09┋PD

678K 32.5K 10.6K
                                    

N U E V E


Mi semana inició con un zumbido bajo la almohada.

Intenté ignorarlo, pero fue complicado de hacer luego de que una melodía que antes amaba lo acompañara. Nunca debí poner mi canción favorita como tonada, había creído que eso me haría despertarme con un mejor ánimo, pero solo fue una ilusión. Jamás disfrutaría el levantarme temprano. Gemí con pereza antes de tomar el celular. Mis manos envolvieron aquel artefacto frío mientras mis ojos llorosos se entrecerraron ante su luminosa pantalla.

5:48 a.m.

"Es hora de ir al instituto. ¡Despierta!"

Pospuse la alarma.

—Cinco minutos más... —Me cubrí la cabeza con la cobija.

6:00 a.m.

"Recuerda que hoy tienes un examen importante. No puedes faltar".

—Shhh. Cállate.

6:20 a.m.

"Bien. Reprueba y desperdicia tus vacaciones en la semana de recuperación".

—No sería la primera vez. —Me acurruqué.

6:30 a.m.

"Tal vez hasta te encuentres con Rumsfeld, y te haga compañía".

Detuve la alarma.

Cerré los ojos y tomé una profunda respiración que se vio interrumpida por un gemido cuando estiré los brazos sobre mi cabeza. Todo mi cuerpo se sentía exhausto. Cada que mi mente se despertaba con el recuerdo de un nuevo sueño, parecía que no había descansado en días.

Era cierto que un sueño solo podía durar entre quince o treinta minutos, pero lo míos tenía la habilidad de asemejarse a una eternidad, puesto que todos ellos terminaban envolviendo a mi madre de una u otra forma, y aunque mi cerebro tenía una fijación por solo mostrar su lado bueno, cada acto de su presencia terminaba por drenar mi estabilidad.

Sabía que la mayoría de los escenarios eran inventados por mi subconsciente, en lugar de sólidos recuerdos. Al inició lo dudé, pensé que estaba siendo cruel con ella, pero luego me cercioré de ello cuando la comencé a incluir en mis sesiones de piano. Para ese entonces, ella ya se había marchado. Y no tuve la oportunidad de mostrarle lo feliz que me sentía al encontrar algo que me apasionaba. O como eso era lo único que me calmaba cuando me sentía mal hasta el punto de llorar.

Aunque, bueno, lo segundo nunca lo hubiera descubierto si ella no se hubiera ido.

El chofer de mi papá fue quien me llevó al museo que la maestra de arte indicó. Ella había estipulado que el examen sería durante el recorrido; nosotros teníamos que identificar las obras, conocer su trasfondo y reconocer el estilo que emplearon sus artistas cuando ella nos lo pidiera.

Éramos dos grupos a su cargo, un total de treinta alumnos conmigo incluida, pero parecía que solo existía uno más a mi alrededor. Aiden estaba en el otro grupo y, a pesar de que había una numerosa cantidad de alumnos que nos separaban, su presencia lograba hacer ruido en mi cabeza.

Traté de adoptar una postura indiferente para concentrarme en lo que en verdad importaba: obtener un sobresaliente.

El recorrido siguió su curso, la maestra hizo menos preguntas de lo habitual, pero más complicadas de responder. No obstante, terminé el examen con una sonrisa en mis labios. Había respondido todo a la perfección. Por esa razón prefería los exámenes, solo tenía que preocuparme por ese pequeño lapso, nada más. No tenía que desvelarme, ni gastar tiempo en realizar proyectos o terminar conflictuada porque un integrante del grupo no quería trabajar. Solo tenía que preocuparme por la memoria de mi cerebro y ya.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora