Una extraña sacerdotisa/ ¿Eres tú, Kagome?

112 14 1
                                    

Un día soleado, bastante sofocante y vivaz, Kagome se encontraba barriendo las afueras de la cabaña tranquilamente como todos los días, cuando una presencia de lo más conocida para ella, la hizo ponerse alerta. Dejó la escoba a un costado y sonrió para sí misma mientras seguía con su ardua tarea, ahora, de limpiar los ventanales.

- Sé que estás ahí, Naraku, ¿Por qué no sales de tu escondite? -dijo totalmente calmada sin interrumpir sus labores.

De entre las sombras salió su tan odiado enemigo, quien no dejaba de verla de pies a cabeza.

- No soy Kikyo, así que deja de mirarme de esa forma. Es repulsivo. -declaró.

- Como cambian las personas. ¿No es así Kagome? -comentó con bastante sarcasmo.

- Opino lo mismo. No puedo creer lo patético que eres al espiar a una mujer -bufó- Apuesto a que Kikyo piensa lo mismo que yo.

- Que mujer tan confiada…y tan tonta -se rió de ella.

- No me parece gracioso. Eres tan tonto como para caer rendido ante la belleza de una mujer. Admítelo, por dentro aún eres un humano.

- ¡Cállate! -Intentó golpearla, pero esta la esquivó hábilmente.

- Ya no voy a caer en tus trucos, así que déjame tranquila.

- Vaya, Kagome, si que has cambiado, antes ni siquiera habrías podido esquivar un ataque mío, sin embargo dudo que tu cambio te favorezca, ya que Inuyasha ahora viaja al lado de Kikyo ¿verdad? Con su gran amor, la original…

- Tus palabras no me afectan, Naraku. Ya no soy una mocosa con la que tú puedas jugar a tu antojo…-dijo sin mirarlo, aunque por dentro se estuviera muriendo de celos.

- ¿Y qué pasa su te digo que él esta cerca de tu aldea? Déjame darle la bienvenida como es debido -comenzó a reírse escandalosamente para después desaparecer.

Kagome miró con horror la dirección en la que Naraku había desaparecido.

- Inuyasha está aquí…-se dijo a sí misma con preocupación.

Guardó todo rápidamente y se dirigió hacia las afueras de la cabaña llevando consigo sus armas y su abrigo negro.

- ¿Hermana? -se acercó Sayo a ella, mirándolo detenidamente sin entender.

- Sayo, ve con Kosho y no te separes de ella, ahora vuelvo -se cubrió con su capa negra, llevando fielmente su arco y flechas.

- Si, hermana. Buena suerte.

Kagome se alejó de su hogar con bastante prisa, tratando de seguir la presencia y los rastros de Naraku que podía notar en el aire. Por nada del mundo podría mostrarse ante Inuyasha, pero tampoco podría dejarlo morir, no cuándo no había hablado nuevamente con él, no dejaría que Naraku se saliera con la suya…una vez más.

Por otro lado, un joven de cabellos plateados, fornido y de vestimenta roja y llevando consigo una gran espada, llegaba hacia aldea con sus compañeros de viaje, un apuesto monje, una exterminadora, dos youkai y una sacerdotisa muy similar a Kagome. Se detuvieron en seco todos a la par que Inuyasha lo hacía.

- Esta aldea…-musitó Kikyo.

- Esta aldea está muy en paz…-continuó Miroku.

- Tienes razón, Miroku…-comentó Shippou.

El olfato de Inuyasha percibió algo sobrenatural en el aire y tanto él como Kikyo se pusieron a la defensiva.

- Esta presencia ¿no será…?

Miroku, Sango, Shippou y Kirara les siguieron poniéndose alerta, esa esencia de maldad la conocían perfectamente, sabían sin dudas de quién se trataba, pero no entendían por qué razón aquel ser estaba por los alrededores de aquella pacífica aldea.

La partida sigilosa de KagomeWhere stories live. Discover now