Kagome es Kagome

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Ahí estaban los dos, extrañando los abrazos y palabras del otro, fundidos en su amor y detenidos en el tiempo, como ignorando que este existiese, queriendo pararlo todo alrededor para que aquel momento no terminara nunca. Aquel destino no lo esperaban ninguno de los dos, sin embargo, Inuyasha estaba aliviado de tenerla, aunque fuese de aquella manera, la quería y su egoísmo lo había dominado tanto así como para hacerla regresar en contra de su voluntad.

- Inuyasha…

- ¿Dime?

¿Que sucedió después de que me fui hace 2 años? -preguntó ella sin esquivar la mirada.

Se sentaron a los pies de aquel majestuoso árbol, curiosamente parecido al árbol sagrado. La brisa jugó libertina con ambos largos cabellos. Inuyasha la admiraba mientras esta intentaba recoger sus cabellos, sujetándolos con un lazo blanco. Antes de que ella pudiera cumplir con su cometido, él la detuvo. Kagome lo miró sin entender.

- Me gusta más suelto…-afirmó él, avergonzando un poco a la muchacha, quien, en seguida, desvió la mirada.- Se ve bien así, no deberías atarlo…

Kagome sonrió.

- ¿Te molesta que me parezca a Kikyo?

- No tiene nada que ver con eso, es solo que tu cabello suelto te luce mejor, tonta.

- ¿De veras?

- Tonta ¿por qué siempre piensas en eso? Kagome es Kagome y como tú no hay otra.

Kagome soltó una pequeña risita.

- Después de que te marcharas, me prometí a mí mismo que te encontraría para después reprocharte por lo que habías hecho, dejándome solo dejando una estúpida carta en vez de decírmelo todo con tu propia voz.

- En ese tiempo…estaba segura de que si te lo decía, tú me detendrías y no habrías permitido que llevara a cabo lo que había decidido. Aunque me odies…he de decirte que no me arrepiento por la decisión que tomé, Inuyasha.

- Kagome…

- Sin embargo, yo…-una solitaria lágrima cayendo de su pálida mejilla incitó a que más le siguieran. Inuyasha la abrazó posesivamente.

- Llora todo lo que quieras, tonta…esta es la Kagome que tanto he extrañado, la que no se reprime nada, la que demuestra todo lo que siente.

- Inuyasha, no sabes cuanto te he extrañado…-Rodeó el cuello de Inuyasha, fundiéndose más en aquel abrazo.

- Tonta. La próxima vez que te desaparezcas así, no te lo perdonaré jamás, Kagome…

- Inuyasha, estoy muy feliz de estar a tu lado…No hubo minuto que no te recordara, estabas presente en mi día a día.

Sentía una dolorosa nostalgia abrumarlo, sentía como si las palabras se ahogaran y murieran en su garganta. Se sentía tan triste y desolado aún teniéndola cerca y entre sus brazos. La culpa no podía dejarlo tranquilo, estaba completamente seguro de que él era el total culpable de la situación actual de Kagome, quien aún no se había animado a soltarse de él. Aspiró su aroma, era el mismo, seguía igual de hermosa, sus ojos volvían a verse avivados, más su calor no era el mismo, la sentía tan fría al contacto, su piel entre blanca y bronceada ahora era totalmente pálida, mas su esencia era la misma, aquella que adoraba y de la cual no podía -ni quería- desprenderse.

Quisiera que este momento no acabara nunca…Kagome.

Kagome se separó repentinamente del calor de los abrazos de Inuyasha. Lo miró con una repentina seriedad que, por un momento, lo había petrificado.

La partida sigilosa de KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora