8. La Freya que siempre debió ser

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Esa noche soñó con sombras y truenos, con lobos gruñendo y cuervos volando. Se vió a sí misma en la cima de una roca, con sangre en el mentón y una mueca siniestra, ataviada de pies a cabeza con vestimenta de la época en la que se veía atrapada.

Pero no se sentía atrapada en absoluto, ella pertenecía allí. La luna llena hacía que su cabello rojizo parezca fuego en la distancia.

Y el Valknut en su mano brillaba diez veces más que la luz de la luna.

Esa era la Freya en la que debía convertirse.

Cuando abrió los ojos y se encontró con la figura de Aida, le contó todo lo que había visto en sus sueños con lujo de detalle antes de que todo se vuelva borroso. Aún sentía el poder recorrer sus venas.

La mujer no habló, sencillamente tomó su mano para corroborar que, efectivamente, otro de los lados de uno de los triángulos había desaparecido.

- Mi niña, estás un paso más cerca de cumplir con tu propósito.

-Nuestro propósito- Se apresuró a agregar Freya- Si yo vuelvo a mi tiempo, de alguna manera te llevaré conmigo. Es lo mínimo que puedo hacer.

Aida sonrió y le entregó un tazón con comida.

- Fue por lo que me dijiste- Explicó la muchacha atragantándose de avena- Me has dado fuerza para luchar.

- Siempre la tuviste- Dijo Aida sonriendo- Por algo te han elegido. Grandes cosas te aguardan.

Un golpe seco hizo que la dupla de mujeres se sobresalte y pese a que en otra ocasión Freya hubiera corrido a esconderse, ese día había amanecido con la energía renovada y el espíritu valiente. Por lo cual caminó junto a Aida hasta la puerta, con los puños cerrados y el pulso firme.

- Señora Aida, ¿Puede salir Freya a jugar?- Preguntó Gustav divertido al otro lado de la puerta- Por favor.

Ambas soltaron el aire con alivio.

 - Iré más tarde- Dijo Freya aún con el estómago vacío.

- Ve.

- Pero...

- Ve, luego hablaremos...y comenzaremos con tu entrenamiento- Aquello hizo que a la muchacha de cabellos rojos se le renueve por completo el panorama del día. No le hacía gracia pasar tiempo con el sarcástico jefe de los hombres del Norte. No le agradaba su tono, su autoritarismo, su completa falta de respeto por el espacio personal. Pero Aida le había agregado al día un nuevo ingrediente maravilloso- Lo prometo.

Freya sonrió y corrió a ponerse ropa abrigada, digna de un helado día en Morke.

Gustav la esperaba montado en su caballo, con una especie de bolso colgando de su hombro y una mueca irritada en el rostro que en absoluto cambió al verla.

- Buen día niña sagrada- Freya no contestó- Quiero que hablemos en un lugar más privado. A solas.

Aida comprendió en seguida el mensaje y bastó con una mirada del jefe de los Vikingos para que se encierre en su cabaña nuevamente.

- Monta y vamos- Ordenó secamente Gustav, pero la muchacha observó el suelo unos buenos segundos antes de hablar.

- No sé montar.

Freya no comprendía si el muchacho tenía una facilidad innata para irritarse o es que ella sencillamente tenía una habilidad especial para sacarlo de sus casillas.

- ¿Hay algo que sepas hacer?

- Sé dónde queda Inglaterra- Contestó sin pensar, logrando que Gustav ría- Y tú no.

Warrior (Terminada)Where stories live. Discover now