Correr *

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Nunca, ni siquiera en sus viajes más frenéticos en los que debía moverse a contra tiempo porque sus objetivos dependían de ello, hubo sufrido, tan sólo una vez, la necesidad maldita y el dolor que le causaba la sensación de un estómago hambriento y vacío. 

Su cuerpo era un incipiente en decline, no sólo por las agujas que constantemente le clavaban devorado su fuerza, sino porque pasaron exactamente dos días desde la última vez que ingirió algún tipo de alimento.

Si, dos días en este maldito lugar en donde su única compañía, era la luz de la ventana pequeña que se filtraba a través de los barrotes, y la tediosa cadena que apresaba su mano emitiendo molestos sonidos cada tanto que intentaba, vanamente, desquitarla. 

Su aspecto físico era deplorable, con unas marcadas líneas obscuras por debajo de sus ojos pronunciando el cansancio inequívoco de su cuerpo, además de su piel pálida por falta de agua y desnutrición. Y si, solo llevaba dos días. Sin embargo, la peor pesadilla que tuvo, ocurrió esa misma noche, llevándolo hasta un punto en que no podía resistir más, en donde casi estaba por perder toda su cordura, comportándose cual bestia era capaz de destruir todo a su paso, incluso a sí mismo. No, no estaba soñando, no era una pesadilla que tuvo mientras dormía. Esta, era la cruel realidad, una en la que se transformaba en un monstruo lleno de ímpetu, e incluso, llegó realmente a tal punto de despedazar su único brazo con tal de escapar. 

Todo esto, en una sola noche. 

 La segunda velada en aquel infernal calabozo, fue la peor que tuvo en mucho tiempo. Los pensamientos no lo dejaron dormir, su estómago cada tanto le reclamaba comida y le propiciaba contracciones que le causaban dolor y una profunda sensación de vacío. Pero, nada de aquello podía compararse con el verdadero atadijo que le provocaban sus pensamientos, su verdadero tormento y el que lo llevó a cometer por poco, una vesania. 

Era la última noche en la que tendría oportunidad para escapar, pues al llegar el ocaso, el día se pronunciaria y un matrimonio que ponía en riesgo el futuro de Sakura daría marcha para no volver atrás. Este, era el principal motivo de su exasperación, mezclada con un hambre voraz que no lo hacía distinguir entre el riesgo y lo factible, como un animal sin capacidad de querer, entender, hacer, o decidir, actuando simplemente por instinto y supervivencia. 

Toda la frustración se acumulaba dentro de él. Se sentía inútil, sin fuerzas, como un muñeco de trapo perfectamente moldeable y manipulable. Tenía sangre y marcaduras en su muñeca de todos los esfuerzos que hizo para destruir la cadena opresora. Pero nada, nada de lo que pudo haber intentado, incluso con la falta de cordura, fue suficiente para zafarse. 

Sasuke permanecía con la mirada perdida en el cimiento de piedras que abarcaba el calabozo, tenue y de poca luz. Mientras más pensaba, más empeoraba su condición. Y es que por más vueltas que le diera al asunto, su única esperanza inevitablemente, era Naruto; sin embargo, han pasado dos días, dos días en el que no hubo rastro de su hiperactiva presencia… tal vez, ni siquiera se ha dado cuenta de que él no ha estado allí. 

Sonrió fingiendo que le causaba gracia toda esta mierda ¿era así como debía terminar? ¿Olvidado por las personas que más quiere? Sasuke pensó, que tal vez se lo merecía. Él nunca apreció el amor que Sakura le brindó, y tampoco la amistad que Naruto le ofreció, hasta cuando por fin no abrió los ojos e hizo a un lado el odio en su corazón… sin embargo, ahora que los quería tener a los dos, formar un futuro y perderse en el manto jade por el resto de sus días, la vida parecía golpearle en la cara y recordarle que no era merecedor de tales privilegios, como el de ser amado por alguien como Sakura o ser querido por un amigo como Naruto ¿era este el precio que debía pagar? ¿Alguna especie de karma?

Parece que de alguna manera la vida se empeña en hacerle tomar cariño a las personas para luego arrebatarselas sin piedad. 

Y Sakura… ¡mierda!. Se enamoró perdidamente de ella, de su sonrisa, de sus ojos, de su aroma, de su piel. Toda su complexión era una magnífica droga que lo consumía cada vez que le entregaba sus pensamientos… era de una manera que no hallaba cómo explicar, pero que sabía, necesitaba como el oxígeno para seguir viviendo. 

Nuestro Destino ( Sasusaku) Where stories live. Discover now