16-Recuperándose:

138 12 13
                                    

Cuando llegaron al pueblo, compuesto tan sólo por ocho casas y un puñado de residentes, estos los recibieron con sorpresa y con claras muestras de preocupación. Los cuatro se dirigieron directamente a la cabaña de Erminio. Cuatro hombres se encerraron en una pieza con David y todavía no salían de allí, mientras que Elizabeth se encontraba sentada a la mesa de la cocina con dos mujeres que le curaban las heridas. Comparada con su amigo, las suyas no eran tan graves, sin embargo había perdido mucha sangre. La joven se sentía un poco mareada y en extremo cansada; en su rostro podía verse el dolor emanando. En ese momento, la esposa del dueño de casa le estaba vendando el hombro.

— Pronto estarás bien —le aseguró la mujer con una sonrisa. Era mayor, mucho más que su marido. Tenía profundas arrugas alrededor de la boca.

La otra mujer presente asintió con la cabeza, su cabello era rubio y tenía los ojos azules. Esta era muy parecida a Erminio por lo que Elizabeth supuso que sería su hermana mayor.

— Gracias... gracias por todo —dijo la joven, entrecortadamente, con una mueca de dolor.

Ambas intercambiaron una mirada y le sonrieron. No hablaban mucho y sus gestos eran lentos.

— David... —Pronunció sólo su nombre, estaba muy preocupada.

— No te preocupes, él estará bien —replicó la mujer rubia.

Cuando quiso acordar tenía frente a ella una taza de té humeante con olor a hierbas. Sonrió. Tenía sed y hambre.

— Pronto estarás bien —dijo la dueña de casa. La frase repetida a la chica le pareció extraña... Parecía pronunciada por una máquina y no por una persona.

Tomó la taza y la acercó a sus labios. De reojo, vio un gesto extraño en la mujer rubia. Se detuvo.

— Tómalo, te sentirás mejor —la apuró esta última.

Sin pensarlo más ingirió la bebida casi de un solo trago... Era dulce y el agua caliente le produjo picazón en la garganta. Pensó en el cansancio que sentía. ¡Le dolía todo el cuerpo y estaba tan exhausta! Recostó la cabeza sobre su brazo... Las cosas de la cocina que la rodeaban se tornaron borrosas, había una tetera de metal... pero ya no estaba allí, en su lugar había un frasco de dulce... ¡Qué extraño! Quiso levantar su mano para evitar que se le cerraran los párpados, no obstante no pudo. ¡Estaba tan cansada!... Luego se hundió en la oscuridad.

Comenzó a escuchar risas y no pudo saber por qué... Estaba en una cocina a oscuras y alguien reía... ¿o no? Elizabeth era consciente de su confusión e intentó con todas sus fuerzas aclarar sus ideas. Sí, alguien reía pero no estaba en una cocina sino en el bosque. De pronto oyó gritos y sintió cómo el bello de sus brazos se erizaba por el miedo. Debía esconderse y comenzó a correr entre la vegetación, sentía que estaba siendo cazada. Poco tardó en ver las casas. ¡El pueblo! ¿Cómo salí de allí? No comprendía nada, hasta que algo en el suelo se levantó y cayó. El golpe lo sintió en todo el cuerpo. Como alguien respiraba cerca se dio la vuelta, entonces vio al anciano. Su piel se estaba despegando de la carne y podía verse parte de los huesos en varios lugares... Se está descomponiendo, pensó asqueada... El viejo le decía algo, sin embargo la risa cada vez era más fuerte y no podía oírlo... Había un olor nauseabundo que le provocó náuseas.

— ¡Arriba!

Se incorporó de golpe, desconcertada. Estaba en una pequeña habitación, recostada en una cama de hierro verde. Le costó un poco recordar dónde estaba. Miró hacia todos lados, tratando de ubicar el origen del sonido. Alguien le había dado aquella orden, sin embargo el cuarto estaba vacío. Al incorporarse mejor, sintió un dolor en el hombro y notó las vendas. El olor a carne podrida había desaparecido, no obstante aún persistían las náuseas... Recordó al viejo. ¿Qué habría querido decirle?

El CultoWhere stories live. Discover now