Por favor, mi querida Kikyo...

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Aún cuando sintió sus brazos vacíos y fríos, siguió llamándola insistentemente como si su cuerpo fuera a aparecer ante su desesperado llamado. Abrazó su propio cuerpo mientras no podía evitar que las lágrimas comenzaran a ahogar su pena. Miroku hundió su rostro en el cuello del pequeño Shippou, quien aún lucía desmayado. Intentó soportar la pena, pero fue tanta que no pudo retenerla. Se puso a la altura de Inuyasha y arrugó su manga, mientras que su mejor amigo solo podía seguir llamando a Kagome, aún cuando sabía que ella ya no volvería.

Su calor se ha ido, sin embargo su olor se percibe aún el aire…Mi iluminada y eterna, enfurecida y tranquila ha caído en aquel sueño que durará para siempre…

- Ella estaba llorando…-musitó- no dijo ni una sola palabra, solo se durmió…

- Inuyasha…-susurró Miroku.- Levántate…

- Hace tiempo que no la veía…y ahora la pierdo así…sin haberle dicho tantas cosas…

Sus ojos comenzaron a cambiar de color repentinamente. Kikyou intentó acercarse a él, mas fue interceptada por Miroku, quien, inmediatamente, la alejó del hanyou. Veía el terror en los ojos del monje, quien no dejaba de mirar hacia delante. Intentó zafarse, pero fue imposibilitada nuevamente por el hombre que tenía al costado. Se quedó en silencio mientras comenzaba a analizar el comportamiento de Inuyasha detenidamente. Lo vio tranquilo, sin embargo, sus ojos rojizos ya le daban un aspecto monstruoso, sus manos comenzaron a temblar mientras veía la furia en aquellos ojos, una furia que, repentinamente, se disipó al tomar Inuyasha un juguete blando entre sus manos. Ambos veían como lo inspeccionaba, lo olía y trataba de aferrarse a él, como si fuese un animal anhelando el calor de su madre. Lo oyeron lamentarse, como si hubiese entrado en un estado de trance, balanceándose ligeramente de un lado a otro, mirando aquel juguete con una triste mirada.

- ¿Qué le sucede? -preguntó Kikyou.

- Esto es extraño…Debió controlarse si tenía la Tessaiga, pero parece que la muerte de Kagome-sama lo ha hecho transformarse para expresar su pena.

Kagome, perdóname. No pude salvarte.

- No pude…salvarte.

Ante este susurro, ambos volvieron a verlo nuevamente. Estaba abrazando al muñeco, con tanto fervor que provocaba pena el solo verlo en aquel estado. Kikyou no lo soportó más y se safó del agarre del monje. Se acercó a Inuyasha lo suficiente como para ver sus ojos esmeralda concentrados en aquella "cosa" que sostenía entre sus manos. Intentó quitárselo, pero el hanyou, sorpresivamente, le gruñó como si quisiera morderla. Se alejó un poco y, finalmente, decidió hablarle.

- ¿Inuyasha? Tenemos que irnos. De lo contrario no hallaremos a Náraku.

El chico no le respondió, solo la observó de manera extraña.

- Déjame llorar…

Kikyou se minimizó ante esta confesión, pero en seguida se recompuso y trató de normalizarlo.

- Si la quieres vengar, tienes que matar a Náraku.

- N-Náraku…-dijo.

- Es cierto, Inuyasha…Náraku la mató ¿no sientes furia? -le preguntó el monje, provocando en el hanyou una actitud evasiva y, repentinamente, furiosa.

- ¡Ese maldito mató a Kagome!

Un remolino azotó estrepitosamente el hermoso campo, todos, incluso el joven mitad demonio, trataron de cubrirse de la poderosa ventisca para después ver a un chico lobo, bastante enojado, de pie frente a ellos. Corrió inmediatamente hacia Inuyasha y lo tomó por la ropa, zarandeándolo de un lado hacia otro como si este pareciese un muñeco de trapo. Inuyasha no mostraba reacción alguna ni sus ojos rojos expresaban algún sentimiento.

La partida sigilosa de KagomeWhere stories live. Discover now