Capítulo 32 ❤️🖤

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Davis

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Davis

La manija de la puerta está cerrada y le hablo a Val para ver si está bien porque lleva largos minutos encerrada en el baño. Ella responde inmediatamente dejándome saber que ya está por salir, pero en solo unos segundos la escucho hiperventilar exactamente como lo hizo cuando se quedó encerrada en uno de los baños de la casa fraternidad.
La adrenalina vestida de desesperación se apodera de mi cuerpo y trato nuevamente de abrir la puerta. Sigo escuchando la respiración de Val volverse más errática y sigo empujando y pateando la puerta para estar al lado de mi ángel.
El marco de la puerta se rompe luego de utilizar mi hombro y frente a mí me encuentro con la más desgarradora visión que jamás haya visto. Val, mi Val, está tirada en el suelo agarrada del toilet vomitando sin parar.
Me agacho instantáneamente para estar a su lado y cuando una de mis manos toca su cabello para removerlo de su rostro el cuerpo de ella brinca al sentirme.
—Ángel, ¿qué sucede? ¿Te enfermaste con la comida? —le digo desesperado queriendo ayudarla de cualquier manera.
Poco a poco observo como ella va acomodando su cuerpo para tener su espalda pegada a la fría pared y su rostro se ve tan triste y decepcionada que me doy cuenta de que no se trata de ella estar enferma. Sus ojos no me miran en lo absoluto y vuelvo a preguntarle que le sucede.
Los labios de ella tiemblan pero comienza a hablar.
—Mi... celular... —su voz imita las acciones de sus labios y sus ojos que estaban caídos se levantan para indicarme donde está su celular. Los míos siguen la dirección de los suyos y encuentro su celular en una esquina del baño.
Lo obtengo rápidamente sin saber que carajos está sucediendo y Val lleva sus manos a agarrar sus rodillas dejando caer su cabeza pareciendo un feto.
Que carajos sucede. Me digo a mí mismo todavía sin saber lo que arruinó nuestra noche.
Ohhhh Noooo.... Noooo. Mi subconsciente reacciona acordándose de las fotos que he recibido.
Cuando miro el celular de Val me doy cuenta de que mi subconsciente tenía razón.
Todas, todas las fotos que recibí se las otorgaron a ella en bandeja de plata para destruir nuestra relación.
Tiro el celular en el suelo rompiéndolo en pedazos y el tiempo silencioso que pasa, luego se convierte en los tristes sollozos de Val que acaparan el ambiente dentro de las cuatro paredes del baño.
—¡Ángel!
No sé que diablos decir o hacer, pero lo que importa en este momento es que ella me crea. No le voy a mentir en lo absoluto, le diré toda la verdad.
Mis manos caen suavemente en sus hombros y lentamente los voy masajeando al igual que trato de hablar con ella.
—Ángel, necesito que me escuches. —digo cuando mis manos tratan de subir su rostro para que esté a la par conmigo.
Dios, su imagen triste hace que mi ira comience a hervir. Su hermosa cara angelical está pálida y demacrada, como si le hubiesen caído algunos años más de vida.
—Val, lo siento. ¡Lo siento!
Ella me observa detenidamente, sus grandes ojos marrones llenos de lágrimas que no paran de descender por sus mejillas.
—Todas esas fotos son del pasado...
—Lo... sé. —me dice susurrando. —Necesito un tiempo.
—Val, no. Escúchame por favor, debes creerme. —mi tono de voz está en alerta en desesperación. No es posible que volvamos a lo mismo.
—Te... creo. —la simpleza en sus únicas dos palabras hace que mis palpitaciones regresen a la normalidad, notando que su corazón también ha decidido tranquilizarse.
—Ángel... —sus ojos detienen mis palabras, a pesar de la tristeza puedo ver que ella me cree completamente e incondicionalmente. Algo que nunca pensé fuera posible.
—Tengo derecho a estar triste. No importa que haya sido en tu pasado, como quiera que sea duele.
Tiro mi cuerpo hacia ella y la abrazo fuertemente entendiendo sus palabras. No quiero dejarla sola pero sé que es lo que la ayudará a fortalecerse, igual que a mí. Beso la suave piel de su cuello varías veces y antes de despegar mi cuerpo seco cada una de sus lágrimas. —No llores más, por favor. Te daré unos minutos a solas, pero prométeme que no llorarás más. —le digo poniéndome de pie y ayudándola a ella hacer lo mismo. Mis manos caen en su cuello y cuando ella asiente su rostro dos veces para dejarme saber que no llorará más, beso su frente y me alejo lentamente del baño sin dejarla de mirar.

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¡Hola!

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Si desean el libro autografiado se pueden contactar conmigo.

También quería dejarles saber que Ilegal está por terminar, solo nos quedan alrededor de 8 capítulos.

Mil gracias por su apoyo.

Amalia

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