Kagome, ¿por qué me odias?

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Inuyasha no podía reaccionar ante las frías palabras de Kagome hacia él. Miroku trató de darle ánimos, pero más que triste, Inuyasha lucía severamente enojado y no sabía si era con ella o consigo mismo. Cuando el monje volteó la mirada hacia el par que se encontraba conversando, se dio con la sorpresa de que Kagome estaba mirando en la dirección en la que se encontraban escondidos. No, no lo había sentido siquiera. Kagome había sido más rápida. Tragó fuerte al toparse con su rostro. Agarró fuertemente del brazo a Inuyasha, que se quejó, despertando de su letargo. Cuando se puso al día con la situación, se quedó inmóvil en su mismo lugar.

- Vaya que aquí nadie puede contar con un poco de privacidad -dijo ella alzando la voz- Si no salen ahora mismo, no van a vivir para contarlo.

Miroku e Inuyasha se pusieron de pie. El monje, arrepentido, se encontraba con la cabeza gacha, mientras Inuyasha se hallaba serio y mirando de frente a la mujer. Shippou miraba a todos sus amigos con un gesto de tristeza.

- Lo lamentamos mucho, señorita Kagome…-se disculpó el monje.

- Miroku, llévate a Shippo y a Kirara a la cabaña. -sentenció el líder.

- Pero, Inuyasha…-musitó Shippo.

- Déjennos solos, por favor.

- Está bien, pero trata el asunto con delicadeza ¿quieres? -diciendo esto, Miroku se lleva a los dos amigos de regreso hacia la cabaña.

Cuando Inuyasha se disponía a hablar con ella, vio que Kagome se estaba marchando de ahí. Intentó acercarse, pero ella inmediatamente se puso a la defensiva, apuntándole con su arma. El hanyou levantó las manos en señal de que no haría nada que ella no quisiera, pero tenía tantas ganas de verle la cara, de perderse en aquellos grandes y hermosos ojos, pero sabía que eso no se le permitiría por ningún motivo.

- Quiero verte…

- Me tienes en frente ¿quieres algo más?

- ¡No a la Kagome con aquel disfraz de mujer dura y cruel! ¡Quiero ver a la verdadera!

- La tienes frente a ti.

- ¡Tú no eres la Kagome que yo conozco! Yo quiero hablar con la mujer que me regaló este muñeco -le dijo mostrándole aquel obsequio que aún mantenía con él.

- Esa mujer no existe, murió hace tiempo. Han pasado dos años, deja de pensar tonterías y madura.

- ¿Qué ha sucedido contigo, Kagome? Tú no eras así, eras dulce, alegre, altiva, la única persona que en realidad me comprendía, por la cual yo habría dado mi vida por proteger.

- ¡Te equivocas, Inuyasha! No me trates como si fuera la niña inmadura y estúpida de antes. La Kagome que conocías murió aquel día, cuando le rompiste el corazón ¡tú la mataste con tu falta de corazón! ¡Deja de hacerte el héroe!

- Esas no son mis intenciones Kagome, yo en realidad siempre te amé y nunca me di cuenta. - dijo él, llevándose una mano al pecho, tratando de hacerle entender que sus palabras salían desde su corazón.

- Pues lo lamento, éste amor ya no existe. ¡Ahora puedes guardarte esa patética confesión para tu amada Kikyo!

Era tanto el rencor que ella sentía por él, que Inuyasha podía sentirlo, como si lo envolviera. Se sintió miserable, un canalla, por haber cambiado a Kagome de esa manera, la había convertido en una mujer fría y triste pero que, a comparación de Kikyou, lo expresaba de una forma bastante notable. Se sintió asustado repentinamente de estar frente a ella, asustado de volver a ser herido por sus palabras. Instintivamente agarró una de las manos de Kagome, quien en seguida lo alejó por temor, lanzando un ataque que dejó al joven adolorido en los pies de un árbol. Al ver que Inuyasha tenía intenciones de acercarse a ella nuevamente, tiró una de sus flechas, la cual desvió, pero rozó la mejilla derecha del chico.

La partida sigilosa de KagomeWhere stories live. Discover now