Desengaño

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Inuyasha estaba más que sorprendido, espantado. Kikyo estaba frente a ellos, mirándolos y esbozando una despreciable sonrisa que nunca imaginaron que verían en ella. Avanzó hasta la desmayada sacerdotisa e Inuyasha se interpuso en su camino, mirándolo lleno de tristeza y rencor a la vez. Esto no la detuvo y se deshizo rápidamente de él, lanzándolo lejos de ahí. Kosho la notó algo nerviosa, pero realmente no podía saber en qué estaba pensando la pelinegra. Kikyo depositó una especie de luz en el pecho de Kagome, la cual cegó por completo a quienes se encontraban a su alrededor. Inuyasha se levantó adolorido y confundido y se dirigió nuevamente hacia Kagome, quien aún seguía sin recuperar la conciencia. Luego miró a Kikyo, la sonrisa tétrica ya no estaba, ella lucía taciturna como era su costumbre. Se arrodilló, poniéndose a su altura.

- Llévala lejos de aquí, Naraku nos está vigilando, él estaba seguro de que yo la mataría.

- ¿Qué le hiciste a Kagome?

- Despertará, si eso te preocupa. Pero Naraku creerá que yo la maté.

- Kikyo…

La joven se levantó y salió de allí sin dar ninguna otra explicación. Las niñas, que se encontraban escondidas tras unos arbustos, salieron de allí para reunirse con los demás. Inuyasha acarició la mejilla de Kagome y vio como esta comenzó a despertar lentamente.

- ¿Kagome? ¿Estás bien?

Ella se recompuso sin decir una sola palabra. Inuyasha solo la siguió.

- ¿Estás bien? -peguntó Inuyasha.

- Estoy bien -dijo ella de una forma bastante seria.

- ¿Pasa algo?

- Kikyo estuvo aquí ¿verdad?

Kosho y Aska fueron hacia ella.

- La señora Kikyo la ha salvado de desaparecer -dijo Kosho.

Antes de que Inuyasha pudiera acercarse más a Kagome, vio como esta levantaba su arco en dirección hacia él. Por un momento se dio un buen susto.

- ¡Hazte a un lado, Inuyasha! -dijo. Una vez el hanyou se apartó, ella lanzó una flecha.

Un destello cegó a todos los presentes, inclusive a la sacerdotisa. Segundos después, quien menos esperaban, se encontraba frente a ellos. Inuyasha se sorprendió. Quien tenía frente a él era Naraku, con una inconsciente Kikyo entre sus brazos. Inuyasha rabió imposibilitado de poder atacarlo.

- Veo que ahora sientes mi presencia aunque la haga desaparecer, Kagome. Sin duda me has sorprendido. Pero estoy más sorprendido de ver que sigues viva.

Kagome bufó sarcástica.

- Humanamente estoy muerta, pero como ves, me regresaron a la vida.

Kagome pudo ver la cara de desesperación de Inuyasha. Bajó su arma.

- ¿Estás tan débil que aún usas a tus marionetas para que dejen tus recados? Debo haberte hecho mucho daño -dijo ella, teniendo como respuesta una risa agria del medio demonio.- ¿Para qué quieres a Kikyo?

Naraku se dirigió a Inuyasha.

- Kikyo está en peligro. ¿Qué harás, Inuyasha? -Rió- Si quieres, puedes dejar a Kagome aquí sola, expuesta al peligro y salvar a Kikyo o puedes quedarte protegiendo a la bella Kagome mientras la existencia de tu querida Kikyo corre peligro.

Al notar que había logrado su cometido, la marioneta desapareció de allí, con Kikyo en brazos. Inuyasha se dirigió a Kagome, pero sin decir una sola palabra.

- No es necesario que me digas nada, ve con ella.

- Kagome, yo…

- ¡No esperes más, ve con ella! -exclamó- Tienes que salvarla o ella peligrará.

La partida sigilosa de KagomeWhere stories live. Discover now