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D I E C I O C H O


Pasé la noche en casa de Claire.

Aunque la tentativa de ir a un sitio apartado casi me hizo ceder a no hacerlo, pero Aiden insistió en que debía ser un lugar que yo conociera, y en cual me sintiera segura, por lo que su hogar quedaba perfecto, tanto para él como para para mí.

Al llegar fui directo a su habitación, mientras que él fue a la cocina a preparar algo caliente para beber. Esta vez no me prometió un café con alcohol, pero si un chocolate y algo que pudiese acompañarlo, aunque no se marchó sin antes enaltecer sus dotes culinarias. Dejé pasar por primera vez su egolatría.

No tuve mucho tiempo libre para examinar el dormitorio de Aiden como él lo hizo con el mío, aunque pude ver ciertos detalles luego de quitarme el vestido y ponerme una de sus sudaderas. En su escritorio se encontraban libros de física, química y matemáticas, junto con hojas que tenían una larga combinación de números y letras que me hizo sentir aliviada de no elegir una profesión que lo demandara. También contaba con varios folletos de universidades que se localizaban en su país de origen.

Me senté en la cama.

Por un instante olvidé que Aiden se iría.

La ironía me perseguía, antes esa información me alentaba, pero en ese momento pasó a dejarme una sensación extraña en el estómago.

Aiden regresó con dos tazas y un plato de trufas. Me contó que las cocinó en la tarde para Claire y Rowan, y olvidó comerse las que estaban destinadas a ser suyas. Al principio, comí una por educación, pero luego terminé por tomar otra, y una más antes de que mi bebida se enfriara. Él no mintió acerca de sus capacidades.

Los dos nos acostamos en su cama, y a pesar de que Aiden no trató de entablar una conversación conmigo, había algo innegablemente reconfortante al estar al lado de él con las luces apagadas, y en silencio.

Sin embargo, en algún punto de la noche, le pedí reiteradas veces que se durmiera. Él no quería dejarme sola con mis pensamientos, pero era fácil notar que llevaba días despierto, y el cuidarme lo estaba retrasando. Tuve que prometerle que estaría bien para que sus ojos se cerraran.

Por mi parte, no pude descansar. Hubo varias ocasiones en las que desperté con la respiración agitada. Las pesadillas que estaba teniendo esa madrugada eran demasiado vividas, y los escenarios me estaban carcomiendo en culpa. Decidí que lo mejor sería mantenerme despierta.

Me coloqué de lado, y observé a Aiden con la poca luz de mi celular.

Mis ojos siguieron la línea de su mandíbula hasta sus labios, y pronto se alzaron a sus oscuras pestañas. Creo que si tuviera que elegir algo llamativo en su rostro sería su mirada. A pesar del arco marcado en sus ojeras, y de la intensidad de sus ojos grises, esta poseía una chispa, un brillo inexplicable que solía rondar su iris en cada pestañeo. No importaba el momento, ni las emociones que su ser desprendía, su mirada siempre se situaba lejos de la oscuridad.

Permanecí así, mirándolo a detalle, contemplé como una parte de su cabello se balanceó sobre su frente ante la brisa del invierno, e hizo que su piel se erizara. Casi sucumbí al deseo de recorrer mis dedos por su mejilla, aunque lo que si hice fue apartar su cabello y, mientras lo hacía, me di cuenta que este poseía destellos cobrizos que me hicieron hundir mi mano en el resto de su cabello en busca de más. Aunque lo solté al instante, cuando mi vista se quedó atascada en su respiración, y sus expresiones se contrajeron en atormentados gestos.

Estiré mi mano hacia la suya, y con un simple, pero persistente toque lo desperté. Sus ojos se abrieron de golpe, y una semi imperceptible gota de sudor rodó por su sien izquierda.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora