonaron la plaza por un lado, mientras Gourry se alejaba por otro, aún llamando a su compañera.

..........

Amelia echó una mirada atrás mientras se alejaba de la plaza. Esta última faceta de Gourry, la que había aparecido tras la noticia en la taberna, era la que más le preocupaba de todas. Le recordaba al caballo castaño que el propio mercenario había montado. Estaba ansioso y, a la vez, reventado.

Vió al mercenario alejarse por una de las callejuelas y, sin quererlo, dejó escapar un poco de esa preocupación por la boca. Hizo una mueca.

A su lado, Zel, soltó otro suspiro. Bajó su enorme mano hacia el cabello de Amelia y la detuvo antes de tocar su color negro. Se lo pensó mejor y, en vez de eso, la bajó hasta apoyarla en la vaina de su espada.

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