Capítulo 30: Empieza la batalla

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Lina llamó a la magia y, durante un instante, el mundo fue sólo negro: fue la noche que engullía la ciudad; fue el hechizo de lodo oscuro. La magia escapó de la hechicera y, conforme fluía y barría, volvieron los sonidos, los colores. Primero vino el rojo ácido, ese de olor a ceniza, a quemado. El mismo rojo que despuntaba en la sangre ligera y en el demonio que era también hoguera. Después, vino el brillante blanco, ese que escuece a la vista y se queda pegado a la retina, esa resaca del negro.

Después vino el sonido.

BOOOM

Los gritos; chillidos; el viento y cascotes en los oídos.

-¡Lina!

Ahí estaba ella. Con su capa hecha de noche, con sus chillonas ropas fucsia. Sonreía con la boca torcida y el ceño relajado; ausente de brea, angustia. Y, es que, por primera vez en mucho tiempo, volvía a ser ella. Segura.Temible. Ella.

El mercenario fue levemente consciente de que el Drag Slave había pasado cerca de Petia sin rozarla. Ella había moldeado sin esfuerzo sus llamas para evitar el golpe. Y el hechizo, simplemente, había pasado de largo. También fue consciente de su risa cantarina, de su mofa. Apenas le importaba. No podía despegar la vista de Lina. Su Lina. La mirada de Gourry se quedó fija en la hechicera. En su pelo corto, rojo y vibrante; en la forma que tenía de enseñar los colmillos cuando sonreía molesta.

-¡Buenas!

La boca de Lina se fue a abrir en una sonrisa y se congeló cuando vio la destrucción en la calle, la mazoku intacta. Chasqueó la lengua.

-En fin, ¿qué me he perdido? -señaló con el dedo al enorme demonio que tenía enfrente- Por ejemplo: ¿quién es esa? ¿Y por qué cojones puede esquivar así el Drag Slave?

-¿Quieres la versión corta o la larga? -preguntó Xellos.

-La corta.

-¡Recibido! Veamos...¿Recuerdas cómo te comenté que toda esta aventura apestaba a Mazoku? Pues de ahí sale el pestazo.

Lina crujió los dedos. Torció los labios y, de su sonrisa inclinada, se escapó un suave:

-Vaya, vaya.

La hechicera avanzó y dejó atrás a Xellos. Siguió caminando. Ignoró a Pokota; pasó a Phil. Las filas de soldados se abrían a su paso, como olas reclamadas por la marea. Nadie en su sano juicio bloqueaba el paso a una Lina cabreada.

Así, la chica siguió avanzando. Llegó a la primera línea. Saludó brevemente a Amelia y le hizo un gesto a Zel. Caminó hasta que sintió el calor del cuerpo de Petia en la piel, hasta que se puso a la altura de cierto mercenario rubio.

Gourry seguía de espaldas al enemigo, bebiendo de la visión Lina como si estuviera sediento. Temía romper la ilusión al pestañear, volver la cabeza y no encontrarla. Y, como no podía despegar la vista, despegó sus labios:

-¿Eres tú de verdad? ¿Eres Lina?

-¿Quién si no, idiota?

El rostro de Gourry se derritió una sonrisa. Era ella.

Quería abrazarla y aspirar su aroma. Besarla. Hundir la cara en su pelo granate. En su lugar, desvió la mirada. Las palabras de la cabaña aún resonaban en su mente. Ese "ya no te necesito", ese "ya no..." inacabado.

El mercenario alzó los ojos. Ella seguía ahí: parada, mirándole. ¿Qué diablos hacía? ¿Qué esperaba? Su "sentido Lina" estaba atrofiado y le mandaba señales contradictorias. ¿Era adecuado abrazarla? ¿Estaba cabreada con él o con el enorme mazoku de su espalda? Los engranajes mentales de Gourry gruñían y giraban. Giraban y crujían. Mientras, él se debatía entre el deseo y el miedo; el rechazo y las ganas.

DestinoWhere stories live. Discover now