22-El Origen:

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   — Vaya sorpresa...

Aquella voz la dejó paralizada de miedo. Lentamente se dio vuelta. Frente a la escalera se encontraba Newel mirándola con extraños ojos vacíos. Aquel detalle fue el que más le llamó la atención: sus ojos. Estos se veían distintos, aunque no podía asegurar qué era lo raro. Habían perdido la luz brillante que normalmente mostraban. Algo en la energía que emitía su presencia activó su instinto de sobrevivir.

— ¿Dónde está David?

De manera repentina vio de reojo un resplandor plateado en su mano. Era un cuchillo largo. Elizabeth agarró con mayor fuerza el hacha, pensando: ¿seré capaz de cortarle el brazo?

— Ah sido trasladado.

El movimiento del hombre fue tan rápido e inesperado que tomó por sorpresa a la joven. Esta retrocedió unos pasos antes de que llegara a ella. Cayó hacia atrás, mientras el hacha rodaba por el piso. Newel gritando de manera demencial, se abalanzó sobre su cuerpo e intentó decapitarla. Elizabeth frustró sus intenciones con los brazos. Un corte profundo apareció en uno de ellos y la sangre salpicó su rostro. El dolor no apareció de forma inmediata. En ese preciso instante escuchó un ruido de pasos que se precipitaban por las escaleras.

— ¡No! —gritó un hombre. Se lanzó sobre Newel, que no lo había oído, y logró quitarlo de encima de la joven.

Elizabeth, jadeando, gateó por la habitación alejándose de los hombres que forcejeaban cerca. Entonces reconoció a Erminio y detrás de él vio la escalera, era su salida. Era su única escapatoria. Apretó el brazo herido contra su estómago y quiso pararse. Resbaló con la sangre que se había esparcido por el piso y cayó sobre una pila de cajas de cartón, que había cerca de la pared. Una de ellas se desplomó sobre su cabeza. El golpe fuerte la dejó inconsciente. Lo último que vio fue a Erminio asustado, sentado contra la pared opuesta, con un profundo corte en la pierna. Miraba a Newel, que estaba parado frente a él. No obstante este no tenía puesta su vista en su amigo sino en Elizabeth. La mujer lo vio acercarse, respirando a borbotones... Luego, sólo tinieblas.

El sonido había desaparecido junto con la luz. Tuvo deseos de moverse pero estos se extinguieron. Su cuerpo se negaba a acatar la orden. El dolor la rodeaba por completo. Entonces, sintió el rostro mojado, ¿agua?, ¿sangre? El miedo apareció de repente, paralizándola. ¿Esta es la muerte? Pensó. Estaba sola y esa soledad aumentó su terror. De pronto oyó una voz... lejana... ronca.

— ¿Elizabeth?

La reconoció al instante, era David. Su miedo desapareció, no estaba sola. En la muerte él la acompañaba. Sin embargo, la tristeza la invadió. Pronto comenzó a resignarse, de algún modo lo sabía. Ellos habían matado a su compañero.

Un golpe en la cara la obligó a abrir los ojos. La luz la cegó por un momento. Había un rostro cerca de ella. El hombre la zamarreaba con fuerza... le decía algo, sin embargo no comprendía qué era. Su vista se aclaró. ¿Erminio? No, no era él. Era Tim. Su voz llegó a su mente con el recuerdo de su nombre.

— ¡Eli! ¡Eli! ¿Estás bien? —Parecía preocupado.

No estaba muerta. No.

— ¿Qué pasó? —murmuró.

— Newel te atacó. Ahora está con Erminio y los demás, han logrado neutralizarlo. Es un hombre con mucha fuerza. Si no llego a tiempo...

Elizabeth, aun confundida por el golpe, lo miró. Detrás de él vio a Nolberta, parecía angustiada y tenía los ojos rojos. Aún estaban en el sótano de Lucrecia.

Nunca supo la joven periodista cómo terminó en casa de Tim. Le habían vendado el brazo y ya casi no le dolía. Recién entonces fue consciente de su propio infortunio. Se encontraba con el dueño de casa, con Nolberta y Lucrecia. Todos trataban de ayudarla con el deseo de que se sintiera mejor. Aquel gesto no lo esperaba. No estaban enojados por la puerta destruida, ni sospechaban que fuera consecuencia de haber descubierto sus secretos. Le pareció bastante extraño. En especial la actitud de Tim, que parecía muy afectado y no dejaba de tomarle las manos con un gesto de cariño.

El CultoWhere stories live. Discover now