5. El trato

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Freya había llorado tanto en las últimas horas que estaba segura de que ya no lloraría nunca más en la vida.

Observó los tres triángulos que se encontraban ahora tatuados en su mano, ¿Qué significarán? ¿Serían realmente una señal de los Dioses? ¿Tendría alguien algún tipo de respuesta?

La joven de cabello cobrizo siguió muy de cerca Aida, quién, apenas parecieron abandonar el pueblo de Morke, soltó a Freya de su agarre y sencillamente caminó frente a ella, esperando que la siga por voluntad propia.

¿Si pensó en huir? Por supuesto. Pero a la larga acabó por recordar la amenaza de Gustav y recordar las miradas cargadas de promesas de Tyr y Sten.

Cuando finalmente llegaron a la choza y la puerta se cerró, Freya observó el rostro de su cuidadora. Su nariz era respingada y su cabello gris como el acero, pero sus ojos eran salvajes como los de un lobo. Como todo allí, prometían peligro.

Sin decir una sola palabra, la mujer que no aparentaba tener más de cincuenta años le sirvió un vaso de agua.

-Debes estar sedienta.

-Gracias- Aida se sentó frente a ella y observó su mano con mucha curiosidad.

-¿Puedo?- Freya se deshizo de su manga y estiró su brazo hacia la mujer, quien con sus largos dedos trazó los triángulos una y otra vez, como si no pudiera dar crédito a sus ojos- Es increíble.

La mujer sonrió y por primera vez en toda aquella locura, Freya no tuvo miedo.

Hasta que por supuesto, escuchó el galopar de un caballo acercarse velozmente hacia la cabaña.

-Escóndete allí- Se apresuró a decir Aida señalando a un gran tumulto de pieles y cajones de madera vacíos. Freya no necesitó que se lo repitan dos veces.

-¿Qué ocurre?

Aida no contestó, sencillamente tomó un gran escudo que colgaba detrás de la puerta y una espada en la cual Freya apenas había reparado, asumiendo que se trataba de una mera decoración. Aún no se acostumbraba a a idea de que allí las cosas se resolvían de manera violenta y encarnizada, con hachas, espadas y decapitaciones.

Con esa idea en la cabeza, se hizo más pequeña en su escondite y se preguntó si Aida, con sus cincuenta años de edad, sería capaz de hacérselas con quien sea que tenga malas intenciones.

No le sorprendió demasiado ver a Sten al otro lado de la puerta, con un hacha en la mano y una mueca de puro desprecio en el rostro.

-¿Dónde está?

-No eres bienvenido aquí- Soltando un gruñido, el impresionante Vikingo intentó quitar a la mujer del camino, pero ella fué más rápida y en un movimiento ágil, se las arregló para rodearlo, tomar sus dos pies y hacer que caiga de bruces al suelo.

-¡Maldita mujer!

-Te lo diré de nuevo...no eres bienvenido aquí- Sten giró en el suelo y tomando la espada con fuerza, intentó atinarle en el medio del estómago a la mujer, pero ella fue más rápida y logró que el escudo se interponga en el camino- ¿Qué dirá tu hermano cuando se entere que lo desobedeciste?

-No pienso dejar testigos.

-No creo que tengas opción. Freya, ven- Aida saltó sobre la espalda del enorme Vikingo y lo tomó por el cabello antes de posicionar su filosa espada justo en su arteria aorta- Quítale el arma.

Temblando como una gelatina, Freya obedeció.

-No me toques, bruja- Escupió el hombre intentando soltarse del agarre pero sin éxito.

-Dime Sten, ¿Qué es lo que más te molesta? ¿Que te haya vencido una anciana o que esa anciana sea una mujer?- Susurró Aida en el oído del hombre. Freya quiso decirle que se detenga, que ya era suficiente. Si bien le había encantado que le dé una lección y que la haya defendido, aún tenía pánico de que la situación se revierta y acaban por hacerle daño. Era como bailar vestida de rojo frente a un toro, una pésima idea.

-Esto no quedará así. Volveré.

-Sé que lo harás- Escupió Aida soltando al hombre bruscamente- Y aquí estaremos esperándote. Listas.

Sin omitir una sola palabra más, Sten se puso de pie, tronó su cuello, escupió en el suelo y desapareció en en anaranjado atardecer.

Y Aida retomó su lugar en al suelo, como si nada hubiera ocurrido.

Pero Freya estaba maravillada.

-Tienes que enseñarme a hacer eso.

-¿A hacer qué?

-¡Eso! ¡Pelear!- La anciana rió negando con la cabeza.

-Mis días de pelea están en el pasado, Freya.

-Por favor, no duraré dos segundos sin saber empuñar una espada y tu...eres magnífica.

La mujer se sirvió un largo trago de agua, inspeccionando a la muchacha. Era flacucha, temblaba la mayor parte del tiempo y parecía que hasta las gallinas le provocaban pánico.

Pero una idea cruzó por su mente.

-¿Dime pequeña, cuando apareciste aquí, dónde despertaste?

-No comprendo.

-Aquí. Dónde apareciste, ¿Cerca de un río? ¿Junto a una montaña?

-Oh...no. Rodeada de árboles, árboles con inscripciones- Fingiendo que aquello no le había despertado más que una pizca de curiosidad, Aida tomó las manos de Freya

-¿Y viste algo? ¿Había alguien más allí?

-Desperté aquí, eso es todo.

La mujer saltó sobre sus pies y comenzó a caminar de un lado al otro, pensativa.

-¿Qué hiciste para que las viejas runas se aparezcan?

-No lo sé

Haremos un trato, Freya. Si tú me ayudas a volver a tu época, yo te convertiré en una escudera


Hello hello people! El capítulo de hoy es cortito pero mañana mismo subo otro y les juro que será un poquito más largo. Estoy suuuuuuuper contenta por haber retomado WArrior, realmente extrañaba a Freya y a todo este quilombo hermoso que es la historia.

¿Les gustó?

Warrior (Terminada)Where stories live. Discover now