Capítulo 38: No la dejes sola.

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—En tu colchón o el mío —tarareó Gorkita—. En mis sueños siempre estas pero yo en los tuyos que no se te olvide que también.

—Por si no fuera poco de tener que aguantarte en este mundo, solo me faltaría que te convirtieras en mi peor pesadilla por las noches —suspiró.

—¿Una pesadilla? —se interesó Vera.

—¿Son divertidas? ¿Qué hacéis? —preguntó atento Naím.

—Travesuras, como la canción de Nicky Jam —le sacó la lengua a Ingrid.

—¿Pero de qué tipo? Nosotros hacemos muchas también —comentó inocente la infante.

Ingrid le dio una colleja a Gorka y se levantó como pudo.

—Pero las nuestras son más picantes —alzó la vista y se sentó.

—Gorka, haz el favor y no sigas —lo amenazó sutilmente—. No quiero que hables de esos temas con ellos —miró a los niños—. ¿Dónde están los puzzles? —cambió de tema radicalmente.

—Ya me callo, bombón —le guiñó un ojo.

Los niños se sentaron de nuevo y le señalaron el cajón dónde estaban los juegos. Ingrid, se acercó al mueble y cogió el primer puzzle que vio. Acto seguido se volvió a donde estaban y se puso cómoda.

—Oh el de Shreek —dijo el peque.

—Nos encanta —musitó la renacuaja.

—Anda mira —señaló el puzzle—. El de otra familia feliz, vosotros los niños —apuntó hacia ellos—, yo Shreek y Ingrid es Fiona.

—Se dice ella es Fiona y yo Shreek —se vengó por la otra vez que la corrigió—. Y bueno, feliz.. eso es otro cantar —le susurró.

Naím lo sacó todo de la caja y empezó a armar el puzzle, seguidamente la pequeña se unió y por último se unieron los dos gruñones, evitando de contestar el anterior.

Pasó la tarde y se hicieron casi las nueve, Conso entró en el cuarto y los vio jugando.

—Ingrid —la reclamó—, ¿estás disponible?

La joven la miró, se levantó y les dio un beso a los niños en la frente.

—Claro, ¿vamos a lo acordado?

—Sí —respondió Conso.

—¿Te vas? —preguntó Vera.

—Si, pero voy a ayudarles con la cena y ya estaremos todos juntos.

—Vale mami —dijo Vera.

Gorka le pidió que se acercara Conso a dónde él se encontraba, la mujer lo hizo y él le susurró:

—No la dejes sola, tenla vigilada porfa —miró de reojo a Ingrid—, no quiero tentarla a que haga algo que no debe.

—¿Cómo que? —cuestionó ella—. ¿Porqué dices eso? ¿No estais bien?

—Es complicado, por el momento hazme caso.

—Okey —contestó sin entender.

Ingrid los pilló hablando en secreto.

—Oye, los de los secretitos. ¿Vamos? —dirigió su mirada a la puerta—, sino me acerco y lo escucho todo, eh..

—¿Tu te quedas con nosotros? —le preguntaron los niños a Gorka.

—Claro.

Gorka y Conso la miraron, la empleada se levantó y salió con ella hacía la cocina, antes le guiñó un ojo. Al llegar a la cocina Conso le explicó dónde estaba todo y se pusieron a cocinar con las demás pinches. Más tarde, reunieron a todo el personal junto a los niños que custodiaban en el centro y le sirvieron la cena en el comedor. Acto seguido vinieron los niños con Gorka, se sentaron en una mesa de la cocina, Conso se unió y Ingrid también.

Los cuatro cenaron y pasaron un rato ameno entre charla y charla. Al terminar, Conso y Ingrid ayudaron con los trastos. Cuando terminaron, Gorka se levantó del asiento y se acercó a la señorina rebelde.

—¿Nos vamos ya? Es tarde —miró la hora del reloj de la cocina.

Ingrid corroboró la hora que era y les dio dos besos a los peques, después a Conso.

—Sí —le respondió a Gorka—. Gracias de nuevo, nos acercaremos en otro ratito —comentó Ingrid.

—Vale hijos míos, os esperaremos —le dio un beso a la pareja—. Por cierto, la cena riquísima. Deberías de cocinarle a Gorka, estoy segura de que le encantará.

—No estaría mal —ratificó.

Los niños abrazaron a Ingrid y esta no se hizo presente de la conversación de ellos.

—Jo, no os vayais —se pusieron tristes.

—Pronto vendremos, en cuanto solucionemos cosas que urgen —comentó Gorka.

—Así será —los abrazó también y fue a por su bolso. Al volver abrazó a Conso.

La empleada la abrazó y los niños se despidieron de ellos. Con una cálida despedida, los dos salieron del edificio y se dirigieron a casa. Al llegar, aparcaron el coche y entraron a la casa.

—Me voy a cambiar y a la cama —suspiró mientras caminaba.

—Yo también, ha sido un día movidito.

Ingrid se dirigió al cuarto, encendió la luz del interior y entró. Detrás de ella la siguió él. Gorka aprovechó para sacar de un cajón una tarjeta de crédito y ella para guardar su bolso.

—Ingrid, acercate.

Ella lo hizo y lo miró.

—Ten —le alcanzó la tarjeta y ella la cogió.

—¿Una tarjeta de crédito? —se sorprendió.

—Si, por si tuvieses que comprar algo o necesitases algo urgente —comentó—. Si quieres, puedes enviarle dinero a tu familia también.

—Gracias.

—Es sin límites, así que no vas a tener problemas —contó.

Ingrid la guardó entre sus pertenencias y cogió ropa para dormir. Sin decir más nada se cambio en el cuarto de baño y Gorka aprovechó para cambiarse al lado de la cama y dejar todo lo que llevaba encima.

Cuando terminó de cambiarse él, se tumbó en la cama pensativo.

—Ais —suspiró

Ingrid salió y se tumbó en la cama que compartían. Él la miró y se acercó para acurrucarse a ella pero no le duró mucho, Ingrid se reactivó y no dejó que se quedara como él quería.

—Por favor, no voy a hacer nada —le pidió—, solo quiero dormir abrazado a tí.

—Yo no quiero, buenas noches —se pegó la vuelta y se acercó al filo de su borde—. Si quieres dormir abrazado, usa a la almohada de abrigo.

Ingrid se tapó con la manta y él renegado también lo hizo.

—Buenas noches —dijo desganado mientras apagaba la luz.

Gorka se acurrucó en él mismo y se acercó al otro extremo de la cama. Un rato después, los dos cayeron rendidos para dar paso a otro día.


Enfrentamiento mortal. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora