Capítulo 57:

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Gorka

Tres semanas después me encontraba en mi despacho con Ingrid ultimando detalles de la nueva línea futura de perfumes.

—¿Podrías repetírmelo por favor? —me pidió.

—¿Todo de nuevo?

—No, ¿de verdad piensas traerlos a vivir aquí y a trabajar? —los ojitos le brillaban de una forma especial. Desde que supo mis planes, se mostró más cercana y ya los conflictos grandes se quedaron atrás—. Siento preguntártelo miles de veces pero, me resulta sorprendente.

—Sí, ¿te acuerdas de la casa que están construyendo casi al lado de la nuestra? —intenté recordarle pero aún desconocía el motivo de su creación.

—Claro, ya está casi terminada —respondió—. ¿De quién es?

—Nuestra —le enseñé las escrituras a su nombre de la nueva casa, la empresa, el orfanato y además, los papeles de la petición de custodia y los documentos que la acreditaban dueña y señora de todo lo que me pertenecía—. Míralo, porfa.

Ingrid cogió todo y casi le dio un infarto.

—¿Pero... porqué esta todo a mi nombre? Yo no firmé nada de esto, al menos en mi sano juicio —se empezó a agitar—. ¿Y tú? ¿Porque no figura tu nombre en los papeles? ¿A qué viene todo esto, Gorka?

—A partir de ya, todo lo mío te pertenece y yo paso a ser tu socio. Que lo tengas todo a tu nombre no quiere decir que yo no quede en un segundo plano, al contrario. Estaré ahí para tomar decisiones y seré como el socio principal, el que te ayudará con las decisiones y el que pondrá el fondo monetario —le expliqué y ella me miró desconfiada.

—¿No será una especie de trampa, verdad?

—No, legalmente soy tu esposo así que todo lo tuyo me pertenece a partes iguales —le señalé también el papel de la adopción—. Este papel acredita que muy pronto, Naím y Vera serán nuestros hijos y podrán venirse a casa.

—¡Muero de amor! Pero... no me cuadra nada —siguió pensativa y sin descubrir todos los enigmas—. ¿Y si tenemos casa, porqué estás haciendo otra? ¿Algún orfanato? ¿Empresa?

Negué con la cabeza y metí todos los papeles en la carpeta al hacer que me echase unas firmas en algunos.

—Es la casa donde vivirán tus padres y tu hermano, estando ahí podrás verlos veinticuatro horas —la noticia la llenó de energía porque vino hacia mí, se sentó en mi regazo y me abrazó—. Ni se te ocurra dejarme en la calle ahora que te pertenece todo, ¿eh?

—Muchas gracias de verdad, ¿se sabe cuándo terminará la obra? No veo la hora en que se muden y tengamos a los niños con nosotros —espetó ansiosa—. No, a mi socio nunca lo dejaría en la calle.

—Unas semanas, quizás no sé decirte —la besé con dulzura—. Socio y marido, no lo olvides.

—Sí, ¿ahora me vas a decir que me estás ocultando? ¿No pasará algo grave y por eso está todo a mi nombre? —se lo negué porque nadie supo lo que sucedió la noche en la que supuestamente tenía una reunión.

—¿Seguro? En mi puedes confiar —insistió y al ver mi negativa desistió—. Bueno, voy un segundo a mi despacho a guardar esto y me pongo a hacer cosas —cogió todos los papeles y se levantó.

—Vale, mi amor —le sonreí como un tonto. Aunque no fuésemos un matrimonio plenamente enamorado y asentado realmente, ya podía sentir que éramos solo uno.

Encendí mi ordenador y ella se metió en su despacho, pero sin cerrar la puerta para poder vernos de mesa a mesa. Volví a sonreírle y me puse manos a la obra revisando miles de datos, ella también lo hizo —después de guardar los papeles importantes bajo llave— en su sector. De vez en cuando la miraba y no podía evitar quedarme pasmado ante su belleza. De golpe y porrazo mi puerta se abrió y entraron tres policías con una orden de alejamiento.

—¡No pueden entrar de esta forma! —les dijo Escarlata.

—Tranquila, ve a tu puesto de trabajo —le ordené.

—¿Ve conveniente que vaya en búsqueda de Fer y los abogados? —me preguntó nerviosa.

—No, tranquila —ella asintió y se fue cerrando la puerta.

—Somos la policía y traemos una orden de detención, ¿es usted el señor Don Gorka Arizmendi Abrain? —un policía me ofreció la orden de detención y yo la leí completa—. ¿Qué es toda esta tontería? ¿Saben con quién están hablando, señores?

—Debe de acompañarnos inmediatamente —me informó otro de la camarada.

—Está acusado de los siguientes delitos: Asesinato de James de La peña, Abdul de La peña y Adalberto de La peña. Los tres pertenecientes de la misma familia —abrí los ojos como platos y me levanté de mi asiento.

—¿Tienen pruebas? ¿Cómo se atreven a venir de esta manera y acusándome sin precedentes?

—Le siguen dos fraudes a dos empresas importantes, compraventa en mercado negro, tres robos a mano armada, tráfico de drogas, tráfico de niños y prostitución —siguió diciendo tonterías. Lo otro estaba dispuesto de aceptarlo frente a un juez pero toda esa mierda no me correspondía pagarla a mi porque eran de mis enemigos y los tres estaban muertos.

—¡Yo no hice eso! Se me está acusando injustamente —me defendí e Ingrid salió corriendo a ver qué pasaba. Sabía que ella estaba aterrada por los tres nombres que había escuchado—. ¿Quieren hacer justicia con ellos no? ¿Y dónde está la justicia para mis padres y mi hermana?

—En comisaria podrá presentar todas las pruebas para probar que todo lo que está diciendo es verdad —me tapé la cara y se me escaparon varias lágrimas.

—Gorka, ¿qué ocurre? —miró a los agentes y luego a mí.

—Amor, vuelve a tu despacho. Lo resolveré —dije para tranquilizarla y ella me abrazó.

—Señorita, apártese tengo que llevarlo a declarar y pasará en el calabozo la noche —la cogió del brazo y la hizo ponerse a un lado.

—No la toque —cerré el puño—, ¿no ve qué le pueden hacer daño?

—No pueden llevárselo, por favor —se acercó Ingrid a uno de ellos—. Es inocente y muy injusto.

—Lo siento señorita, tenemos que cumplir las órdenes —desesperado noté como me esposaban y me acercaban hasta la puerta.

—Ingrid, estate tranquila todo saldrá bien por lo pronto busca a Patri, Fer o Alex ellos sabrán que hacer —le dije entre lágrimas—. Esta pesadilla pronto acabará, te lo prometo.

Los policías me sacaron de allí e Ingrid iba corriendo detrás intentando que me soltaron.

—Por favor, no pueden hacer esto —gritó.

Todos los empleados se quedaron de piedra al verme esposado, me llevaron hasta la salida, bajamos por la escalinata y me abrieron la puerta del coche de patrulla.

Enfrentamiento mortal. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora