Capítulo 46: Tentaciones.

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Ingrid

Entré a la cárcel donde dormía, cerré la puerta y me dirigí al armario. Ahora empezaba mi venganza y el inicio no podía ser nada sin fuerza. Al contrario, debía de empezarla con el pie derecho y pisando fuerte. Así que, que gane el mejor. «¿Tú querías enloquecer y jugar con fuego? Lo vas a tener, morenito».

Cogí un conjunto de lencería con unas medias —todo combinado en negro— y me lo puse, por suerte me quedaba como un guante. A continuación, me senté en el asiento del tocador y me retoqué tanto el pelo como el maquillaje. En ese preciso momento, la puerta del cuarto se abrió y Gorka pasó cerrándola con la ayuda de un pie.

—Qué rápido has venido —manifesté con una sonrisa.

—Sí, terminé rápido —se acercó a la cama y seguidamente se quitó la ropa para dejarla sobre una silla.

Cuando lo hizo, postró su mirada en mí y me recorrió hasta el último poro.

—Qué sexy, no me digas que... ¿te has puesto así para mí?

—¿Y qué pasaría si te digo que sí? —me levanté con sensualidad y muy despacito.

—Progresas adecuadamente, nena —se acercó a mí y yo lo ayudé para acortar la proximidad que existía entre ambos.

—Una hace lo que puede —apoyé mis manos en su pecho desnudo y lo empujé hasta que quedó sentado en el filo de la cama.

—Pues lo haces muy bien, aunque no sé si todo —se mordió el labio provocador.

Al ver su expresión, sentí algo por dentro muy extraño pero en ningún momento dudé en lo que estaba a punto de hacer. Yo podía y ahora menos que nunca iba a echarme para atrás. Me cogió de la cintura posesivo —yo quedé con una rodilla entre sus piernas y la otra sobre su otra pierna— y yo lo empujé con rudeza, en cero coma lo tenía tumbado. Al tenerlo así, me sentí con todo el control sobre mí.

—La nena quiere jugar —me empezó a acariciar el cuerpo.

—Y el nene, también —dejé caer una evidencia como un castillo.

—Siempre tengo ganas de hacerlo —empezó a deslizar las medias que protegían mis piernas, cuando logró quitarlas del todo las tiró al suelo—. Bonita ropa interior, pero te prefiero totalmente desnuda.

—Y yo te prefiero... —Calma Ingrid, calma. No le vayas a decir que lo prefieres ahorcado, ahogado o en cualquier situación que lo hiciese sufrir.

—¿Qué prefieres? —me miró a los ojos fijamente.

—Quitarte algo que te estorba —aproveché que estaba encima suya para arrebatarle bruscamente la ropa interior que llevaba. Luego, la tiré al mismo sitio donde estaban mis medias.

—Joder, joder como ha espabilado la niña —me dio un palmetazo en un cachete.

—Y más que puedo espabilar, si tú quieres —gemí ante el impacto de la palma de su mano.

—Para eso no me pidas permiso, actúa y ya —su erección empezó a asomar y yo intenté no mirar.

—Eso mismo pienso hacer —me metió mano y yo me estremecí bastante.

—Te sobra ropa y mucha —acercó sus manos sobre mi lencería y me arrebató cada prenda —también se deshizo de mis tacones—. Sin esperarlo, me vi totalmente desnuda de golpe y porrazo.

—Ahora si estamos en empate, princesa —sonrió pícaro.

Entreabrí los labios para quejarme pero aunque quisiera me contuve. Él empezó a besarme el cuello, a pesar de que yo estaba encima y de nuevo me acarició todo lo que le pillaba a mano.

Enfrentamiento mortal. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora