El poder de un beso

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Salió del pozo ayudando a Kagome a subir. Estando fuera, enseguida la ayudó a caminar hasta la entrada de su casa. La sacerdotisa miró atentamente cada rincón de su hogar, todo estaba tal cual lo recordaba, cada cosa en su lugar, todo estaba completamente igual. Y sintió nostalgia, había extrañado tanto su valioso hogar. Inuyasha la soltó una vez estuvieron frente a la puerta, por propia petición de ella. Tocaron una y otra vez, pero nadie atendió la puerta. Kagome movió la manija y la puerta de entrada se abrió sola. Ambos se miraron con algo de extrañeza, pero de todas maneras decidieron entrar. Kagome se sintió renovada al pisar nuevamente el suelo de su hogar e Inuyasha notó claramente su mejoría, la siguió hasta su habitación, la cual ella abrió y comenzó a sollozar.

- Mi habitación…está igual como la recuerdo. No ha cambiado nada.

- ¿Estás contenta? -preguntó él, sonriendo.

- Lo estoy…estoy muy feliz, Inuyasha.

- Me alegro -dijo más para sí mismo.

La vio moverse de un lado hacia otro, desesperada viendo, analizando sus pertenencias y abrazando sus peluches. Inuyasha se sentó en la cama sin perder de vista la presencia de ella.

Unos minutos después, Kagome se detuvo y se sentó al lado de Inuyasha, aún mirando todo a su alrededor, Inuyasha acarició tiernamente su cabeza, esto hizo a Kagome soltar una pequeña sonrisa. La joven sacerdotisa se puso de pie y pretendió salir de la habitación cuando la voz de Inuyasha la detuvo.

- Acabas de llegar y ¿ya quieres huir?

- Venir aquí fea una mala idea, será mejor que me vaya de una vez antes de que lleguen.

- No digas tonterías, vine contigo desde tan lejos porque tú deseabas ver a tu familia.

- Quiero regresar…

- Regresarás después de verlos y yo iré contigo.

Kagome lo miró con mucha angustia.

- ¡Cuando vea a mi madre no podré evitar el querer abrazarla!

- ¡Entonces abrázala!

- No puedo…ella sentiría que ya no poseo calor alguno…

Inuyasha se quedó pensativo ante este obvio comentario, solo la abrazó segundos después, tratando de consolarla un poco.

- Todo va a estar bien, ya lo verás. Solo quédate con ella un rato y hazle saber que te encuentras bien.

Kagome sonrió, aunque aún algo desconcertada.

- Lo haré…Yo no quiero irme sin ver a mi madre.

- Me alegra escuchar eso…-agregó Inuyasha.

Un ruido se escuchó de inmediato y unos pasos alertaron a la pareja. Inuyasha le hizo saber a Kagome que era el momento. Ella asintió y, junto a Inuyasha, salió de su habitación directamente hacia la sala, en donde encontró a su familia guardando las compras. Kagome se escondió detrás de la pared casi de inmediato mientras Inuyasha saludaba a su madre, quien lucía sorprendida al encontrarlo dentro de la casa.

- Que sorpresa verte, Inuyasha. Hace semanas que no venías.

- La puerta de entrada estaba abierta y me tomé la libertad de entrar a la casa. Espero me disculpe.

- No te preocupes, de seguro a Sota se le olvidó cerrarla -dijo mirando algo seria a su hijo, quien se escondió tras su abuelo.

- Hoy he venido acompañado…-dijo animado.

- ¿Ah si? -preguntó ansiosa la mujer.

Inuyasha sonrió y volteó a mirar detrás de él. Kagome no estaba. Frunció un poco el ceño y después localizó el olor de ella inmediatamente. Caminó rápidamente hacia ella y la jaló sin siquiera darle oportunidad de negarse. Su madre estaba entre sorprendida y emocionada, el abuelo y Souta no lo podían creer. Frente a ellos tenían a una muchacha hermosa, alta y muy cambiada. La mujer acarició su mejilla y esta se alejó rápidamente de ella, mirándola al fin. No pudieron evitar que las lágrimas las invadieran. Su madre abrazó a Kagome fuertemente acompañada del abuelo y el hermano menor de la sacerdotisa. A pesar de su condición, Kagome se encontraba sumamente feliz y emocionada de poder ver a su familia nuevamente. Inuyasha se sentó a esperar que la escena se normalizara.

La partida sigilosa de KagomeWhere stories live. Discover now