13-El Puente

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El contenido de la mochila recuperada perteneciente a Santiago no les proporcionó nada interesante que examinar. No obstante, por las condiciones en que estaba, parecía haber sido arrastrada río abajo hasta quedar enganchada en una rama. Todo su costado derecho estaba rasgado y el barro se acumulaba dentro. Lo único útil que hallaron en su interior fue un pequeño cuaderno con anotaciones que, sin embargo, estaban tan borrosas que apenas se podía distinguir la letra.

— Quizá al secarse podamos verla mejor—comentó Elizabeth decepcionada, mientras la examinaba.

— ¡Qué lástima! Esto parece ser una especie de mapa o circuito —manifestó David, que se había colocado detrás de ella y miraba el objeto por encima de su hombro.

— Espera, tengo una idea.

La mujer abrió su propia mochila y rebuscó algo dentro, sacando luego un trozo de papel secante.

— ¿Servilletas? —balbuceó sorprendido su compañero.

No respondió sino que intentó secar un poco el cuaderno, pero fue en vano. Al pasar el trozo suavemente por encima del papel, la tinta comenzaba a correrse.

— No sirve —dijo Emanuel, que se había acercado a ellos—. Ni lo intentes, es peor.

Con evidente desilusión dejaron de intentarlo. Colocaron el cuaderno envuelto en una toalla y Elizabeth lo guardó en su mochila. Entonces decidieron seguir caminando por la orilla del río, quizás volvieran a tener suerte y encontraran algo más perteneciente a los chicos.

— Puede que estén cerca... perdidos —dijo la mujer con una sonrisa. Sus demás acompañantes intercambiaron una mirada... no estaban de acuerdo con ella. Al contrario temían que hubieran tenido un accidente, sin embargo no iban a decírselo.

Hubo un largo tramo en que el silencio se instaló entre ellos. ¿Qué podían decir? Nada bueno...

— Esto no debe ser una casualidad, estamos muy lejos del campamento público —le susurró David al joven.

Elizabeth iba delante de ellos, a una distancia de varios metros. Avanzaba rápidamente y se veía entusiasmada. De vez en cuando, gritaba el nombre de su sobrino.

— ¿A qué te refieres?

— Cada vez estoy más convencido de que no se perdieron. Vinieron hasta aquí a conciencia.

— Pero... ¿con qué propósito? ¿Buscar "aventuras"?

— No lo sé... Me gustaría ver qué dice ese cuaderno.

— ¿Y qué les pasó? ¿Terminaron perdiéndose? No es probable si estaban decididos a venir hasta el río.

David se encogió de hombros y dijo con una frialdad que causó escalofríos a Emanuel:

— Quizá tuvieron un accidente o... los atacaron.

¿Qué demonios los atacó? ¿Un animal? ¿Esas personas que escuchamos de noche? Pensó el chico, asustado. En ese momento, la mujer les gritó que se apuraran y Emanuel dio un respingo. Casi corrieron tras ella. Aunque no hubo un intercambio de palabras, de mutuo acuerdo decidieron no decirle nada de sus temores a Elizabeth. ¿De qué servía preocuparla más de lo que ya estaba la pobre?

A medida que avanzaban, el río se iba estrechando y les resultaba cada vez más complicado continuar en línea recta por la orilla, debido al aumento de la vegetación que lo rodeaba. Comenzaron a dar rodeos hasta que llegó un momento en que no pudieron continuar avanzando. Unos espesos matorrales se alzaban ante ellos hasta una altura de dos metros.

— Tendremos que volver al bosque, no podemos seguir por acá—comentó David.

— Esto ya se ha convertido en una quebrada —murmuró su compañera, lanzando un suspiro. Tenía todo el pantalón mojado hasta las rodillas.

El CultoWhere stories live. Discover now