Capítulo 31: La oscuridad

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Gourry empezó a hablar y Lina frunció los labios. Su boca se estiraba y retorcía por momentos, exáctamente, a cuantas más palabras oía. Era un plan terrible.

-¡Es un plan terrible! -gritó sin contenerse.

-Ya. -contestó él- ¿Tienes uno mejor?

No. No lo tenía. La hechicera se tensó y, cuando fue a cerrar los puños, encontró resistencia. Tenía algo atado con fuerza a su muñeca. Algo que... ah, sí, la espada. ¡Maldita espada! Se había vuelto a olvidar de su presencia. Lina suspiró y la observó de cerca. Unas cuerdas ásperas cruzaban su guante blanco y unían el metal a la tela. No destilaba maldad alguna, es más, no sentía rastro de magia siquiera. Pese a todo era mágica. Vaya si lo era. Era un misterio olvidadizo y brillante, uno cubierto de símbolos y runas.

"Quizás podría intentar lanzarle un Drag Slave", pensó. "Fue de perlas con Rezo y la Espada de Luz."

La hechicera guardó cuidadosamente la idea en el cajón de "planes de emergencia". Mientras, el arma seguía quieta, estática. Su filo pálido brillaba a la luz del atardecer.

"Quizás podría intentar lanzarle un Drag Slave", pensó y, por algún motivo, la invadió una fuerte sensación de deja vú.

Ella alzó la mirada. A su alrededor, el paisaje era desolador: era grumos de humo, era sangre y, sobre todo, era naranja. El sol escurría abajo en el cielo y en la tierra reinaba el caos, el fuego. Lina paseó la vista. Allá por donde mirara había soldados en el suelo. La escena era caos. Hollín y gritos. El tiempo jugaba en su contra y debilitaba a sus amigos. Los lesser demons cercaban a los humanos. Zel mantenía escudos; Sylphiel curaba heridos...Sintió el cansancio colectivo. Oyó más gritos y se obligó a centrarse.

"Es un plan. Un plan hecho por Gourry." Lo mirase como lo mirase, seguía siendo una idea terrible. Giró la cara. El mercenario seguía esperando.

-¿Y bien? -preguntó- ¿Tienes algo?

-No -admitió por fin.

Por supuesto, no era tan estúpida como para apostar todo al caballo más flaco, pero él no tenía porqué saberlo. Su cajón de planes seguía abierto y ella maquinaba. A ver, ¿qué tenía? Tenía la Espada Ragna; el Giga Slave; esa maldita cosa que brilla. Lina repasaba planes, descartaba y olvidaba otros. Su mente zumbaba. Y, mientras ella pensaba, el mercenario tomó con suavidad una de sus manos. Ella sintió la presión de la cuerda y la espada; la calidez que emanaba su tacto.

-Pues vamos.

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-¡Eh, tú! ¡Eh! Mazoku de mierda.

Algo lo zarandeaba y tiraba de sus ropas.

-¿Eso es todo lo que aguantas?

Por algún motivo, esa voz le irritaba más de lo normal. Era aguda y chillona. Era irritante hasta decir basta.

-¡Xellos!

El mazoku abrió los ojos y después arrugó la nariz de asco.

-Ah, Philia. Eras tú. -dijo con una mueca- Ya decía yo que había algo desagradable cerca.

-¡Serás! -la dragona alzó una de sus enormes patas y la dejó ahí en el aire prendida. Después la bajó con calma, como si le costara. -¡No! Ya te moleré a palos luego. Ahora creo que tenemos que unir fuerzas.

-¿Unir fuerzas? ¡A ti te ha dado un cascote en la cabeza!

-¡Más de uno, si no te importa! Ahora, ale, levanta.

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