Capítulo 32: ¡No toques lo mío!

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Ingrid sacó todo de las bolsas y le acercó lo suyo a él.

—Oye, que yo no trago tanto aire ni soy un elefante —se quejó.

—Lo pareces.

—Estúpida —cogió la botella del agua y se bebió un trago.

—Gracias —le agradeció irónica.

Se guardó las piruletas en el bolso para que no se perdieran. Gorka en cambio, se dispuso a abrir su menú y empezó a degustarlo.

—Mm, está exquisito —le dio un bocado—. ¿Quieres?

—No, ya tengo lo mío.

—A ver, abre el combo ese que quiero verlo —enunció con curiosidad.

Ingrid lo abrió y se encontró con un entrecot de ternera lechal a la parmesana, patatas bravas, alitas de pollo y un pack de nuggets de pavo y palitos de queso. Gorka abrió los ojos como platos.

—Joder. Con razón es tan caro —se quedó flipado.

—Es que sé elegir —soltó con orgullo.

—Apuesto que no eres capaz de comerte todo eso.

—¿Que no? —lo desafió.

—Digo, hace un rato no querías nada.

—Pero cambié de opinión. Pero nada, insisto con lo dicho —seguía asombrado.

—Ahora lo verás.

Gorka deslizó la mano para cogerle algo del combo pero esta le dio un golpecito en la mano.

Gorka deslizó la mano para cogerle algo del combo pero esta le dio un golpecito en la mano

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—Quieto.

—Ay, qué manía. Solo te quería ayudar —se ofreció.

—Ya te he dicho que no hace falta, comete lo tuyo.

Ingrid sacó los cubiertos de plástico y empezó a comer, Gorka también le daba mordisquitos a su menú sin dejar de mirarla. Pasado un rato los dos terminaron todo y él seguía alucinado.

—¿Qué te había dicho?

—¿Qué te lo ibas a comer todo? —recordó él.

—Exacto.

—Joder, como zampas zagala. Menos mal que no tenías hambre sino te comes un rinoceronte cagando —insistía asombrado—. Al final me vas a salir más cara de lo que pensé.

—Eso te pasa por darme a elegir.

—No si ya veo, menos mal que tengo pasta porque tu con un pobre no harías nada. No le llegaría el sueldo para darte de comer —se tapó la cara y empezó a reírse—. Menudo zaque te gastas.

—Hombre no, a ese hombre no le haría esto pero, ¿a ti? Me lo pediría todo con tal de arruinarte.

—No si ya, cuando vayamos a un sitio caro me prepararé la cartera porque si es uno de comida rápida y ya me cuesta un dineral, imagínate en el otro lado —contestó sin dejar de troncharse.

—Tu lo has querido.

Ingrid se levantó y tiró los desperdicios de los dos. A continuación Gorka se bebió la última gota del agua que quedaba y la echó al contenedor de plástico.

—¿Nos vamos ya o nos quedamos un rato a descansar?

—Vamos con los niños —mencionó queriendo llevar sus planes a cabo.

—Pues arreando que es gerundio.

Gorka se dirigió al coche y ella lo hizo detrás de él después de coger su bolso. Le abrió la puerta y se fue para su plaza de coche. Los dos se subieron y cerraron sus respectivas puertas.

—¿Está muy lejos el sitio?

—¿Desde aquí? —le preguntó mientras arrancaba y salía del parking.

—Si.

—No, está cerca.

El muchacho pisó el acelerador y se puso en marcha.

—He pensado en algo que necesitamos con urgencia —citó él.

—¿What?

—Un anillo —giró hacía la derecha en una carretera.

—Y el anillo pa cuando —tarareo ella.

—Eh, lo digo enserio. No es una broma Ingrid —se sintió un tanto estúpido.

—¿Y para qué quieres un anillo?

—Bueno, uno no. Más bien dos —rebatió pensativo.

—¿Dos? ¿Quieres regalarles un anillo a los niños?

—No, tonta. No es para ellos —se adentró en un callejón.

—No entiendo para qué necesitas dos anillos, pues.

—Uno para ti y otro para mi. ¿No recuerdas el trato?

—Ah, sí por eso —bufó.

—Por lo que veo, no te hace gracia.

—No, no quiero algo más que represente "nuestra" patética unión —mencionó asqueada.

—Bueno, pero es parte de nuestros futuros planes. Sin anillo no es tan creíble, y teniendo cada uno el suyo sí. Si quieres iremos mañana a comprarlos porque hoy no dará tiempo.

—Ok. Aunque no lo veo necesario ese gasto de dinero —alegó.

—Yo lo veo algo importante.

—En parejas que se aman si, pero en nosotros no —intentó recordarle con intención de ofenderlo y cabrearlo.

—No me vas a provocar esta vez con tus comentarios, señorita Ingrid.

—Qué pena —se burló.

—Ya te cogí el truco, así que me da igual lo que digas.

Ingrid le hizo el paso burlándose de él.

—Oh, Oh, Oh..

—Ya lo será, ya lo será —dijo convencido en que algún día conseguiría cambiarle las perspectivas de su cabecita.

—No quiero nada de eso, Gorkita.

—Qué sí, que sí.. —dijo ignorándola una miajilla.

Enfrentamiento mortal. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora