16┋PD

522K 27.4K 9K
                                    

D I E C I S É I S


Desperté con un sobresalto.

Un nauseabundo dolor de cabeza me hizo correr al baño. Pocas veces me excedía a la hora de beber, y esa mañana lo recordé de la peor manera. Estar inclinada en el retrete, sin poder detener el vómito, se asemejó a una tortura.

Busqué en las repisas cepillos nuevos, destapé uno e ingerí más pasta dental y enjuague bucal de lo que alguna vez lo hice en la vida. Sentía que el olor no se marchaba de mi aliento, y lo peor es que mi cuerpo parecía desprender un olor desagradable de alcohol.

Luego de lavarme el rostro, regresé a la cama, con la esperanza de descansar, aunque tan pronto como mis ojos registraron el dormitorio, el sonido de varias voces retumbaron en mis oídos.

—¡Al fin saliste! —exclamó Blair. La miré, tratando de decidir si debía quedarme o irme a otro lugar—. Estábamos comenzado a creer que estabas muerta —finalizó, riendo.

—¿Estás bien?

—No, ni un poco —le respondí a Hailee —. Tengo una resaca horrible.

—¿Por qué no tomas una ducha? —preguntó Carter.

Suspiré ante la idea. Una ducha fría sería como cumplir un sueño en ese momento.

—No traje ropa, creí que regresaría a mi casa

—Yo tengo en el auto de Ethan, puedes quedarte con un cambio —ofreció Carter con una sonrisa, pero Hailee hizo que se esfumara cuando ella desvió la vista, riendo—. Está limpia, no vayan a pensar mal. Íbamos a ir a acampar el otro día, pero no se pudo.

—Tranquila, nosotras no nos atreveríamos a pensar mal. Recuerda que tú eres la seriecita del grupo que carece inocencia, ese es tu papel, no el nuestro —bromeó Hailee, aunque en parte tenía razón.

Carter podía tener un aspecto muy serio e íntegro, pero cuando entraba en confianza, nos preguntábamos si en verdad hablaba más de lo que sentía. Nunca la juzgamos, al contrario, nos hacía sentir bien saber que ella podía revelar cada una de sus ideas en nuestra presencia sin temor al prejuicio. Pero, de cualquier formaba, deseábamos que ella pudiera abrirse con todo el mundo como lo hacía con nosotras.

—Gracias, gracias, gracias —la abracé cuando ella regresó con una maleta deportiva.

Sin más que esperar, fui a tomar esa ducha fría. Fue breve, solo quería quitarme la sensación de pesadez y el olor a alcohol. Aparte sabía que, si me quedaba un segundo más, Blair me regañaría por el desperdicio de agua.

Mientras sujetaba mi cabello en una coleta, me dirigí al pasillo, donde me encontré con Aiden. Él estaba a un paso de salir de un dormitorio y, al igual que yo, se acababa de bañar. Su cabello húmedo dejó un rastro de gotas rodar por su cuello, y salpicar su camisa. Lo contemplé con curiosidad, pese a mis pronósticos nocturnos, parecía que pudo descansar. Tal vez demasiado por lo radiante que era su semblante.

Lo saludé con un diminuto gesto de mano.

—Tengo una pregunta para ti —dijo al acercarse a mí.

—No ahora, por favor —lo rechacé al instante—. Son las diez de la mañana, tengo una terrible resaca, y mi cerebro está apagado hasta nuevo aviso.

Aiden se echó a reír, con ligereza y diversión. Sentí una punzada de envidia. ¿Cómo podía verse tan fresco? Lo había visto beber casi lo mismo que yo. ¿Acaso era por qué era irlandés?

—¿Hasta nuevo aviso?

Asentí.

—¿Y a qué hora será ese «nuevo aviso»? —Alzó una ceja, divertido.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora