EPÍLOGO

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E P Í L O G O

El día siguiente fue menos abrumador.

Al pasar la noche y la mañana con mis amigas el dolor se acentuó con delicadeza, e incluso llegué a disfrutar los chistes que Colton hizo a través del teléfono con tal de sacarme una sonrisa.

Blair tomó un pañuelo húmedo, y lo pasó por debajo de mis pestañas, en busca de limpiar el rastro de lágrimas, aunque sin mucho éxito. Lloré y tallé mis ojos durante toda la madrugada que no solo los tenía hinchados; en mis ojeras se podía apreciar la fuerte irritación al haber arrancado las lágrimas apenas brotaban en pestañeos.

Había querido dejar de llorar, que el dolor desapareciera, que todo desapareciera por al menos un minuto.

Todo se sentía irreal.

Aún no podía entender como hace veinticuatro horas estaba con él, y ahora no.

—¿Estás segura de que no quieres que te ponga algo? —insistió Blair, asustada por la combinación escarlata y púrpura teñida sobre mi piel que ante el tacto ardía.

—No. Estoy bien —le aseguré con un diminuto gesto sonriente, en el cual se pudo percibir mi evidente mentira.

—¿Por qué no intentas hablar con él otra vez? —sugirió Carter por novena vez—. Tal vez sus emociones ya se hayan calmado. Eso fue lo que sucedió con Ethan.

—Él no es Ethan.

—Lo sé, pero puedes intentarlo.

Negué de nuevo.

—No lo entienden. La forma en la que Rumsfeld me miró es la misma forma en la que ves a alguien que dejas de reconocer, y pasa a ser un fantasma; sus palabras, sus expresiones, todo pasa a segundo plano porque lo único que ves es dolor. Y ahora yo soy su dolor, si él me ve...

«Me va a odiar, me va a odiar por lo que le hice, por la forma en la que lo hice sentir, y por no poder odiarme de la forma en la que desearía». 

—No importa. Necesitas hablar con él —intervino Hailee por primera vez. En todo mi desahogo, ella se mantuvo reservada, pero en ese instante se veía decidida a detener mis objeciones—. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué no quiera hablar contigo? ¿Cerrarte la puerta en la cara?

—En realidad, eso no sería lo peor —repliqué—. ¿Qué tal si me equivoco en elegir una palabra o no me expreso bien? Ayer lo hice.

—Quizá, pero eso sería mejor a que él siga pensando que nunca lo quisiste —respondió Carter.

—¿Y si lo mejor para él es odiarme? Así no podría lastimarlo nunca más.

—No puede ser. —Hailee se cubrió los ojos con horror—. Acabas de sonar como los chicos que odiamos: «No soy bueno para ella. No la merezco». Pues sé algo bueno. ¡Mejora! Juro, Astrid, que acabas de decepcionar a todas las mujeres del mundo que escuchamos esa ridícula excusa.

—Lo siento —murmuré, apenada.

Si soné como una idiota.

—Mira. Es tu decisión, y puedes hacer lo que quieras, pero creo que si no hablas con él vas a cometer otro error —continuó Hailee—. Aiden se merece algo más que tu silencio, y tu cobardía.

—Hailee...

—No, Hailee nada. ¿Lo quieres? Demuéstraselo.

Alcé la mirada.

—¿Y qué pasa si me rechaza? —sugerí—. ¿Qué pasa si ya lo perdí por completo?

Todo ruido fue absorbido por la incertidumbre. Hailee no dijo nada más, Blair y Carter tampoco se atrevieron. La respuesta era tormentosa y cruelmente incierta.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora