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D I E Z


—Todavía sigo sin poder creer que hayas aceptado ser su amiga. —Colton sacudió la cabeza, desconcertado—. Creí que lo detestabas.

Estábamos en el comedor de Sheridan, a cinco minutos de que iniciara la hora de almuerzo, juntos y solos en la mesa que teníamos designada, por lo que le comencé a contar sobre lo sucedido el día de ayer, en un intento de procesarlo también para mí.

—No lo odio —respondí, y crucé los brazos sobre mi pecho al ver su expresión de sabelotodo. Odiaba esa expresión—. Es solo que no me encuentro fascinada por su existencia. Es decir, existen otras personas en el mundo que necesitan más el oxígeno que él, bien podría dejar de robárselo.

Una curva burlona alzó sus labios.

—Eso es odiar —insistió, y yo negué con la cabeza—. No mientas, Astrid. La única razón por la que él forma parte de la tradición es por ti. Tú fuiste quien lo seleccionó, ¿recuerdas? Lo cual es cruel, teniendo en cuenta de que solo llevabas un día de haberlo conocido

Tal vez, pero eso no quería decir que no acerté.

Me encogí de hombros, esperando a que terminara su discurso. Nada ni nadie podía cambiar mi perspectiva de Aiden, mucho menos ahora que se suponía que tenía que enamorarlo.

«Enamorarlo».

¿Cómo iba a hacer eso? La simple idea de ser amable con él me sobrepasaba, e intentar comportarme de una forma más íntima era... ¿Sería muy tarde para abandonar la tradición?

—¿Y él seguirá participando?

Arqueé una ceja.

—¿Y por qué no lo haría? —reiteré, fingiendo inocencia, mientras lo miraba. Candidez pura siendo destruida fue lo único que percibí en su semblante—. ¿No me digas que creíste que hablaba en serio acerca de ser su amiga?

Para mi sorpresa, un ceño fruncido se amplió en sus rasgos faciales, aunque pude ver la risa brillando en sus ojos, lo cual hizo que mi postura se relajara. Entonces, casi vacilando, me miró una vez más.

—Eres cruel.

Sonreí.

—Lo sé.

—¿Quién es cruel? —la voz de una de nuestras amigas sonó por detrás, junto con dos murmullos más que relacioné con las otras dos.

Me giré a verlas. Hailee fue la última en sentarse, mientras que Carter y Blair se adelantaron para tomar sus vasos de agua. Ambas tenían el cabello mojado, y la piel enrojecida. En especial, Carter, que poseía una piel muy delicada. Su entrenamiento de voleibol debió ser adelantado por las competiciones que tendríamos en menos de un mes para dar por terminada la temporada de deportes.

—Todas ustedes. —Colton nos señaló a las cuatro—. Espero que cuando regrese a vivir aquí, hayan madurado. Diría que lo esperaría en mis visitas, pero eso sería un milagro.

Él soltó su comentario con tonos burlescos, pero sabía que había cierta verdad en sus palabras. Colton no era partícipe de la tradición, no tanto por la moralidad como a veces proclamaba, sino por las cosas que podían pasar con los chicos. Él decía que en algún punto uno iba a querer vengarse.

—Es el último año de tradición, Colton. Relájate. Después ya no haremos esto. Además, no es como que se lo estemos haciendo a chicos inocentes. Tú mismo has escuchado como hablan de sus conquistas, y como se burlan frente a ellas —le respondió Hailee, con un gesto desafiante, y dispuesta a llevarle la contraria.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora