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D O C E


Mi madre solía decir que si tenías una oportunidad de cumplir tus sueños fueras a por ella, incluso si lo que soñabas parecía ridículo para los demás —en especial, si ese era el caso—, que no importaba lo que tuvieras que hacer o cuanto perdieras en el intento, porque al final, serías feliz al saber que seguiste a tu corazón, que te mantuviste fiel a ti mismo, a tu esencia.

Y eso fue lo que ella hizo.

Aunque, a decir verdad, nadie de sus conocidos sabía cuál había sido su oportunidad. Estalló sin previo aviso. Ante los ojos de cualquiera era la esposa, la madre y la profesionista perfecta. Tal vez buscaba más, tal vez quería menos, no lo sé, nunca entendí como yo formaba parte de esa ecuación o porqué debía entender sus motivaciones.

Sabía que ella era ante todo un individuo, pero eso no quitaba el dolor, entender que las acciones de las personas no eran contra ti, sino que formaban parte de lo que eran, no aminoraba el daño. Aun así, eso no era lo que estaba en mi mente al tenerla de frente, sino el día siguiente de su partida.

Lo recuerdo a la perfección porque esa madrugada no dormí en casa, debido a que mi papá le preparó una cena romántica para festejar su aniversario de bodas. Él había estado entusiasmo con la idea durante toda la semana, y yo fui la principal testigo de ello, más que celebrar su amor, mi padre quería crear un momento especial que pudieran recordar con ternura en el transcurso de su matrimonio; que, por lo visto, mi madre contempló de distinta manera.

Ella solo vio una oportunidad para irse, y jamás regresar.

Cuando la hermana de mi papá me llevó a la casa, me sorprendí al ver que todo estaba desordenado y que faltaban incontables cosas que mi madre amaba, y me advertía que no podía jugar con ellas.

Estudié con cautela el salón principal, cada una de las ventanas estaba abierta, y la corriente entraba en helados escalofríos. Me mordí el labio, eso tendría molesta a mi madre durante todo el día, a ella le gustaba tener la casa caliente, como si pudiera atrapar el sol en su rincón. Intenté moverme para cerrarlas, pero me detuvo un tirón en la mano por parte de mi tía, ella fue la primera de las dos en notar el cuadro tirado al final de las escaleras.

Cubrí mi boca.

A la fotografía le quedaban pocos vidrios de protección, y estaba rasgada, como si el cuadro hubiese sido lanzado con odio, aunque, aun así, seguía visible la silueta de mis dos padres contrayendo matrimonio en el lugar que se conocieron.

Mi tía miró a todas partes, nerviosa, era una adolescente y no sabía qué hacer, e incluso su mente la hizo olvidar que mi abuela se encontraba afuera, esperándola. Apretó mi mano y subimos juntas las escaleras, pero cuando llegamos a la tercera planta, nos detuvimos al ver la puerta de la habitación de mis padres entreabierta.

Ella empujó la puerta con sumo cuidado, yo me deshice de su agarre e intenté obtener una mejor vista de lo que ocurría, sin saber que no estaba lista para ser testigo de lo que estaba sucediendo en esa habitación. Mis ojos parpadearon con incredulidad ante la imagen. Mi papá estaba sentado en su cama, con las piernas desplegadas a lo largo de ella, y su vista se encontraba perdida en la imagen de la televisión, aunque no parecía prestarle atención. Estaba absorto en consumir el cigarro que colgaba de sus labios.

Se me hizo un nudo en la garganta.

Él nunca había fumado.

Mi abuelo biológico murió a causa de lo que le provocó ese asqueroso hábito cuándo mi papá tenía dieciocho años, y esa fue razón suficiente para que él aborreciera el tabaco. El simple olor lo consumía en recuerdos. Verlo hacer lo que más odiaba me produjo escalofríos.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora